
Hace justamente un lustro le pregunté a la poetisa Ángela de Mela por las emociones que la embargaban en el momento de la creación.
«No depende demasiado de mi voluntad y sí de una sintonía difusa, de un trance que se cursa con la sensibilidad y los sentidos, aun cuando se trate de elaborar, elaboro el lenguaje, utilizo los recursos retóricos y poéticos, con el fin de aproximarme a lo que he visto o sentido», me dijo.
En esto pensaba cuando después de ser presentado en la sala José Lezama Lima de la Cabaña el poemario suyo Península de Hicacos, de Letras Cubanas, escuché varios de sus textos, todos de una factura finísima, tejidos desde el más estricto cuidado expresivo y lingüístico.
Muy grato resultó oírselos a la propia poetisa, mientras la sala repleta esperaba el punto final para adquirir el libro; sin embargo, repasarlos desde la lectura es otra cosa. No es hasta que tomamos en las manos Península de Hicacos –dividido a su vez en dos partes: Península de Hicacos y Mar de Leva– y empezamos a leerlo, que nos damos cuenta de su ilación perfecta, como si cada uno de sus perlados poemas, listados por números romanos y sin títulos, fueran cuentas inseparables de una misma joya.
Es todo un poema el libro, pero un poema de amor, un conjunto compacto, donde emerge un «tú» enamorado, un «tú» que participa, disfruta, padece y goza las mismas brisas de la voz lírica, las mismas de las que el lector no puede sustraerse, porque a fuerza de gozar la lectura la termina rociado de saladas salpicaduras. Tal es la precisión de la palabra.
Sin más signos que el punto final, el conjunto se desplaza cómodamente por el verso libre dejando al lector puntuar, o seguir el impulso de un discurso que a la par que dice nos está escuchando. Sí, porque en ocasiones la perplejidad sorprende y hay que regresar de nuevo a la relectura. Pero pronto emerge el mensaje, de amoroso sentido, que alguna vez hemos percibido y el diálogo oportuno –sentido perentorio de la poesía– ocurre.
La tierra / que evapora / las joyas / de las veces / que tu boca ha mordido / la humedad de otro mundo / acuática / la raíz / hará piedra de barro / para que yo descanse. (XI)
Hay en este canto a la existencia humana, un rumor de azules, frescores, playas, olas, horizontes, océanos… que transportan al sitio donde estos versos tienen su génesis, al mismo que tan bien se ha ganado estos versos. (…) como cuando la noche / blandamente es la espuma / otra franja de especies / que aprenden el brazo / (…) el reflejo del mar en nuestra estrella (…).
No es este un poemario sencillo, no al menos para las iniciaciones en la lectura de la lírica; pero si la poesía ya ha tocado el alma del principiante –en materia, claro está, de este bendito consumo– Ángela de Mela, desde su Península, los está esperando.
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Zenia dijo:
1
14 de febrero de 2019
11:59:22
Ángela de Mela dijo:
2
16 de febrero de 2019
16:12:53
Emilia Herrera Mendoza dijo:
3
16 de febrero de 2019
16:16:56
Joel Scull dijo:
4
16 de febrero de 2019
16:31:45
Aida Rosa dijo:
5
17 de febrero de 2019
09:55:09
Daniela dijo:
6
17 de febrero de 2019
13:16:28
Vilma M dijo:
7
17 de febrero de 2019
13:33:42
Alain Herrera Barzaga dijo:
8
18 de febrero de 2019
16:54:37
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