Como les queda por sufrir a aquellos que tienen el alma envenenada por el odio, a quienes denigran a los suyos solo por pensar diferente; a los que pretenden imponer por decreto, y por violencia, su democracia, su libertad, entendidas únicamente si son las que ellos creen que deben ser. La escena vivida en Miami, en el V Clásico Mundial de Beisbol, fue la victoria del decoro ante las frustraciones del odio.
No es nuevo el proceder de los odiadores perdedores ante nuestras embajadas deportivas, solo ha cambiado el método. Hoy son el frustrado Otaola y sus jefes, derrotados de siempre, porque, aun cuando persiguieron enturbiar la confraternidad deportiva –algo de lo que no entienden, porque el inframundo que los habita se lo impide–, ya el Team Asere había triunfado. El solo hecho de salir al bello parque LoanDepot Park lo presentaba ganador y merecedor de una estela de reconocimientos, justo por la alegría y el amor que esparcieron entre seguidores y contrarios.
Hace poco más de 55 años de la Declaración del Cerro Pelado, nombre del buque que llevó a los atletas a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan, en el Puerto Rico colonizado. En ella se expresó la voluntad de participar, aunque hubiera que llegar a nado. En Jamaica, en 1962, en un evento similar, también en un estadio de pelota, el Sabina Park, provocadores, como los de ahora, lanzaron sillas y palos contra los miembros de la delegación, quienes se defendieron, provocando la huida de sus agresores; en 1963, en los Panamericanos de Sao Paulo, al avión que llevaba a los deportistas no le permitían tocar la pista del aeropuerto, y el entonces presidente del Inder, José Llanusa Gobel, le dijo al piloto que aterrizara: «Venimos a competir, es nuestro derecho».
En Indianápolis-1987, la cita panamericana encontró un ambiente hostil en varios de los escenarios; en 1993, en la lid centrocaribeña en la urbe boricua de Ponce, se lanzaron octavillas infundiendo miedo y recomendando cómo abandonar la comitiva nacional. Así pasó en la reunión continental de 1999, en Winnipeg, en la cual hasta autorizaron a un periódico, más una emisora de radio, para fustigar e incitar a la deserción de deportistas de la delegación cubana, más un manual de cómo hacerlo. En 2002, las negativas de visas a miembros de la delegación de la Mayor de las Antillas, frustraron la participación de su legación en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de ese año en El Salvador; la misma aberrada enajenación provocó igual resultado en ese evento, pero en 2010, en la borinqueña Mayagüez.
Para no ir más lejos en el tiempo, en mayo de 2021, amparados, organizados y dirigidos por los senadores Rick Scott y Marco Rubio, la congresista María Elvira Salazar, y convocados por el mismo vocero de esa jefatura, Alexander Otaola, los integrantes de ese segmento lanzaron su bilis contra la presencia de los peloteros cubanos en el torneo Preolímpico, en West Palm Beach. Incluso, la legisladora, en pos de garantizar la presencia del quórum odiador, destinó recursos para la compra de entradas. Como si fuera poco, trascendió que la seguridad del estadio, cuya responsabilidad era del propio Scott, permitió el pronunciamiento mediante carteles ofensivos y el lanzamiento de objetos al terreno contra los jugadores.
En el estadio LoanDepot Park hubo más de lo mismo, con la diferencia de que la bajeza con la que actuaron solo vino a decretar que la ciudad de Miami no está apta para recibir una competición deportiva. No lo está, no por su gente, que muchas de ellas rechazaron las grotescas agresiones, sino por un grupo que pretendió robarse el show que es de los mejores peloteros del mundo. Su gente ayudó a proteger a los beisbolistas y a sus familias –también agredidas, incluyendo niños– y a nosotros, los periodistas.
Un grupo de venezolanos, quienes el día antes (18 de marzo) del partido Cuba-Estados Unidos, fueron a apoyar a su equipo en un espectacular juego frente a los anfitriones, decidido por 9-7, ya en las postrimerías de la pizarra, se encaró con los agresores diciéndoles que ellos no eran partidarios del Gobierno de su país, pero que jamás cargarían contra los suyos.
Cubanos que viven en la propia Miami salieron a respaldar a su equipo, a contribuir con su seguridad ante las fauces verdaderamente fascistas de los agresores. Los había de pueblo, profesionales y deportistas. Ellos dijeron sentir vergüenza por lo que estaban viendo. No, claro que no revelaremos sus nombres o señas, no les daremos la oportunidad de que los satanicen o sean víctimas, como la delegación nacional al Clásico Mundial.
El vejamen al que fue sometido el equipo cubano se sufrió, sí, pero, una vez más, el triunfo sonrió a los que aman y fundan. El Team Asere se llenó de esos atributos, porque unió a los cubanos desde lo que más le gusta, la pelota, y a sus peloteros –vivan donde vivan–, desde sus raíces culturales. Fue el jonrón de Cuba, bateado por los que en la Isla combaten y resisten, por los que en el exterior siguen atados a su tierra de nobles sentimientos y por esa desbordada cubanidad que expresamos y defendemos en cualquier rincón del mundo. Es bello sentirse cubano.








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Maria Jesus dijo:
1
25 de marzo de 2023
18:04:26
cris dijo:
2
27 de marzo de 2023
14:06:18
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