Pese a no tener una agradable despedida en el pasado campeonato, Félix Fuentes puede ser considerado como uno de los relevistas más efectivos del béisbol cubano en la actualidad
La actuación final del yumurino Félix Fuentes en el último clásico de las bolas y los strikes no fue muy agradable. Bien entrada la noche del pasado 16 de abril, en el epílogo de la discusión del cetro contra los Vegueros pinareños, al bullpen llegó la llamada solicitando sus servicios, tan temprano como en el sexto episodio.
A algunos no les extrañó, porque ya en la temporada regular lo habían colocado en esas instancias o antes (seis veces), aunque se encontraba un tanto fuera de su hábitat natural, pues generalmente las misivas se producían en el octavo o noveno capítulos (21), y otras en el séptimo (8), según los datos del estadístico Arnelio Álvarez.

Aquella noche, en el peor de los momentos (bases llenas sin out y ventaja mínima en la pizarra), el torpedero pinareño Luis Alberto Valdés le agarró un envío manso y la Mizuno 200 voló indetenible hasta las gradas de la pradera izquierda del parque Victoria de Girón.
Ese fue un instante de silencio total en el parque matancero, pues son justo 20 años los que llevan sin coronarse y ahora tenían, más cerca que nunca, la posibilidad de levantar el sexto trofeo de la provincia (Henequeneros ganó tres y Citricultores dos).
Sin embargo, nadie puede culpar al espigado derecho (1,94 metros de estatura), natural de Songo la Maya, en Santiago de Cuba, probablemente el cerrador más seguro de la pelota cubana en la actualidad. Durante toda la temporada trabajó en 35 desafíos, siempre como apagafuegos, en los que aceptó solo seis carreras limpias, con efectividad de 1,49 y 13 rescates, además de cuatro éxitos con la sombra de solo un revés.
DE VUELTA A LA CUNA
Félix Fuentes no siempre tuvo el mismo crédito de efectividad. Con 17 años quedó excluido de los conjuntos de esa categoría, pues no aprobó los exámenes técnicos en Matanzas debido a sus problemas con la mecánica de lanzar, por lo que inmediatamente retornó a su natal Santiago de Cuba.
“Después de aquella derrota me puse a trabajar en La Maya con un entrenador que era vecino mío, Luis Hevia. En dos semanas muy intensas me enseñó de todo, perfeccionó mis movimientos, hicimos ejercicios para el control y la potencia. Con más armas participé en la Serie Provincial de Santiago y a los seis meses ya estaba en el equipo de la Nacional”, espeta Fuentes, quien debutó en nuestros clásicos beisboleros en su edición 46.
En un par de torneos con las Avispas lanzó en ocho encuentros, por lo que decidió probar suerte en otra provincia. “Necesitaba jugar, tener continuidad, acumular la mayor cantidad de innings posibles. Ese era mi interés, mi sueño, y no me importaba dónde lo consiguiera”, asegura Fuentes, cuyo destino fue una tierra ya conocida: la Atenas de Cuba.
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“Llego a Matanzas en la Serie 50, cuando dirigía Wilfredo Menéndez, y lancé 20 juegos. Fue una temporada de mayor exigencia, en la cual tuve muchos problemas con el control, regalé como 30 bases más o menos en la misma cantidad de entradas, pero eso cambió al año siguiente”, explica el cerrador de los Cocodrilos en las tres últimas campañas, bajo la égida de Víctor Mesa.
El propio mentor recuerda sus impresiones iniciales del joven serpentinero. “Félix no usaba espejuelos y en los primeros entrenamientos pensé que golpearía a alguien. Yo lo miraba y le notaba algo extraño, pero me costó percatarme de que tenía problemas en la vista, porque él no decía nada.”
Al respecto, Fuentes relata: “Me dijo por las claras que tenía que usar espejuelos, lo cual yo no quería, no aceptaba que era miope. Al final, escuché los consejos y entendí que era necesario, porque con la bola rápida, sin control, lo mismo tiraba por detrás del bateador que por la cabeza.”
¡ESPECIALIZACIÓN! ¡ESPECIALIZACIÓN!
Con todas las herramientas a su disposición, Fuentes evolucionó hasta lograr un rendimiento muy por encima del nivel general en la recién concluida campaña, en la que eslabonó una cadena de 18 encuentros sin permitir carrera (entre el 25 de febrero y el 12 de abril), aunque en cinco de ellos los contrarios anotaron cuando él entró a relevar con hombres en base.
“Mi trabajo es darle la seguridad y la victoria al equipo, y para lograrlo incide mucho la preparación mental. Esa es la base de cualquier relevista, porque casi siempre lanzamos con presión añadida”, afirma.
Aboga por la especialización, elemento imprescindible para labrarse un camino de éxitos. “El sueño de casi todos los relevistas es ser abridor, pero yo me siento tremendamente cómodo en mi función. Claro, si tengo que abrir, lo hago, debo contribuir al equipo en lo que haga falta, aunque uno puede ser mucho más efectivo cuando logra especializarse en un terreno en específico. Si lo consigues, nadie te puede hacer un cuento.”
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30 de abril de 2014
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