
Cuando divisé su rostro entre la multitud del Pabellón Cuba, Denys Ramos pagaba el precio de ser actor. Un par de muchachas le pedían la foto, y él posaba con la tranquilidad que esconde en todos sus personajes.
«Serán solo 15 minutos», le dije, y su humildad me acompañó hasta uno de los pasillos del recinto donde lograríamos la entrevista. Mirando al suelo, con más pausas que palabras, recordó sus inicios en el mundo de la actuación.
«A los diez años di un taller con Humberto Rodríguez, de ahí no pude seguirlo, y a los 13 comencé con Adolfo Llauradó. Estuve preparándome un par de años antes de entrar en la ena, hasta que aprobé las pruebas y comencé en la escuela.
«Seguí en los talleres de Adolfo al mismo tiempo, hasta que falleció. Realmente continué con los talleres un tiempo, pero recién empezaba mi carrera profesional como actor y los dejé, para comenzar en el Hubert de Blanck».
—El nombre de Adolfo Llauradó es recurrente en cada entrevista que ofreces…
—Realmente fueron Adolfo Llauradó y Luis Ubaldo Benítez las dos piezas claves en mi preparación como actor. Ellos tenían el taller juntos, y de los dos aprendí muchísimo. Adolfo es conocido por Cuba entera. Él dejó un legado bastante extenso en el teatro cubano y su carrera fue sumamente exitosa. Yo realmente les debo a los dos mis primeros pasos en el teatro… ese bichito, que le llaman la gente.
—¿A cuál medio te acercas por vez primera y con qué personaje?
—El primer medio al que me acerco es el teatro, y el primer personaje que hice en mi vida, fue el niño en la obra Yerma, de Federico García Lorca, bajo la dirección de Humberto Rodríguez. Después hice El ratoncito Pérez, la versión de Abelardo Estorino, con Adolfo Llauradó, que fue mi papel importante de niño.
«Luego vino mi carrera profesional. Mi tesis fue en La verbena de la paloma, que dirigía Berta Martínez, donde hice un papel muy pequeño, pero la caracterización que hice fue un enano: eso lo hizo un poquitico más grande. Sin embargo, el primer personaje importante de mi carrera profesional fue en El cartero de Neruda, del texto de Antonio Skármeta, versión para el teatro de Orieta Medina».
—Y la televisión…
—Me acerco a la televisión por primera vez con la telenovela Historias de Fuego (la de los bomberos como le decían en la calle), que dirigió Nohemí Cartaya. Ahmed se llamaba el personaje que interpreté, y de alguna manera me hizo un poquito más conocido.
«Lo de la popularidad es algo bastante difícil de manejar. Cuando te tienes que montar en una guagua o en un taxi, y no tienes un buen día… es complicado. La gente espera de ti una sonrisa y en ese caso estarías mintiendo. Por ejemplo, ahora mismo estoy enfermo y cuando las personas te paran en la calle tienes que actuar como si nada pasara».
—¿En qué medio se siente más cómodo Denys Ramos?
—Siempre me ha costado trabajo contestar esa pregunta. Yo creo que no hay medio donde uno pueda sentirse cómodo y no creo que los actores tengamos que sentirnos cómodos; pero sin importar el medio, considero que lo que tienes que tener es un buen personaje. Todos los medios son diferentes, ahora estoy haciendo radio, trabajo en unos programas dramatizados que se llaman Opus Habana y En el corazón de La Habana en Habana Radio.
«En el cine he hecho muy pocas cosas y lo considero un medio que no he explorado del todo».
—El proceso de interpretación es diferente en cada actor. ¿Tienes algún método en particular?
—No todos los personajes uno los enfrenta de la misma manera. Lo primero que hago es dibujarlo en mi mente cuando leo el guion. Y me llegan a la mente muchas características desde que leo los diálogos. Es como una revelación: en cuanto leo el diálogo me doy cuenta de cómo se lo imaginó el autor. Luego, con el director, se llega a un acuerdo, porque él también tiene algo en mente, y bueno, es el dueño de la obra. No me gusta llamar títere al actor, pero es realmente un medio de la puesta en escena, que está allí porque alguien escribió su personaje y un director decidió darle vida: muy pocos son Woody Allen. Pero el texto es la biblia de un personaje.
«La escuela de nosotros es stanivslaskiana. Yo tengo otras influencias por parte de Berta Martínez, Vicente Revuelta, pero todos los métodos de alguna manera se desprenden de Stanivslasky. Para mí el método principal es la verdad. Trato siempre de encontrar puntos de contacto con la verdad, y a partir de ahí explotar al máximo el personaje».
—De todas tus interpretaciones, ¿cuál es la que más ha demandado de ti como actor?
—El personaje con el que más tuve que trabajar fue con el de Siddhartha, en la telenovela Aquí estamos, que tenía seis entrenamientos diferentes: guitarra, canto, danza, patines, etc. Incluso tuve que pedir licencia en la escuela, porque requería mucho tiempo.
—¿Y cómo llegas a las series de corte histórico? Hablo de La otra guerra y Columna 1.
—Bueno, a Columna 1 llegué de manera casuística. Estaba haciendo la serie La otra guerra, pararon las grabaciones durante tres meses y en ese plazo me llamaron para ver si yo quería protagonizar la serie documental que tenía dramatizados. Fue superinteresante porque estoy dentro de la batalla y a la vez estoy diciendo qué sucede, narrando los hechos históricos. Una manera original de atraer la atención del público y contar nuestra historia: eso me motivó mucho.
«Yo tenía miedo, porque estaba haciendo la otra serie y no quería decir sí y luego dejarlos colgados; pero dio tiempo terminar las grabaciones».
—¿Para el personaje de Cristóbal hiciste casting o pensaron directamente en ti?
—El director Alberto Luberta me llamó directamente para hacer el personaje. Eduardo Vázquez, el historiador, me dijo que él no estaba de acuerdo con que yo hiciera un maleante más. Al final me dio a Cristóbal, un personaje que agradecí, y que laceró muchísimo, con conflictos muy bien marcados. Un sicópata al que interpreté con mucho respeto; traté de no hacer al clásico villano, sino matizarlo.
—¿Estás inmerso en algún proyecto ahora mismo?
—Estoy preparándome para la segunda temporada de la serie De amores y esperanza, (la de los abogados). También estoy grabando un Tras la huella con Omar Alí. Voy a interpretar a otro maleante.












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