ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ismel Jiménez fue uno de los pocos lanzadores con buenos resultados como refuerzo. Foto: Ricardo López Hevia

Tres años cumplió la nueva estructura, con la inclusión de refuerzos al término de la primera fase, cuando ocho equipos se ganan el derecho a discutir cuatro puestos para la se­mifinal. Es una Serie Nacional en los inicios y una Selectiva después, en la cual supuestamente la calidad debe de aumentar.

Pero, ¿ha sido así? Si miramos hacia el aspecto ofensivo es una realidad que se agrupan en los ocho contendientes muchos buenos bateadores. Hombres como Frederich Cepeda, Yosvani Alarcón, Alexei Bell, Yeniet Pérez, Ariel Borrero, Alfredo Despaigne, Roel Santos, Luis Yander la O han integrado en una o más ocasiones la nómina de los conjuntos, fortaleciendo el ataque.

Las estadísticas lo demuestran. En las últimas ediciones (segunda fase) de nuestro clásico beisbolero el average de bateo ha ido creciendo desde 275 en la 52 Serie hasta 293 en la recién finalizada lid. Ocurre lo mismo con el slugging, que ya se montó en 416 y los jits conectados, por encima de los 3 300. La consecuencia directa es que en la 54 Serie se anotó un promedio de 11 carreras por partido, con profusión de nocaos y juegos con marcadores abultados.

El reverso de la medalla es el pitcheo. Si en la primera versión con equipos reforzados el pitcheo promedió por debajo de las cuatro carreras limpias, en la segunda rebasó esa marca y ahora se encaramó hasta más de cinco por juego. Buena parte de ese aumento podemos encontrarla en el manifiesto descontrol de la mayoría de nuestros lanzadores, al extremo de que solo se propinaron 95 ponches más que bases por bolas en la finalizada segunda fase, casi a una transferencia por cada estrucado.

El por qué de tamaña inefectividad tiene muchas aristas. He tenido la oportunidad de conversar con varios de nuestros más destacados entrenadores de esa área —Javier Gál­vez, José Elosegui, Julio Romero, Waldo Velo, Ma­nuel Álvarez, José M. Cortina, entre otros—, y todos coinciden en que en nuestro béisbol se violan etapas. A nuestra Serie Nacional llegan muchachos de 18 años con talento, pero sin conocer elementos básicos.

Afirman que lo primero es aprender lo que llaman “control grueso”, tirar strikes, no im­porta que sean por el centro del plato. Des­pués comienza el trabajo para dominar el “control fino”, poder lanzar con puntería en las esquinas y en la zona baja. Finalmente la adquisición de un repertorio que les permita sacar de balance al bateador. No se puede aspirar a ganar dominando solo un par de lanzamientos.

El pitcheo es un arte—como el bateo es una ciencia—, y ese arte conlleva un sinfín de detalles. Por ejemplo, la estatura del lanzador es muy importante porque, de acuerdo con los estudios realizados por una entidad llamada Sport Science, el paso promedio de un serpentinero es el 87 %  de su altitud. Si tiene unos 1,90 metros, la distancia del box al home pudiera reducirse a dos metros y centímetros, más de seis pies, por lo tanto el bateador estaría solo a 54 pies de la pelota y, por supuesto, su tiempo de reacción para realizar el swing se reduce considerablemente, menos de un se­gundo según afirman los especialistas.

Esa misma entidad hace hincapié en la inclinación de los hombros y el ángulo entre el izquierdo y el derecho. Un pitcher zurdo que pertenece al Salón de la Fama de Coo­perstown, Randy Johnson, tenía una inclinación de 40 a 60 grados teniendo como punto de eje su cabeza y eso le permitía tirar una recta a 99 millas por hora y una slider a 90.

Desde hace años en la pelota cubana existe una reglamentación por la cual un abridor puede llegar a los cien lanzamientos en un partido con la obligación de no trabajar más hasta el quinto día. Y también más recientemente se decretó un día de descanso entre subseries, dos medidas que buscaban proteger el brazo evitando el sobreuso.

Existen teorías sobre el tema de la utilización del lanzador. Si malo es el abuso, contraproducente es el exceso de reposo. En nuestro caso la reglamentación de lanzamientos y el día extra de asueto no han ofrecido resultados positivos.

La tabla estadística que acompaña este trabajo lo demuestra. No pretendo en­con­trar soluciones pero, sin lugar a dudas, el tema da para mucho más.

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