
Arco de todas las artes, las Romerías de Mayo también han sido lugar de convocatoria para la escena. Y, significativamente, en sus días finales, como estos que ahora despide de manera virtual.
En los últimos años, con la producción de las instancias nacional y provincial de las artes escénicas, se han dado cita allí las agrupaciones cubanas de teatro callejero. Aquellas cuya línea estética es esa, en exclusiva, y otras que la incluyen entre distintas vertientes de su quehacer. Como colofón del encuentro, críticos y especialistas hemos conducido un diálogo protagonizado por los propios artistas, a partir de los desafíos de sus respectivas prácticas. Ha servido siempre para conocernos mejor y otear el panorama de la especialidad.
Bien llamada ciudad de los parques, Holguín abre esos magníficos respiraderos de su trama urbana al acontecer artístico. Aunque lo hace de manera sistemática, en las Romerías alcanza su cénit, porque ellas son una fiesta que estalla en la calle, si bien ocupan decenas de espacios en la urbe. Tales coordenadas explican el éxito, allí, de las expresiones callejeras en danza, teatro y otras manifestaciones performativas durante cada inicio de mayo.
Por cualquier esquina aparece el actor en zancos, la bailarina de cuerpo entero, la máscara total de las estatuas vivientes. No podría dejar de mencionar, entre una enumeración mucho más extensa, a Morón Teatro, Andante, Teatro D’Luz, Macubá, Gigantería, ni, por supuesto, a colectivos anfitriones como el Teatro Lírico Rodrigo Prats, el Guiñol de Holguín y Codanza, que han sabido abrirse al espacio público como parte de sus travesías, signo del toma y daca entre la creación y el evento. De hecho, Codanza, con Maricel Godoy al frente, convierte el parque Calixto García en escenario abierto al baile de varias compañías.
Párrafo aparte en esta historia merece El Mirón Cubano, vivo con el compromiso de la familia Rodríguez-Fernández. La estampa de su líder, el desaparecido actor, dramaturgo y director Albio Paz, como Quijote sobre su Rocinante, es símbolo mismo de su cruzada a favor del teatro callejero en Cuba. Sin mezquindad alguna, él compartió la capitanía del teatro callejero en Matanzas con el Holguín de las Romerías, suerte de alfa y omega de esta expresión entre nosotros. No como principio y fin, sí como imanes insoslayables del mapa escénico nacional. En dicha cartografía, el Holguín de Romerías es el trazado inabarcable, la fiesta infinita.
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