
Amalia, la ya para siempre profesora de Español-Literatura, recita unos versos; por un instante olvidamos que es un personaje, y tanto quienes conocemos el poema como los que no, sentimos resonar hondo las palabras y conectarse con vivencias muy personales.
Un saldo hermoso de la serie Calendario ha sido recordarnos la poesía no como alimento para entendidos, sino como una necesidad vital del ser humano, parte de la materia de la que estamos hechos.
Muchos libros contienen la promesa de ese estremecimiento que se produce cuando encontramos nuestra alma retratada en palabras ajenas; una fiebre feliz, como la describe el poeta António Ramos Rosa: «Fiebre feliz, desde la sombra me incita, / en el hambre de palabras plenas, exactas como un crimen, / iguales, penetrantes».
Él es uno de los nueve poetas cuyos textos recoge la antología Lluvia oblicua. Poesía portuguesa del siglo xx (Ediciones Matanzas, 2013) que con selección, traducción, estudio preliminar y notas del argentino Rodolfo Alonso, nos presenta «un país de poetas, de grandes poetas».
Según Alonso, el fenómeno literario portugués constituye una palpable demostración tanto de los mejores caminos como de la vitalidad que puede aportar a una cultura la asunción de la poesía contemporánea como una experiencia a la vez profunda y compartible.
Ciertamente, desde Fernando Pessoa (1888-1935) hasta Herberto Helder (1930-2015), el libro permite aquilatar la fortaleza de una poesía que superó incluso, sin perder brillo, una larga dictadura; y que aborda lo social, filosófico y romántico desde versos casi siempre descarnados, musicales y complejos en su rotunda sencillez.
Si Pessoa, un poeta de dimensión universal, golpea con planteamientos como este, del conocido poema Tabaquería: «Cuando quise quitarme la máscara, / Estaba pegada a la cara. / Cuando la tiré y me vi en el espejo, / Ya había envejecido»; también desarma Adolfo Casais Monteiro: «¡Es que el hombre anda encerrado dentro de los cuartos / anda viviendo dentro de los libros / anda muriendo lejos de la vida!»
Sophia de Mello Breyner Andresen describe el miedo intrínseco a querer: «Terror de amarte en un sitio tan frágil como el mundo / mal de amarte en este lugar de imperfección / donde todo nos quiebra y enmudece / donde todo nos miente y nos separa», y Egito Gonçalves gesta versos como estos: « Yo vengo a ti para un amor prolongado, un amor sin angustia; / yo vengo a ti para fertilizar mi corazón, vaso de arena hasta hoy inútil, reloj de sí mismo…», en Fuente, uno de los más bellos poemas de amor escritos en lengua portuguesa.
Completan el volumen textos de Mário de Sá-Carneiro, Carlos de Oliveira y Mário Cesariny; y cuando se termina su lectura no pasa como en Lluvia oblicua, de Pessoa: no cesa la música «como un muro que se derrumba», se queda en nosotros con intensidad de aguacero.
Y hay que agradecer el regalo, porque como bien dice Ramos Rosa: «Esa lección de libertad que nos da todo verdadero poeta es el contraveneno más fecundo para todas las formas de degradación que avasallan al ser humano en nuestra época».
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Joel Ortiz Avilés dijo:
1
2 de marzo de 2022
07:26:13
J César dijo:
2
2 de marzo de 2022
10:47:44
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