ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Cada cumpleaños es un nuevo e indiscutible amanecer, a la vez que un privilegio. Foto: YEILÉN DELGADO CALVO

Treinta y tres años, edad mística, edad de cambios radicales, edad que abre la puerta a la crisis de la mediana edad, revoluciones solares, vuelta al principio, grandes transformaciones, movimientos energéticos, finales e inicios, resurrección…

Hay tantas visiones de esta edad y todas, tremendistas o filosóficas, coinciden en darle una connotación de parteaguas. Hasta Julio Iglesia tiene una canción a los 33 años: «Treinta y tres años / nada más son media vida / Treinta y tres años /que se van con tanta prisa (…) A veces miro hacia atrás / con la nostalgia que da / el recordar esa edad / cuando se juega a ganar. / Y hoy si quiero apostar / me toca tanto perder…».

Es creencia común que Jesucristo murió a los 33, y a los 33 murió Alejandro Magno. A los 33 nos faltan apenas dos años para llegar a esa frontera que se ha establecido entre la juventud y la adultez definitiva, y somos jóvenes pero ya no tan jóvenes; en resumen: tenemos canas, ciertas arruguitas, y suspiramos por la noche cuando logramos posar la espalda en una superficie horizontal y cómoda.

Digan lo que digan los horóscopos y la carta astral, claro que a los 33 adquirimos mayor conciencia de la fugacidad del tiempo y de la necesidad de acelerar algunas cosas y ralentizar otras.

No obstante, como cada vez que un año más queda tachado en mi historia, prefiero agradecer por la oportunidad de lo vivido, más que asustarme por la suma que va creciendo. Entonces, en los 33, agradezco cada don sencillo y deseo preservar mucho de lo que tengo hoy.

Deseo que mi hijito se siga colando por la madrugada en mi cama y me pase la pierna por encima para quedarse dormido otra vez, deseo que mi hija me siga pidiendo: «Mami, siéntate aquí conmigo».

Deseo el mismo café, la misma carcajada, el mismo abrazo sanador donde caben todos los universos, y que sea con la misma persona. Deseo que mi casa siga siendo mi hogar, y que el arte y los libros me sigan siendo tan esenciales como el pan y el agua.

Deseo querer escribir y hacerlo, deseo ver crecer a los hijos de mis amigas y que envejezcamos juntas, deseo que me acompañe siempre esa paz que es mi familia. Deseo no dejar de desear y atreverme.

Deseo fluir y transformar(me), porque no conozco nada que se parezca más a la felicidad que eso, ni mejor fórmula para desterrar la melancolía de los 33 años: «Entre nostalgia y nostalgia / entre tu vida y la mía / entre la noche y el alba / se van pasando los días».

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flores dijo:

1

28 de noviembre de 2023

11:53:43


Bello, tan bello que ilumina el alma al leerlo, y es que la edad es la que tenemos y la experiencia la que hacemos... FELICIDADES por tan hermoso artículo...