ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Testigo (2016). Foto: Cartel de la película

El mundo del espionaje retorna en un encomiable thriller político francés, que se exhibirá  durante la programación de verano de la televisión: Testigo (2016) es su título de presentación, pero mucho mejor resulta el original, La mecánica de la sombra, por cuanto da fe –como se encarga de explicarlo su director– de que «vivimos en tiempos en que es imposible no sentirse la víctima de un complot, pues cuando no son los bancos son los medios de comunicación, eso o las élites sin más. Cada día nos despertamos con una sorpresa; nadie preveía el Brexit, ni el triunfo de Trump…».

Testigo es la ópera prima de Thomas Kruithof y al ser un filme principalmente de atmósferas hace recordar el cine negro galo de la década de los 70, con la impronta de Jean Pierre Melville (El samurai, El círculo rojo) a la cabeza y el revoloteo inspirador de Hitchcock de principio a fin.

Se cuenta aquí la historia del señor Duval, un eficiente oficinista que termina por sobrepasar la línea de flotación alcohólica que pudiera mantenerlo en sus cabales. Sus jefes no se lo perdonan y, como es de suponer, ¡para la calle monsieur Duval!, a tratar de encontrar trabajo. En eso está, y también haciendo visitas a Alcohólicos anónimos, cuando recibe una llamada telefónica que le ofrece un nuevo puesto de oficinista con máquina de escribir.

¿Máquina de escribir en tiempos de computadoras?, será la primera interrogante que asaltará al espectador, de las muchas que estarán por venir en esta trama que, de golpe y porrazo, situará a su protagonista en la tortuosa mecánica del mundo oculto de los servicios secretos.

Los que recuerden el clásico filme sobre escuchas y espionajes realizado por Coppola, La conversación (1973), tendrán un referente de los enredos y misterios que se volcarán sobre ese señor Duval, encargado de transcribir conversaciones grabadas en casetes, una labor que realiza de manera mecánica hasta que un día afila la oreja y escucha demasiado.

La resonancia metafórica del filme hace pensar en la orfandad del ciudadano común frente a las fuerzas del poder y al respecto, el director Kruithof ha dicho que su propósito era que la historia –acerca de una conspiración tramada por la derecha francesa–  se viera como el  viaje de un hombre indefenso a través de la alienación y de las manipulaciones de las que es objeto.

Los giros del guion están calculados para hacer creíble una trama que, de contarse en simples palabras, pudiera parecer fantasiosa y, sin embargo, termina siendo verosímil, ya que no pocos elementos fueron transformados a partir de la vida real, en específico acontecimientos ocurridos en Francia en los últimos 30 años que hicieron sospechar –según asegura el director– de la participación de los servicios secretos de ese país en trapisondas políticas.
François Cluzet, conocido por su participación en comedias, le imprime rigor al personaje de un hombre bueno envuelto en un complot político de altos quilates y no poca pólvora. Intenso thriller este Testigo, elaborado a tono con las características de un cine noir francés que es más lo que oculta que lo que dice.

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