En Panamá se ultiman detalles para la celebración de la VII Cumbre de las Américas los próximos 10 y 11 de abril, la cual tendrá dos elementos extraordinarios: la presencia de Cuba, por primera vez desde que surgieron en 1994, y el rechazo colectivo de Latinoamérica y el Caribe a la injerencia de Estados Unidos en Venezuela, a la que acusa de ser una amenaza extraordinaria e inusual a su seguridad nacional.

Las autoridades panameñas tratan de restar importancia al debate que podría generar el encuentro entre el presidente Barak Obama - quien dictó una Orden Ejecutiva contra el país suramericano con intenciones injerencistas y belicistas- y el resto de los participantes, que se alzan como voz única ante lo que muchos consideran el preámbulo de una agresión armada contra la Revolución Bolivariana.
Nadie sabe con certeza cuál será el discurso de Obama ante la VII Cumbre –auspiciada por la Organización de Estados Americanos (OEA)- . Si tendrá un tono conciliatorio, derogará allí el decreto, o tendrá que soportar los reclamos de los representantes de 600 millones de latinoamericanos y caribeños, quienes incluyen el reclamo de fin del bloqueo económico, comercial y financiero contra el pueblo cubano aplicado por Washington desde hace más de medio siglo.

Con seguridad –pues en ello puede irle hasta la vida- no admitirá que la Orden Ejecutiva dictada el pasado 9 de marzo nació en el lobby corporativo militar y financiero norteamericano, que trata de fomentar guerras en regiones en paz y con grandes recursos ahora propiedad de las poblaciones, con la pretensión de reimponer la hegemonía de EE.UU. en el Sur americano.
La organización de la VII Cumbre sigue su agenda, a pesar de que la situación política regional cobró mayor tensión luego de que se conociera que el presidente estadounidense se reunirá el día 9 con los mandatarios de las naciones miembros de la Comunidad del Caribe (Caricom) en el conocido interés de presentarle a las ínsulas una alternativa a Petrocaribe, ente solidario creado por el desaparecido líder bolivariano Hugo Chávez para entregar petróleo sin fines de lucro a las pequeñas economías de esa zona.
El presidente anfitrión, Juan Carlos Varela –quizás uno de los más preocupados por el desenvolvimiento de la cita- declaró a la prensa que “Panamá hará sus mejores esfuerzos para asegurar que todos los países que participen en esta Cumbre encuentren en nuestro país no solo un pueblo sano, pacífico y con vocación de diálogo, sino amante del consenso y la unidad", aunque reconoció que “hay diferencias, pero no hay nada que la diplomacia no pueda vencer".
Su vicepresidenta y canciller, Isabel de Saint Malo, también proclamó que “el surgimiento de tensiones no es buena noticia para la región”, pero, en su criterio, no cree que “las actuales diferencias provoquen nubarrones durante la Cumbre”, lo cual, opinan expertos, es muy difícil de predecir dada la postura de apoyo a Venezuela asumida por toda América Latina y el Caribe y millones de personas en el planeta y el reclamo continental al cese del bloqueo económico contra Cuba.

Optimista, el Secretario General de la Unión de Naciones Suramericanos (UNASUR), el ex presidente colombiano Ernesto Samper, consideró la VII Cumbre como “espacio idóneo para replantear los nexos en el hemisferio”, y “un excelente escenario para dialogar y rediseñar las relaciones hemisféricas”, dijo en su cuenta de Twitter, en lo que puede interpretarse como una posibilidad de darle un puntillazo a la OEA, vista como un instrumento de dominación de Estados Unidos.
En ese sentido, el presidente Rafael Correa, confeso antiimperialista, afirmó que “América Latina necesita algo nuevo, algo mejor y algo nuestro, en tanto consideró a la OEA “insalvable” y propuso que esa institución “devenga punto de encuentro entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y Estados Unidos y Canadá”, los únicos dos países del continente que no pertenecen a ese bloque integracionista”.
Mientras, en el Istmo el tema de la seguridad de los Jefes de Estados y/o gobiernos y sus delegaciones es de máxima prioridad.
Para ello se han movilizado cinco mil agentes de la policía, ya que el Ejército fue abolido en la nación centroamericana pocos años después de la invasión de Estados Unidos el 20 de diciembre de 1989 y, según la Cancillería, no se enfrenta una reunión de este carácter desde 1956, cuando se celebró allí una Cumbre de líderes de América.

El ministro de Seguridad panameño, Rodolfo Aguilera, informó que coincidirán en el país desde el día 9 miles de personas que participarán en distintas Cumbres paralelas, como la de los Pueblos, y de los Indígenas, además del Foro de los Rectores, que reunirá a más de 400 dirigentes de las Casas de Altos Estudios de la región.
Ya se encuentran en la capital, precisó, avanzadas de las naciones invitadas para tratar de manera coordinada con las fuerzas locales la seguridad de sus delegaciones. La protección comprende movilizaciones por aire, mar y tierra, aseguró.
Entretanto, en las naciones latinoamericanas y caribeñas las sociedades civiles, y organizaciones políticas y de masas, realizan reuniones para asistir a las distintas Cumbres y Foros, en los cuales los pueblos alzarán sus voces en defensa de sus intereses y contra la política imperial de Estados Unidos hacia la región.









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