
Todo el pasado no es historia. Puede llamarse así solo aquel que por su relevancia mereció la aprehensión de la memoria humana, y aún al pasar de los años da lecciones al presente, y es útil para construir futuros.
Para suerte de todas sus generaciones, Cuba ha sido en sí misma una cadena interminable de hitos épicos, porque ha tenido de esos pasados legendarios en cualquiera de las épocas, y también sangre joven que supiera leer de ellos, aprender lo mejor, acrisolar ideales y salir a defenderlos en arriesgadas empresas, fundadoras y revolucionarias, que han costado lágrimas y vidas.
El vigor físico y la lozanía de la respuesta ante la hoguera, revelan por sí mismas que Hatuey, el cacique, no era un hombre viejo; como tampoco han podido convertirse en hombres viejos esos tres héroes, que al Norte y por casi 16 años, han soportado barrotes y distancias. ¡Cuánto tiempo entre el primero y los otros; cuántos ejemplos!
Cultivar versos, pinturas, esperanzas y amores en medio de celdas solitarias, solo es posible en almas jóvenes; pero entre estos —jóvenes de hoy— y el indio rebelde de los primeros tiempos de la Isla, un rosario infinito de bisoños ha escrito quizás el compendio de páginas gloriosas más nutrido y ejemplar de la patria cubana.
Apellidos de corta edad, pero suficientes para las leyendas, se advierten en la mención de Céspedes, Martí, Maceo, Villena, Mella, Guiteras, Castro, Cienfuegos, Guevara…; cada uno a la par de acontecimientos grandes narrados en gritos, sublevaciones, batallas, fundaciones, travesías, asaltos y revoluciones.
Pero hoy es julio, y este mes siempre nos trae el pretexto del estremecimiento nacional que fue el día 26, hace ya 61años. La nación amordazada y con una bayoneta al pecho, sufría la ignominia en sus cuatro costados, y nadie, salvo la generación más nueva que había leído diferente a Martí, se atrevió a levantar la voz y el fusil.
¿Qué edad tenía el mayor de los atrevidos aquella mañana de la Santa Ana? ¿Cuántos años el menor? ¿Cómo en tan poco tiempo de vida les cabía tanta doctrina limpia y propulsora, como la del Maestro centenario, capaz de fundar ideología y empujar a la acción, irreversibles, aún ante la certeza de la muerte?
El Moncada de Santiago y el Céspedes de Bayamo —nombres inmerecidos para tales antros de terror y sangre— fueron más que el suceso militar, la lección arrolladora de una generación insurrecta. Con el 26 se fraguó un símbolo que dijo para siempre del espíritu posible de los jóvenes cubanos, capaces de cualquier cosa si los mueve el pretexto de lo bello, lo renovador y sobre todo lo justo.
Hace 55 años vivimos al interior de la ínsula una paz que desterró la vida temerosa a punta de pistola, el asesinato cotidiano y los derechos suprimidos; pero una juventud inquieta siempre tiene sus responsabilidades, las busca y las emprende para el bien colectivo, porque todo tiempo es dable a ser mejor, y en esto son los jóvenes los guerrilleros posibles. ¿Cuál es hoy, entonces, su Moncada?
Cuba vive un periodo tremendo, de cambios que necesitan respirarse en muchas cosas. La economía ha pasado a ser el centro de la transformación pretendida, y dentro de ella, no hay duda, todo lo que pueda aportar la sangre nueva será útil y perdurable.
Redundan en el lenguaje laboral términos como eficiencia, rendimiento, calidad, atención al hombre, que no han cuajado en la creación de riquezas. Para hacer esos vocablos realidad, es imprescindible esa sangre joven, renovadora, con su creatividad e iniciativas, defensora del espíritu de aquellos mozalbetes que dieron luz a la mañana de la Santa Ana en 1953.
Conocí hace poco a un muchacho que a los 17 asumió una cooperativa y la salvó con sus ideas. Lleva nueve años al frente y todavía es el menor de los socios. Supe de otro que inventó la pieza necesaria, y salvó una industria.
Algún momento, hace tiempo, escribí que al joven hay que darle los espacios y las posibilidades para que las practique.
La clave es conducirlo a participar, que palpe la utilidad y conozca la virtud…, practicándola.
Creo en la suficiente madurez de las generaciones nuevas como para confiar en que sabemos bien todo lo bueno de la herencia recibida, que nos plantó en la vida como hombres y mujeres dignos, con derechos y garantías inviolables; y también confío en la inconformidad permanente que pueda compulsar a superarnos.
Pónganse las bridas en manos jóvenes y se verá el éxito al final, aunque haya tropiezos. La propia historia de la generación del Moncada dio la lección más grande: se ama y defiende mejor lo que se conquista con manos propias…, y para los jóvenes, el futuro siempre ha de ser algo que se debe conquistar.








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Taguari dijo:
1
11 de julio de 2014
10:40:41
YANES dijo:
2
11 de julio de 2014
10:51:54
toyo dijo:
3
11 de julio de 2014
15:23:30
Gonzalo Hernández dijo:
4
12 de julio de 2014
05:15:33
Marisol Santos dijo:
5
14 de julio de 2014
12:02:28
Edgar dijo:
6
14 de julio de 2014
14:09:49
DON dijo:
7
17 de julio de 2014
16:47:56
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