Cuando usted lo descubre en el estadio Panamericano, desafiando el sol y con un físico que pocos califican de idóneo para el triple salto, no es capaz de imaginarse que con 20 años Pedro Pablo Pichardo (1.85 metros de estatura y 70 kilogramos de peso) ya atesora un subtítulo mundial, un cetro universal juvenil y registro cimero de 17.69 metros que clasifica como el número 27 en el ranking de todos los tiempos.
El triplista santiaguero saltó por encima de 17 metros en más de una decena de competencias.
Nuestra segunda conversación distó de parecerse a la de la presentación. Entonces corría el mes de marzo del 2013 y aún frescos estaban sus 17.16 conseguidos el 15 de febrero. La Copa Cuba reservaba enorme expectación sobre otro duelo entre Pichardo y Ernesto Revé (en definitiva se estiró hasta 17.46), pero el primero se lesionó el tobillo luego de su intento inicial y fue como si se le viniera el mundo encima.
Ahora, se puede decir que los Juegos Cerro Pelado efectuados el pasado 18 de diciembre constituyeron el primer termómetro en la etapa actual de preparación del santiaguero de las tres P, quien con solo siete pasos de carrera de impulso, se estiró hasta 17.32.
Esa estabilidad y sólido inicio lo hacen pensar en otra actuación de relieve en el Mundial Bajo Techo de Sopot, Polonia, entre el 7 y el 9 de marzo. Pausado, locuaz y de constante enfoque, dueño de secretos irrevelables a la hora de saltar, Pichardo accedió a ofrecer a Granma detalles sobre su temporada 2013 y su carrera deportiva:
—Primera gira en la categoría elite, ¿cómo valoras el año 2013?
—A pesar de ser mi primera temporada como atleta mayor fue excelente. No lo imaginaba, pues el comienzo fue malo, no solo por la lesión del tobillo, sino también por la adaptación al cambio de entrenador. Ricardo Ponce es muy bueno, pero en lo personal mi padre, Andrés Pichardo, ha sido mi guía y preparador desde los seis años. Aún hoy me aconseja, mantenemos estrecha comunicación, Ponce es consciente de ese apego, aunque considero que el plan por el que hoy nos regimos es idóneo y todo fluye con ese vínculo establecido entre los tres. Después de la Copa Cuba (marzo) ya me sentí mucho más cómodo. Fue el momento de saltos importantes como 17.31 y luego el 17.69 del Memorial Barrientos.
Con ese aval partí a la gira, primero estaba en shock, los rivales, los escenarios, esa tensión de debutar al máximo nivel y querer hacerlo bien. Entré en calor poco a poco, Lausana (4 de julio) fue el punto de estrés máximo y el giro en materia de confianza también. Allí tuve una secuencia muy sólida con marcas de 17.32, 17.43 y un último salto de 17.58. Descubrí que los estadounidenses Christian Taylor y Will Claye, el italiano Danielle Greco y otros saltadores establecidos en la elite no son invencibles. Esa seguridad en el plano psicológico se convirtió en un complemento esencial.
—¿Qué pasó en el Mundial de Moscú?
—La experiencia ante contrarios rankeados me ayudó a llegar a Moscú mucho más relajado. Nunca los 12 clasificados, —esta vez tampoco fue la excepción, pues de 21 inscritos solo cinco saltaron sobre 17 metros— sobrepasan los 17 metros, de ahí que la estrategia se centró en guardar el extra para la final.
Allí traté de poner en práctica mi máxima: buscar un primer salto grande, ese capaz de desconcertar a los rivales y abrí con 17.38. Entonces el francés Thamgo hizo 17.65 y comenzó la competencia para mí, aumentó la motivación, pues me gusta exigirme. Riposté con 17.68 (en definitiva su cota de plata). Él igualó esa marca y luego cerró a todo tren con el descomunal 18.04. Fue un duelo intenso y muy interesante, salí a buscar más en cada intento, lo desafié. Él venía de recuperarse de una lesión y casi un año alejado de la alta competición, pero demostró ser un fuera de serie.
Ese resultó mi momento más feliz hasta ahora. Un mundial de categoría absoluta no tiene comparación con el cetro universal juvenil de Barcelona 2012, además de que allí no gané con una marca muy buena (16.79).
—La técnica y otras mañas...
—Suelo calentar escuchando música, la considero muy relajante y me aísla, así me enfoco 100 % en la competencia. Salto con 14 pasos de carrera de impulso y tres de volante (pasos previos). En mis dos horas y media de entrenamiento diario siempre le confiero a la velocidad y a la carrera un peso fundamental. Martes y jueves son los días más intensos, combino la técnica con el físico. La realización de tramos, el moderar los tiempos y ese control de la velocidad son elementos vitales. Antes solía correr 100 metros en las categorías inferiores y llegué a hacerlo en 10.25 segundos, con cronometraje manual. Un aprovechamiento adecuado de esa rapidez se traduce en centímetros de resultados. El brinco (posee uno de 6.80 metros) es mi mejor elemento. Luego está el paso, justo ahí debo enfatizar, pues los técnicos sugieren que de subir más la rodilla y coordinar mejor el péndulo debo ganar entre 20-30 centímetros. El resto... secreto.
—¿En el horizonte?
—Mantenerme en la elite, comenzar el 2014 con otra presea en el Mundial de pista cubierta. También deseo insertarme en la Liga del Diamante con mayor rigor, pues el año pasado con solo tres competencias concluí tercero. Intentaré después ganar los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz. Será una temporada larga, intensa, pero así de intensa es mi sed de triunfo.

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