El ransomware es una clase de programa maligno que representa un riesgo para las personas y para los dispositivos. Su nombre no es casual: la primera parte del término, «ransom», es un vocablo inglés que significa «rescate». El ransomware es, entonces, un software extorsivo: su fin es impedir usar un dispositivo hasta que se haya pagado un rescate. La infección ocurre del siguiente modo: el ransomware se introduce en el dispositivo, después, se cifra una parte o toda la información existente en el terminal y, finalmente, se le exige a la víctima el pago de un rescate.
Aunque los ataques se han hecho populares desde mediados de la década de 2010, el primer ataque conocido fue realizado a finales de la década de los 80. Los primeros casos de ese tipo de malware se denunciaron en Rusia en 2005. Desde entonces, el ransomware se ha convertido en un fenómeno mundial. El año 2011 trajo consigo un aumento exponencial en el número de ataques de ransomware. La empresa McAfee señaló en 2013 que, solamente en el primer trimestre de ese año, se habían detectado más de 250 000 tipos de ransomware. Uno de los ataques más trascendentes ocurrió en mayo de 2017, fue conocido como WannaCry y se exigió el pago de un rescate, en bitcoins, a unas 200 000 víctimas de casi 150 países.
Las maneras más comunes de contraer una infección de ransomware son visitar un sitio web malicioso, abrir un adjunto maligno o descargar software con agregados indeseables.
Estar al tanto de estos asuntos no es patrimonio de especialistas de informática, todo usuario de un dispositivo que tenga las posibilidades de tratamiento de información debe saber que es un posible blanco de los ciberdelincuentes, no vale eso de que yo no poseo información importante y, por tanto, soy inmune a esos ataques. Piénselo y actúe en consecuencia.
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