Maite Alberdi, curtida documentalista chilena (El salvavidas, La once, Los niños, El agente topo), entrega en La memoria infinita su trabajo más conmovedor. Esta obra de la también guionista, editora, sonidista, fotógrafa, productora y crítica de cine, entrelaza la memoria colectiva con la individual, desde el amor y el respeto hacia las voces de ambas.
Sus emotivos fotogramas dan cuenta del deterioro cognitivo, físico, de un hombre; aunque no en molde elegíaco, sino desde una perspectiva de celebración de la vida. Él es Augusto Góngora, relevante comunicador, quien expuso los horrores del golpe de Estado de 1973, e hizo memorizar, lustros después, a los olvidadizos, las atrocidades contra su pueblo, cometidas por la dictadura militar de Pinochet.
Góngora –enfermo de Alzheimer desde 2014, y fallecido en mayo del actual año, con posterioridad al rodaje–, es el foco y leitmotiv, aunque el documental mantiene el punto de vista de su pareja, Paulina Urrutia, actriz y exministra de Cultura. Esta documentación del periodo de enfermedad de quien fuera su compañero por más de 20 años no hubiese sido posible sin ella, clave para Alberdi.
Incluso en la circunstancia de la enfermedad, Paulina profesa –y la documentalista lo refleja– un amor irrenunciable, generoso, bello, sin ánimo para la derrota o la desesperanza, pues ambas favorecerían ese olvido total que tanto teme. De forma constante, le recuerda a él quién es, cuánto lo quieren, cuánto se aman, lo que construyeron.
Alberdi expone una etapa para la cual no todos estamos preparados, porque es muy doloroso ver a la persona amada consumida en la desmemoria; porque lacera comparar su debilidad extrema del presente con el ser humano fuerte que un día habitó su cuerpo, y junto a quien discurrió la vida del familiar que presencia ahora, sin poder remediarlo, el ocaso de su mente y de sus fuerzas.
Son momentos de extrema dureza que, eventualmente, conducen al cuidador al desespero, la exasperación, el quiebre; incluso al sujeto más equilibrado. Por ello, el único lunar de La memoria infinita es justamente ese: la forma cómo privilegia en pantalla la incolumidad de Paulina, lindante con lo hagiográfico. Por desgracia, aunque los haya, no son muchos los santos entre los humanos. Alberdi debió sopesar lo anterior y, en consecuencia, rebajar el grado de miel de sus imágenes, más propicio para la mala ficción que para un documental.
También de la memoria va Retratos fantasmas (Kleber Mendonça Filho, 2023). El prestigioso director nos transporta en su documental a la casa en que creció y rodó algunos trabajos, al viejo Recife donde tanto de lo conocido entonces ya no existe, incluidos los cines en los cuales aprendió a amar ese arte: espacios tomados en buena medida, en Brasil, por los templos evangélicos expandidos en la era Bolsonaro. Más que ejercicio de nostalgia y de reafirmación de la identidad, que también lo es, Retratos fantasmas –exquisita obra de introspecciones y evocaciones, con la cual muchos guardarán empatía– es una oda de amor al cine y a nuestros recuerdos. Triste, vital, ecumenista, impecable.
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Renato Peña dijo:
1
13 de diciembre de 2023
10:57:17
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