ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Foto: Tomada de Jit

Cuando se está frente al ideal olímpico, al concepto de olimpismo del Barón Pierre de Coubertin, restaurador de los Juegos en la era moderna, en 1896, con sede en Atenas, se advierte la gran similitud con el proyecto social cubano. La Mayor de las Antillas ha sido una nación fiel y respetuosa de los valores de esa filosofía.

«El respeto mutuo representa lo que sin exageración puede reclamarse a la humanidad. Pedir a los pueblos que se amen los unos a los otros es una manifestación de infantilismo. Pedirles, en cambio, que se respeten, no es ninguna utopía», se lee en los postulados de esa línea de pensamiento de Coubertin.

El Comité Olímpico Internacional (COI), cuyo presidente, Thomas Bach, hoy termina una visita a Cuba, tiene por objetivo contribuir a la construcción de un mundo mejor y más pacífico, educando a la juventud a través del deporte practicado sin discriminación de ninguna clase y dentro del espíritu olímpico, que exige comprensión mutua, espíritu de amistad, solidaridad y fair play.

«Cuando cada muchacho encuentre en la ciudad, en el pueblo, en el barrio, un lugar apropiado para desarrollar sus condiciones físicas y dedicarse por entero a la práctica del deporte de su preferencia, habremos visto satisfecho el deseo de todos los que hemos hecho esta Revolución».

No lo dijo Coubertin, sino el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, apenas cuatro meses después de que la obra emancipadora se hiciera victoria, en 1959. La confluencia de ideas quedó inscrita en su definición: «El deporte es un derecho del pueblo».

Coubertin había dicho que lo importante no es ganar sino competir. Él, un eminente pedagogo, ilustró, incluso para hoy, en un mundo que busca a toda costa, y a cualquier costo, incluso hasta lacerando el organismo con el uso de drogas, el «championismo», que participar es una expresión de superarse a sí mismo, aun cuando no se alcance el podio. Ese, justamente, es el principio cardinal del movimiento deportivo cubano: la participación. No importa si el muchacho es flaquito, bajito o gordito, en la filosofía cubana, legado también del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, caben todos en su máxima de: «no deporte como un fin, sino deporte como fin en sí mismo; no el deporte para una minoría, sino el deporte para todo el pueblo».

Cuba, amante y constructora de la paz, converge con el coi y con la agenda de Bach, quien, en su mensaje del pasado mes de diciembre, por el advenimiento de 2023, dijo: «Nuestros valores, nuestra solidaridad, nuestra unidad, nuestra misión hacen que nuestro amado movimiento olímpico sea tan único. Esta es la base sólida sobre la que podemos construir nuestro futuro, sobre la que podemos construir un mundo mejor y más pacífico a través del deporte».

Así ha actuado el Comité Olímpico Cubano, y el Instituto de Deportes, Educación Física y Recreación, cooperando con los de menos recursos, brindándoles su solidaridad en la formación de atletas y entrenadores en los cinco continentes. De las aulas universitarias cubanas han salido miles de profesionales de otras latitudes.

Thomas Bach, campeón olímpico de esgrima en Montreal-1976, ha llegado al país que ocupa el decimosexto lugar en el medallero histórico de los Juegos Olímpicos, el único del Tercer Mundo entre los 20 primeros.

La de Cuba y la del movimiento que él preside son vidas paralelas, tanto, que quiso el destino, la providencia, o los mismos aros del emblema que lo identifica, que el hacedor, por oficio, porque fue un deportista en toda su magnitud; y por voluntad, porque comprendió el alcance del deporte en la sociedad, naciera el mismo día, 13 de agosto de 1926, en que se fundó el Comité Olímpico Cubano.

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