TOKIO.—Nos volvió a tomar del lado de acá el juego cuando Cuba está en plena madrugada, lo que no quiere decir que esté dormida. Mientras haya un buen partido de pelota, son muchos los que prefieren mantenerse en vela. Y así habrá ocurrido en las últimas horas.
Es por eso que del juego contra Holanda que ya vieron, ustedes saben más que yo, que al redactar estas líneas estaba prácticamente a ocho horas del primer lanzamiento de Lázaro Blanco. Tampoco puedo comentarles nada sobre la posibilidad de triple empate, por la misma razón, y porque estábamos aún más lejos del juego de las siete de la noche aquí entre Japón e Israel, seis de la mañana en La Habana, que definiría esa probabilidad.
De cualquier manera y al margen del resultado, comparto con ustedes algunas breves apreciaciones del paso de Cuba por el certamen.
Es cierto que nadie va a una competencia para perder o hacer un mal papel. Pero también es cierto que uno no puede arreglar en una justa como el Clásico Mundial los problemas que viene arrastrando o algunos para los cuales no tiene solución ahora.
Por ejemplo, medirse con resultado a lanzamientos de 97 y 98 millas no es cosa de ajustarse en uno o dos turnos al bate, se necesita un campeonato, una temporada, en la que se vea con frecuencia ese reto. Tampoco podría solucionarse que el pelotero actúe con efectividad bajo alta demanda, si antes no ha tenido muchas ocasiones similares. Esto puede alcanzarse en la medida en que las campañas cubanas sean competitivas, aunque sea en su versión élite con seis equipos.
Los problemas del control en los lanzadores o la selección del pitcheo para conectar, así como encontrar la solución a la ofensiva en una determinada situación de juego, por ejemplo con hombres en bases, pasan por el mismo tema de la calidad de nuestras series nacionales. Y de que el pelotero en formación tiene que jugar, incrementársele el número de veces al bate.

A un lado lo que nos falta, creo que los peloteros que se presentaron aquí no fueron presa fácil para ningún conjunto (recuerden que no he visto el Cuba-Holanda de anoche), lo cual manda una señal. Tenemos mucha materia prima para aprovechar, tenemos lo más difícil, que es el pelotero. ¿Pero por qué entonces posiblemente no se produzca el avance a las semifinales?
Pues porque este equipo, como me dijo el colega y amigo de Prensa Latina, Yasiel Cansio, «puede parecer un día el peor de todos y en otro uno de los mejores», capaz de inverosímiles jugadas o de descomunales batazos. Y pasa por esos dos estados porque el jugador tiene calidad, pero le cuesta enfrentar a un adversario de nivel, justamente porque no hace una campaña exigente en el orden competitivo.
Creo que los peloteros en sentido general fueron subiendo con el torneo. No sé si coinciden conmigo, pero se les vio mejor ante los contrarios de más calidad (segunda fase) que frente a los del grupo preliminar. Opino, además, que en ningún momento se dieron por perdidos con rivales que los superan.

Así, por arribita, faltó que produjeran los hombres de la delantera de la alineación: Roel Santos, Alexander Ayala y Frederich Cepeda. El bajo rendimiento de ellos hizo que, en no pocas ocasiones, Alfredo Despaigne tuviera que abrir entradas. Por ejemplo, de las cuatro ante Japón, en tres abrió el inning el hombre grande de la lid.
Creo que lo que más saltó a la vista fue el descontrol de los lanzadores, causante de un gran número de carreras de los adversarios. Ya sabemos que el equipo no era superior al resto de los competidores de esta segunda etapa, pero donde más diferencia hubo con los adversarios fue en el pitcheo. El de Cuba no fue dominante.
Con todos esos problemas todavía el último día de la justa, del que insisto ustedes saben todo y yo nada, la selección nacional llegaba con algunas posibilidades de continuar compitiendo. Es por eso, si por si acaso vieron perder a Holanda, que les dejo qué podría pasar.
Si eso ocurrió y Japón más tarde también fue vencedor de Israel, habría que echarle manos a las cuentas.
Se aplicaría la siguiente ecuación para eliminar a uno de los tres: número de carreras permitidas, dividido por entradas jugadas a la defensa, entre los tres involucrados. Si persiste el empate, se aplica la misma fórmula, pero tomando solo el número de carreras limpias permitidas.
El tercer resultado más desfavorable, es decir, el de más alto índice, quedaría fuera y los otros dos jugarían un partido el jueves para definir el acompañante de Japón. Si vio el juego, si está atento, pues recuerde que soñar no cuesta nada y si lo hace despierto menos todavía.
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Antonio Rodríguez Rivera. dijo:
1
15 de marzo de 2017
09:25:53
Rafael Nuñez dijo:
2
15 de marzo de 2017
17:16:30
Rogelio dijo:
3
16 de marzo de 2017
03:40:10
Jesus Galvez dijo:
4
16 de marzo de 2017
18:02:38
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