
Su posicionamiento en el universo mundial de la lucha libre transcurrió por un sendero abrupto. Pero hoy nadie cuestiona que Liván López, nacido en Pinar del Río el 24 de enero de 1982, actualmente en 74 kg y antes en 66, sea, junto a Reinieri Salas (86) y Mijaín López (130 de la greco), referente de una disciplina cargada de empuje y tradición, al punto de ser la única capaz de eslabonar una cadena ininterrumpida de cetros olímpicos desde Barcelona 1992.
Pese a no haber combatido en torneos oficiales desde la final de Budapest 2013, donde cedió in extremis 2-2 ante el armenio David Safaryan, Liván mantiene sus aspiraciones de preservar un puesto de privilegio en la élite. Sucede que como pocas veces antes lo han golpeado las secuelas de una hernia discal en la región cervical de su columna, al punto de recomendarle los médicos, tras un riguroso estudio, la posibilidad de intervenirse quirúrgicamente.
En definitiva el pinareño se decantó por los ejercicios de fortalecimiento y el hielo, y accedió a ofrecer a Granma algunas consideraciones sobre su estado físico y carrera deportiva:
—¿Hasta qué punto la lesión te ha mantenido imposibilitado?
—Tengo 32 años, con el paso del tiempo mantener el estado físico resulta más complicado. La lesión no es nueva, aunque esta vez me ha atacado fuerte. Siempre se manifiesta con mayor fuerza a comienzos de la preparación, provocándome dolores desde los hombros hasta el codo y en la palma de la mano. Nunca he sido atleta de lesiones recurrentes. Actualmente pongo especial interés en ganar potencia muscular, en las articulaciones, y busco equilibrio con la solidez técnica.
—¿Empedrado tu establecimiento en la élite?
—Establecí una rivalidad desde los Juegos Escolares junto a un luchador muy completo como Geandry Garzón. Crecimos como deportistas y aprendimos mucho de esa rivalidad. No por gusto él atesora cuatro medallas del orbe. Llevo más de 24 años en los colchones y de ellos una década en el equipo nacional como segunda figura de los 66 kilogramos, a las espaldas de Garzón. Cada combate nuestro es una batalla. Mis resultados del último ciclo están marcados por esa disputa.
—Las armas para materializar tu ascenso.
—La obtención de maestría va acompañada de años de experiencia. Hoy me considero un gladiador parejo, con elementos que trato de priorizar como la delimitación del tiempo y el espacio en el colchón en cada combate, la disciplina táctica y técnica, la comunicación con la esquina y la detección de las debilidades en los adversarios. Trabajo todas las posiciones, no soy muy tackleador, lo empleo como finta, y el suppley es mi arma mortífera.
—Un camarada exigente, el rival de mayor cuidado y un momento crucial…
—Actualmente compite en dos categorías inferiores, pero siempre le saco el máximo a los topes con Davián Quintana. Es un luchador de temperamento diferente al de su hermano Yandro, de muchas condiciones y arsenal técnico. El canadiense Haislan García siempre se me hace incómodo, no ataca pero tiene una excelente defensa y control de los agarres. Casi todos nuestros pleitos han sido cerrados. Ahora tendré que batirme en los 74 kg con el estadounidense Jordan Burroughs, rapidísimo y con una entrada a tackle a la pierna con cabeza por dentro, casi indefendible. Mi ídolo, sin temor a equivocarme, Yandro Quintana, a quien en una división como los 60 kg  nada más y nada menos que le marcaron solo un punto técnico, en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Si lograba controlar el peso era imbatible. Un momento crucial: el suppley que me dio el bronce en Londres 2012. Fueron los siete segundos mejores disfrutados de mi vida.
—¿Vive un buen momento la lucha cubana?
—A pesar de la carencia de competiciones de primer nivel pienso que sí. Existen dificultades, como el hecho de que en ocasiones nuestros árbitros no están aún del todo familiarizados con el nuevo sistema de combate y puntuación y eso les pasa factura. La lucha cubana debe funcionar como una familia, sin riesgo de ruptura en ninguno de sus eslabones: técnicos, atletas, personal médico, arbitraje… solo así podremos ser fieles a una enorme tradición y garantizar el relevo en las categorías inferiores.
Puede parecer sencillo pero no lo es. El paso inmediato de Liván aún está pendiente de confirmación. Se trataría del Festival Panamericano (15-17 de julio en México), luego haría otra escala suprema en el Mundial de Tashkent, Uzbekistán (8-14 de septiembre), y cerraría con los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz entre el 14 y el 30 de noviembre.

















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leonel dijo:
1
16 de mayo de 2014
15:19:35
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