Santiago de Cuba.–A primera vista es perceptible el amor que, a sus 28 años, Mercedes Mojena García profesa a sus hijos Ánderson, Kevin, Yojaira, Josué y Yendri, con edades que van desde los diez años hasta los diez meses.
«Esta es mi familia –confiesa–, y cada cual tiene la suya. Hoy estamos a punto de contar con un nuevo Código de las Familias; y así como me siento representada en muchas de sus partes, respeto las que no tienen que ver conmigo, pues sé que sí atañen a otras personas».
Incluida en el programa social de atención a madres de múltiple descendencia, desde mayo último ella y sus cinco pequeños residen en un apartamento otorgado por el Estado en el centro urbano Abel Santamaría, de esta ciudad, donde ha recibido algunos beneficios más, y espera por otros importantes en el ajuar doméstico.
«El documento es muy abarcador –refiere–, y en el tiempo que me permiten mis hijos, he priorizado en aspectos del parentesco y la obligación legal de dar alimentos, deberes y derechos de madres y padres respecto a las hijas e hijos, y las situaciones de vulnerabilidad, porque solo en el caso de dos de mis hijos sus padres les dieron el apellido.
«Además, de ellos ninguno recibe pensión alguna, y la única ayuda económica me la presta el Estado por mi condición de vulnerabilidad; que está bien precisada en este Código, el cual respaldaré por mi conciencia. Soy católica y asisto a la iglesia con los niños, y tengo claro que así como uno actúa por decisión propia, no puede pensar con cabeza ajena».
Alega Mercedes Mojena que, si la sociedad es tan amplia y diversa, debe serlo la ley que está dedicada a ofrecerle una mejor convivencia.






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