
De nada vale un libro decorativo, cerrado, solo. Los libros necesitan no solo propietarios; sino, además, lectores y, por consecuencia, herederos. Quien los ame y los posea, habrá pensado alguna vez qué personas se quedarán con los suyos cuando ya no esté, cuánto los apreciarán, de qué forma esas historias se les esconderán dentro a otros.
Por la suerte de una herencia otorgada así –en virtud de los lazos de la pasión lectora compartida, y no los sanguíneos– me hallé ayudando al beneficiario de ese conmovedor regalo a clasificar y seleccionar de entre la biblioteca labrada a través de toda una vida.
Hay ejemplares que nos hablan. No conocemos el título ni el autor, pero los tomamos entre las manos dispuestos a adoptarlos. Puede ser el poder del diseño, o ciertas referencias que guardamos en el inconsciente, pero es más literario pensar que hay historias a las que estamos destinadas a llegar.
Así, aquella tarde, tomé entre mis manos Generación x, de Douglas Coupland, y sin hojearlo apenas, dije: «Me quedo con este». Esa misma noche lo empecé a leer y lo seguí haciendo en cada oportunidad que tuve hasta terminarlo, fascinada por la crudeza inocente del texto.
Coupland (Alemania, 1961) escritor, dramaturgo y artista visual canadiense, cuenta en esta novela, publicada en 1991, los avatares de Andy, Claire y Dag, tres amigos que encarnan las decepciones y terrores de la llamada generación x, la nacida después del baby boom, entre 1965 y 1981.
Pero el libro pretende ser mucho más que el relato de tres destinos que se han cruzado al margen de una civilización que los harta, es un manifiesto contra el consumismo, contra la existencia que pretende suplantar con cosas el vacío espiritual, y casi nunca lo consigue; contra la moderna esclavitud del trabajo asalariado, y contra el presente sin utopías.
Generación x es un volumen inteligentemente escrito, que apela a ratos a la estética del cómic, que usa los márgenes de las páginas para dejarnos mensajes contundentes y para ofrecer un lúcido, hilarante y también disparatado diccionario de la sociedad capitalista.
Sin embargo, Generación x es, asimismo, profundamente poético en su afán de hablar no solo de un momento histórico y cultural determinado, sino de esa «sensación de oscuridad, inevitabilidad y fascinación, una sensación que seguramente habrá tenido la mayoría de los jóvenes desde el comienzo de los tiempos, cuando al estirar el cuello y mirar al cielo vieron que su cielo se desvanecía».
Hay relatos dentro de la obra, contados por los propios personajes, que resultan conmovedores hasta herirnos y serían piezas totalmente válidas, incluso leídas por separado.
Por lo que claman los protagonistas es por no deshumanizarse, por preservar su personalidad, «el minúsculo punto de luz atrapado dentro de su cápsula de carne»; y lo hacen porque «no es sano vivir la vida como si se tratara de una sucesión de breves y aislados momentos de lucidez. O nuestras vidas se convierten en historias o no hay modo de que podamos vivirlas».
La sensación de estremecimiento que dejan estas páginas no es gratuita, el autor conforma un discurso que nos juzga y nos interpela; y no queda más que responderle con sinceridad:
«Antes quiero que me digas una cosa: cuando hayas muerto, te hayan enterrado y andes flotando por ese sitio al que iremos todos, ¿cuál va a ser tu mejor recuerdo de la Tierra?
«–¿Qué quieres decir? No lo cojo.
«–Que cuál es el momento que para ti define lo que es vivir en este planeta ¿Qué te vas a llevar?».









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