Lula me recordó con calidez la primera vez que
visitó nuestro país en el año 1985 para participar en una reunión
convocada por Cuba para analizar el agobiante problema de la deuda
externa, en la que expusieron y debatieron sus criterios los
representantes de las más variadas tendencias políticas, religiosas,
culturales y sociales, preocupados por el asfixiante drama.
Los encuentros tuvieron lugar a lo largo del año. Se
convocó a líderes de obreros, campesinos, estudiantiles, u otras
categorías según el tema. Él era uno de ellos, ya conocido entre
nosotros y en el exterior por su mensaje directo y vibrante, de
joven dirigente obrero.
América Latina debía entonces 350 mil millones de
dólares. Le conté que aquel año de intensa lucha había escrito
largas cartas al Presidente de Argentina, Raúl Alfonsín, para
persuadirlo de que no siguiera pagando aquella deuda. Conocía las
posiciones de México, inconmovible en el pago de su enorme deuda
externa, aunque no indiferente al resultado de la batalla, y la
especial situación política de Brasil. La deuda argentina era
suficientemente grande después de los desastres del gobierno
militar. Se justificaba el intento de abrir una brecha en esa
dirección. No pude lograrlo. Pocos años después la deuda
latinoamericana, con sus intereses, ascendía a 800 mil millones; se
multiplicó por dos y ya había sido pagada.
Lula me explica la diferencia con aquel año. Afirma
que hoy Brasil no tiene deuda alguna con el Fondo Monetario ni
tampoco con el Club de París, y dispone de 190 mil millones de USD
en sus reservas. Deduje que su país había pagado enormes sumas para
cumplir con aquellas instituciones. Le expliqué la colosal estafa de
Nixon a la economía mundial, cuando unilateralmente suspendió el
patrón oro en 1971 que ponía límites a la emisión de billetes. El
dólar mantenía hasta entonces un equilibrio con relación a su valor
en oro. Treinta años antes Estados Unidos disponía de casi todas las
reservas de ese metal. Si había mucho oro, compraban; si había
escasez, vendían. El dólar ejercía su papel como moneda de cambio
internacional, dentro de los privilegios que le fueron concedidos a
ese país en Bretton Woods en el año 1944.
Las potencias más desarrolladas estaban destruidas
por la guerra. Japón, Alemania, URSS y el resto de Europa apenas
contaban con ese metal en sus reservas. La onza troy de oro podía
adquirirse hasta por 35 dólares; hoy se necesitan 900.
Estados Unidos —le dije— ha comprado bienes en todo
el mundo imprimiendo dólares, y sobre tales propiedades adquiridas
en otras naciones ejercen prerrogativas soberanas. Nadie desea, sin
embargo, que el dólar se devalúe más, porque casi todos los países
acumulan dólares, es decir, papeles, que se devalúan constantemente
desde la decisión unilateral del Presidente de Estados Unidos.
Las reservas en divisas actuales de China, Japón, el
sureste asiático y Rusia acumulan tres millones de millones
(3.000.000.000.000) de dólares; son cifras siderales. Si les sumas
las reservas en dólares de Europa y el resto del mundo, verás que
equivale a una montaña de dinero cuyo valor depende de lo que haga
el gobierno de un país.
Greenspan, quien fuera durante más de 15 años
Presidente de la Reserva Federal, se moriría de pánico ante una
situación como la actual. ¿A cuánto puede ascender la inflación en
Estados Unidos? ¿Cuántos nuevos empleos puede crear este año ese
país? ¿Hasta cuándo va a funcionar su máquina de imprimir billetes
antes de que se produzca el colapso de su economía, además de usar
la guerra para conquistar los recursos naturales de otras naciones?
Como consecuencia de las duras medidas que le
impusieron en Versalles al Estado alemán derrotado en 1918, en el
que se instaló un régimen republicano, el marco alemán se devaluó de
tal forma que llegó a necesitarse decenas de miles de ellos para
comprar un dólar. Tal crisis alimentó el nacionalismo alemán y
contribuyó extraordinariamente a las absurdas ideas de Hitler. Este
buscó culpables. Muchos de los principales talentos científicos,
escritores y financistas eran de origen judío. Los persiguieron.
Entre ellos estaba Einstein, autor de la teoría de que la energía es
igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la
luz, que lo hizo famoso. También Marx, nacido en Alemania, y muchos
de los comunistas rusos, eran de ese origen, practicasen o no la
religión hebraica.
Hitler no culpó al sistema capitalista del drama
humano, sino a los judíos. Partiendo de burdos prejuicios, lo que
deseaba realmente era "espacio vital ruso" para su raza superior
germánica, cuyo imperio milenario soñaba edificar.
Mediante la Declaración Balfour los británicos
decidieron en 1917 crear dentro de su imperio colonial el Estado de
Israel en territorio poblado por palestinos, de otra religión y
cultura, que en aquellas tierras vivieron junto a otras etnias,
entre ellas la judaica, durante muchos siglos antes de nuestra era.
El sionismo se hizo popular entre los estadounidenses, que odiaban
con razón a los nazis y cuyas bolsas financieras estaban controladas
por representantes de aquel movimiento. Ese Estado aplica hoy los
principios del Apartheid, posee sofisticadas armas nucleares y
controla los centros financieros más importantes de Estados Unidos.
Fue utilizado por este país y sus aliados europeos para suministrar
armas nucleares al otro Apartheid, el de Sudáfrica, para usarlas
contra los combatientes internacionalistas cubanos que luchaban
contra los racistas al sur de Angola si cruzaban la frontera de
Namibia.
Inmediatamente después le hablé a Lula de la
política aventurera de Bush en el Medio Oriente.
Prometí entregarle el artículo que sería publicado
en Granma al día siguiente, 16 de enero. Firmaría de puño y
letra el que destinaba a él. Le haría entrega, igualmente, antes de
marcharse, del artículo de Paul Kennedy, uno de los intelectuales
más influyentes de Estados Unidos, sobre la interconexión entre los
precios de alimentos y petróleo.
Tú eres productor de alimentos, le añadí, y además
acabas de encontrar importantes reservas de crudo ligero. Brasil
posee 8 millones 534 mil kilómetros cuadrados y dispone del 30 por
ciento de las reservas de agua del mundo. La población del planeta
necesita cada vez más alimentos, de los cuales ustedes son grandes
exportadores. Si se dispone de granos ricos en proteínas, aceites y
carbohidratos —que pueden ser frutos, como la semilla del marañón,
la almendra, el pistacho; raíces, como el maní; la soya, con más del
35% de proteína, el girasol; o cereales, como el trigo y el maíz—,
es posible producir la carne o la leche que desees. No mencioné
otros de la larga lista.
En Cuba, le continué explicando, tuvimos una vaca
que estableció récord mundial de leche, una mezcla de Holstein con
Cebú. De inmediato Lula la mencionó: "¡Ubre Blanca!" exclamó.
Recordaba su nombre. Le añadí que llegó a producir 110 litros
diarios de leche. Era como una fábrica, pero había que darle más de
40 kilogramos de pienso, el máximo que podía masticar y tragar en 24
horas, una mezcla donde la harina de soya, una leguminosa muy
difícil de producir en el suelo y clima de Cuba, es el componente
fundamental. Ustedes tienen ahora las dos cosas: suministro seguro
de combustible, materias primas alimenticias y alimentos elaborados.
Se proclama ya el fin de los alimentos baratos. ¿Qué
harán las decenas de países con muchos cientos de millones de
habitantes que no cuentan con una cosa ni otra?, le expreso. Esto
significa que Estados Unidos tiene una enorme dependencia externa,
pero a la vez un arma. Sería echando mano de todas sus reservas de
tierra, pero el pueblo de ese país no está preparado para eso. Ellos
están produciendo etanol a partir del maíz, lo cual provoca que
retiren del mercado una gran cantidad de ese grano calórico,
continué argumentándole.
Lula me cuenta, con relación al tema, que los
productores brasileños están vendiendo ya la zafra de maíz del 2009.
Brasil no es tan dependiente del maíz como México o Centroamérica.
Pienso que en Estados Unidos no se sustenta la producción de
combustible a partir del maíz. Eso confirma, le afirmé, una realidad
con relación a la subida impetuosa e incontrolable de los precios de
los alimentos, que afectará a muchos pueblos.
Tú en cambio cuentas, le dije, con un clima
favorable y una tierra suelta; la nuestra suele ser arcillosa y a
veces dura como el cemento. Cuando vinieron los tractores soviéticos
y los de otros países socialistas se rompían, hubo que comprar
aceros especiales en Europa para fabricarlos aquí. En nuestro país
abundan las tierras negras o rojas de tipo arcilloso. Trabajándolas
con esmero, pueden producir para el consumo familiar lo que los
campesinos del Escambray denominaban "alto consumo". Ellos recibían
del Estado cuotas de alimentos y consumían además sus productos. El
clima ha cambiado en Cuba, Lula.
Para producciones comerciales de granos en gran
escala, como requieren las necesidades de una población de casi 12
millones de personas, nuestras tierras no son aptas, y el costo en
máquinas y combustibles que el país importa, con los actuales
precios, sería muy alto.
Nuestra prensa publica producciones de petróleo en
Matanzas, la reducción de costos y otros aspectos positivos. Pero
nadie señala que su precio en divisas hay que compartirlo con los
socios extranjeros que invierten en las sofisticadas máquinas y la
tecnología necesarias. Por otro lado, no existe la mano de obra
requerida para aplicarla intensivamente en la producción de granos,
como hacen los vietnamitas y chinos cultivando mata a mata el arroz
y extrayendo a veces dos y hasta tres cosechas. Corresponde a la
ubicación y tradición histórica de la tierra y sus pobladores. No
pasaron antes por la mecanización en gran escala de modernas
cosechadoras. En Cuba hace mucho rato que abandonaron el campo los
cortadores de caña y los trabajadores de los cafetales de las
montañas, como era lógico; también gran número de constructores,
algunos de la misma procedencia, abandonaron luego las brigadas y se
convirtieron en trabajadores por cuenta propia. El pueblo sabe lo
que cuesta arreglar una vivienda. Es el material, más el elevado
costo del servicio que le prestan por esa vía. El primero tiene
solución, el segundo no se resuelve —como creen algunos— lanzando
pesos a la calle sin su contrapartida en divisas convertibles, que
ya no serán dólares sino euros o yuanes cada vez más caros, si entre
todos logramos salvar la economía internacional y la paz.
Mientras tanto, veníamos y debemos continuar creando
reservas de alimentos y combustible. En caso de ataque militar
directo, la fuerza de trabajo manual se multiplicaría.
En el breve tiempo que estuve con Lula, dos horas y
media, habría querido sintetizar en unos minutos los casi 28 años
transcurridos, no desde que él visitó por primera vez Cuba, sino
desde que lo conocí en Nicaragua. Ahora era el líder de un inmenso
país, cuya suerte, sin embargo, depende de muchos aspectos que son
comunes a todos los pueblos que habitan este planeta.
Le solicité permiso para hablar sobre nuestra
conversación con libertad y a la vez con prudencia.
Cuando está delante de mí, sonriente y amistoso, y
lo escucho hablar con orgullo de su país, de las cosas que está
haciendo y se propone hacer, pienso en su instinto político. Yo
acababa de revisar velozmente un informe de cien páginas sobre
Brasil y el desarrollo de las relaciones entre nuestros dos países.
Era el hombre que conocí en la capital sandinista de Managua y que
tanto se vinculó con nuestra Revolución. No le hablé ni le habría
hablado de algo que resultara injerencia en el proceso político de
Brasil, pero él mismo entre las primeras cosas dijo: ¿Te acuerdas,
Fidel, cuando hablamos del Foro de Sao Paulo, y me dijiste que era
necesaria la unidad de la izquierda latinoamericana para garantizar
nuestro progreso? Pues ya estamos avanzando en esa dirección.
De inmediato me habla con orgullo de lo que es
Brasil hoy y sus grandes posibilidades, tomando en cuenta sus
avances en ciencia, tecnología, industria mecánica, energética y
otras, unidos a su enorme potencial agrícola. Por supuesto que
incluye el elevado nivel de las relaciones internacionales de
Brasil, que detalla con entusiasmo, y de las que está dispuesto a
desarrollar con Cuba. Habla con vehemencia de la obra social del
Partido de los Trabajadores, hoy apoyada por todos los Partidos de
la izquierda brasileña, que están lejos de contar con una mayoría
parlamentaria.
Sin dudas era una parte de las cosas analizadas hace
años cuando hablamos. Ya entonces el tiempo transcurría con
celeridad, pero ahora cada uno de los años se multiplica por diez, a
un ritmo difícil de seguir.
Deseaba también hablarle de eso y otras muchas
cosas. No se sabe cuál de los dos tenía más necesidad de transmitir
ideas. Por mi parte, supuse que él se iría al día siguiente, y no
esa misma noche temprano, según plan de vuelo programado antes de
vernos. Eran aproximadamente las cinco de la tarde. Sobrevino una
especie de competencia por el uso del tiempo. Lula, astuto y rápido,
tomó desquite al reunirse con la prensa, cuando de forma picaresca y
siempre sonriente, como se puede apreciar por las fotos, les dijo a
los periodistas que él solo había hablado media hora y Fidel dos.
Por supuesto que yo, valiéndome del derecho de antigüedad, usé más
tiempo que él. Hay que descontar el de las fotos mutuas, ya que pedí
una cámara prestada y me volví reportero; él hizo lo mismo.
Tengo aquí 103 páginas de cables hablando de lo que
Lula dijo a la prensa, las fotos que le tomaron y la seguridad que
transmitió sobre la salud de Fidel. Realmente no dejó espacio
noticioso para la reflexión publicada el 16 de enero, que terminé de
elaborar el día antes de su visita. Él ocupó todo el espacio, lo que
es equivalente a su enorme territorio, comparado con la minúscula
superficie de Cuba.
Le dije a mi interlocutor cuánto me satisfacía su
decisión de visitar Cuba, aun cuando no tuviera la seguridad de
reunirse conmigo. Que tan pronto lo supe, decidí sacrificar lo que
fuera en materia de ejercicios, rehabilitación y recuperación de
facultades, para atenderlo y conversar ampliamente con él.
En ese momento, aunque sabía ya que se iba ese mismo
día, no conocía la urgencia de su partida. Evidentemente el estado
de salud del vicepresidente de Brasil, conocido por sus propias
declaraciones, lo urgió a partir para llegar casi al amanecer del
otro día a Brasilia, en plena primavera. Otra larga jornada de
ajetreo para nuestro amigo.
Un fortísimo y sostenido aguacero caía en su
residencia mientras Lula esperaba las fotos y dos materiales
adicionales, con notas mías. Bajo la lluvia partió esa noche hacia
el aeropuerto. Si viera lo que se publicaba en la primera página del
Granma: "2007, el tercero más lluvioso en más de 100 años",
lo ayudaría a comprender lo que le afirmé sobre el cambio de clima.
Pues bien: ya comenzó la zafra azucarera en Cuba, y el llamado
período seco. El rendimiento en azúcar no pasa del nueve por ciento.
¿Cuánto costará producir azúcar para exportar a diez centavos la
libra, cuando el poder adquisitivo de un centavo es casi cincuenta
veces menos que cuando el triunfo de la Revolución el Primero de
Enero de 1959? Reducir los costos de esos y otros productos para
cumplir nuestros compromisos, satisfacer nuestro consumo, crear
reservas y desarrollar otras producciones, es un gran mérito; pero
ni soñar, por ello, que las soluciones de nuestros problemas son
fáciles y están a la vuelta de la esquina.
Hablamos, entre otros numerosos temas, de la toma de
posesión del nuevo presidente de Guatemala, Álvaro Colom. Le conté
que había visto el acto sin perder detalle y los compromisos
sociales del recién electo Presidente. Lula comentó que lo que hoy
se puede ver en América Latina nació en 1990, cuando decidimos crear
el Foro de Sao Paulo: "Tomamos una decisión aquí, en una
conversación que tuvimos. Yo había perdido las elecciones y tú
fuiste a mi casa a almorzar a San Bernardo."
Apenas se iniciaba mi conversación con Lula, y tengo
todavía muchas cosas que contar e ideas que exponer, tal vez de
alguna utilidad.