
¿De qué sirve escribir poesía cuando caen las bombas / y el cielo se abre en carne viva? Najwan Darwish (Jerusalén, 1978) se lo debe haber preguntado, porque la tierra arrancada le duele, como le duelen los muertos; y sobre ello escribe profusamente, con altura, ironía, extrema sensibilidad y fiereza:
Es que hay dos tipos de personas: los que arrojan a la calle / sus pecados y tormentos para poder dormir, / y los que recogen los tormentos y los pecados de los demás, / los transforman en cruces, y cargan con ellas. Él, se entiende cuando se le lee, es de los que cargan la cruz.
Ahora, cuando la Franja de Gaza vuelve a ser titular en todos los noticieros –aunque el cometido contra Palestina sea un crimen colonialista de larga data–, ir hasta las librerías para comprar Una palabra en contra, poemas escogidos (Ediciones Matanzas, 2019) y leer a Darwish, es adentrarse desde la raíz en la vivencia de un pueblo que ha sido masacrado, pero que se resiste a desaparecer.
Cuéntame sobre esa chica que permaneció enhiesta / mientras que la pala mecánica la aplastaba / como a un almendro en marzo. / Cuéntale esto a los que dicen / que hemos sido derrotados, pide en Dime el poeta palestino, una de las voces contemporáneas más importantes en la lengua árabe, y la más reconocida de su generación.
Según Víctor Rodríguez Núñez, a cargo de la selección y el prólogo, la obra de Najwan es «una rotunda victoria del pueblo palestino sobre el colonialismo israelí; este poeta fundamental de nuestro tiempo, este verdadero maestro de la poesía dialógica, ha sabido como pocos convertir el dolor en belleza».
En los poemas recogidos en el volumen, es constante el diálogo con lo judío, desde una postura tan confrontacional como humanista, no hay odio ciego, no hay panfleto; hay sufrimiento y hay amor.
Las referencias al Holocausto evidencian lo irracional de la postura de Israel: No tengo una abuela que muriera en las cámaras de gas (…) / Abuelas, vuestro dolor no fue suficiente para salvarnos. / ¿Cuánto espanto hubo en la Nakba? / ¿Cuánto desgarro en ser un refugiado?
Y agrega: En los años treinta / los nazis tuvieron la idea /
de meter a sus víctimas en las cámaras de gas. / Los verdugos de hoy son más profesionales: / meten las cámaras de gas / dentro de sus víctimas.
No obstante, el sujeto lírico se niega a que le arrebaten sus símbolos: Tengo en mi cabeza un poema sobre Sion / esa pequeña montaña mía, (…) / Y si no escribo esto / los sionistas / habrán ganado.
En esa lucha, su discurso está marcado por la negación y la carencia: No tengo país del cual ser desterrado / No tengo país donde volver / y si me detengo en un país, muero. No pretendo decir que tengo un país / salvo la pérdida.
Terminadas las casi 200 páginas a través de las cuales se puede entrever la belleza de la vida, incluso cuando está signada por una tragedia mayúscula, quien lee se pregunta una y otra vez: ¿De qué sirve escribir poesía, o leerla, cuando caen las bombas / y el cielo se abre en carne viva?
Y el propio poeta nos responde: Déjame confiarte algunas palabras, / que las palabras no mueren; y añade: Apóyate en el lenguaje / no hay otra tierra firme para los barcos a los que sacuden /
las olas de la desgracia.
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