Luis Camnitzer es un nombre esencial para comprender las vanguardias artísticas en Latinoamérica. Nacido en Alemania en 1937 pero afincado en Uruguay desde muy temprano (sus padres huyeron del nazismo en 1939 para instalarse en Montevideo), Camnitzer ha puesto en órbita una obra que reflexiona a profundidad sobre los entresijos de la política, la libertad, las relaciones humanas y el rol del artista frente a la sociedad, lo que lo ubica como referente del arte político y el conceptualismo latinoamericano, un movimiento que arrancó en los lejanos sesenta y buscó empoderar al público en un diálogo estrecho con su realidad.
Radicado en Estados Unidos desde 1964, se ha desempeñado como docente, curador y crítico de arte. Aparte del cuidado, el rigor y la meticulosidad que define con líneas maestras su trabajo, Camnitzer destaca por la ironía, irreverencia y humor con que moldea el diseño de sus obras, rasgos que son solo la punta de lanza de una arraigada estrategia de desacralización en el arte y de enfrentamiento a los patrones establecidos. Viendo esto, podemos señalar, en un ejercicio de brevedad, que ha fundado varias instituciones apócrifas en las que, en un acto cargado de ruptura, se autoproclama como presidente o guía espiritual. De tal modo ha creado El Club de los autoproclamados, Sociedad de sociópatas inhibidos, Misántropos anónimos, Comité Internacional para la Nacionalización de Gobiernos y Profetas sin Frontera, entre otras acciones orientadas a oxigenar el hecho creativo y dotarlo de nuevos universos simbólicos.
Para su visita a la Isla, Camnitzer ha programado en Casa de las Américas, como parte de la avanzada de la Bienal Internacional de La Habana, un taller con estudiantes y una gran exposición el miércoles 20, con obras suyas recogidas en la Colección Arte de Nuestra América Haydée Santamaría, adelantó La Ventana, el portal digital de Casa de las Américas, donde se recuerda además que Camnitzer tuvo una primera y única exposición en esa institución cubana en 1983.
El quehacer del artista conceptual uruguayo, quien ha participado en varias ocasiones en La Bienal de La Habana, es un espejo que pone al ser humano frente a sí mismo y le permite hurgar en sus más intensas contradicciones, en su función social y lo convoca desde su espacio personal a tomar conciencia de su pertenencia y de su posibilidad de implicación en el diseño de la realidad. Así ha sido desde que comenzó a dar formas a obras que, como un ejercicio para conservar la memoria, retratan diferentes épocas de la historia latinoamericana, otra de sus grandes obsesiones. Como es el caso de Memorial, en la que intercaló en orden alfabético en la guía de teléfonos los nombres de las personas desaparecidas durante la dictadura militar en Uruguay. En su itinerario también aparece la obra El museo es una escuela, en la que exhorta a estas instituciones a establecer un diálogo más directo con las personas mediante acciones pedagógicas y educativas.
“Lo que pienso hacer (en Cuba) es actuar como catalizador y no tanto como presentador de obras de arte, por tanto no tengo idea de qué es lo que sucederá y eso me gusta”, dijo Camnitzer en una reciente entrevista con La Ventana. Y ciertamente con este artista nunca se sabe. Pero para más señas solo debemos volver sobre una de sus frases que revela los objetivos de su obra en toda su complejidad, cuando asegura que el arte, sobre todo, “tiene que ver con resolver problemas”.









COMENTAR
Responder comentario