ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Hoy, que estamos en la tarea de la construcción del socialismo en Cuba, que empezamos una nueva etapa de la historia de América, el recuerdo de Antonio Maceo adquiere luces propias. Empieza a estar más íntimamente ligado al pueblo, y toda la historia de su vida, de sus luchas maravillosas y de su muerte heroica, adquiere el sentido completo, el sentido del sacrificio para la liberación definitiva del pueblo.

Desgraciadamente hoy tampoco ha acabado la tarea de liberación de Cuba. Mientras el enemigo imperialista mantenga sus garras fuertes, mantenga su apetito, sus deseos de destruir nuestra Revolución, tenemos que seguir en pie de guerra, y sigue para nosotros, tan viva y tan presente como en los días de la gesta gloriosa del 68 o del 95, la historia y los ejemplos de Antonio Maceo y de todos los hombres de aquella época, que lucharon 30 largos años por dejar los cimientos de lo que hoy estamos construyendo.

Para hacer esto que hoy se puede referir en pocas palabras, se necesitaba un inmenso poder de organización, una inmensa fe en la victoria, y en la capacidad de lucha de los hombres, y un poder de mando extraordinario para ejercerlo día a día, durante años de lucha, en condiciones extremadamente difíciles, con bajas constantes, donde los heridos corrían el peligro de ser muertos inmediatamente si caían en poder de los españoles, donde los ejércitos españoles, con capacidad y movilidad suficiente como para concentrar grupos de ejército grandes, trataban de cercarlo constantemente y lo acosaban una y otra vez.

Cuando Maceo deja el Ejército de occidente, cruza la Trocha, llega a esta zona donde perdiera la vida, había cumplido su tarea fundamental: la Revolución estaba encendida en todo el territorio de Cuba.

Hemos llegado a un momento donde el machete de Maceo vuelve a estar presente y vuelve a adquirir su antigua dimensión. Hemos pasado por la prueba más dura que puede pasar pueblo alguno, hemos estado frente a la destrucción atómica, hemos mirado al enemigo preparar su inmenso caudal de cohetes, de armas de destrucción de todo tipo, y hemos visto cómo apuntaba todo ese arsenal hacia Cuba, hemos oído sus amenazas y hemos visto sus aviones surcando nuestros aires. Y este pueblo, digno de Maceo, de la estirpe de Maceo, de Martí, de Máximo Gómez, no tembló, ni siquiera vaciló. Y el mundo moderno ha visto el espectáculo extraordinario de un pueblo entero que se preparaba a la peor de las catástrofes con una moral increíble.

Mientras quede en América, o tal vez mientras quede en el mundo un agravio que deshacer, una justicia que reparar, la Revolución Cubana no puede detenerse, debe seguir adelante y debe sentir en sí todos los males de este mundo oprimido en que nos ha tocado vivir, debe hacer suyos los sufrimientos de pueblos que, como el nuestro hace pocos años, levantan la bandera de la libertad y se ven masacrados, destruidos por el poder colonial.

Y no solo aquí en América donde tantos lazos nos unen, en el África, en el Asia, dondequiera que un pueblo en armas levante cualquier arma –que puede ser el símbolo del machete de Maceo o del machete de Máximo Gómez–, donde los dirigentes nacionales de sus pueblos levantan su voz –que puede ser el símbolo de la voz de Martí–, allí nuestro pueblo debe ir con su cariño, con su comprensión inmensa.

Por el camino de la lucha, de la lucha cruenta, sin descanso contra el poder colonial, están marchando muchos pueblos del mundo y, día a día, se levantan nuevos machetes en distintas partes de distintos continentes, para decirle al imperialismo que, cuando las razones no bastan, también está la fuerza del pueblo, y para enseñarle al imperialismo que cuando el pueblo se une no hay fuerza de las armas que pueda detenerlo. (…)

Y frente a la soberbia bestial, frente a su afán de aniquilar a todo lo que es puro en el mundo, se alzan los hombres, se alzan los hombres dirigidos por gente que levantan las banderas de Martí, de Maceo y de Gómez.

(Discurso pronunciado el 7 de diciembre de 1962. Fragmentos)

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