
EL IMPERIO
Y LA ISLA INDEPENDIENTE
La historia
de Cuba en los últimos 140 años es la de la lucha por preservar la
identidad e independencia nacionales, y la historia de la evolución
del imperio de Estados Unidos, su constante pretensión de apropiarse
de Cuba y los horrendos métodos que hoy utiliza para mantener
el dominio del mundo.
Destacados
historiadores cubanos han tratado con profundidad estos temas en
distintas épocas y en diversos y excelentes libros que merecen estar
al alcance de nuestros compatriotas. Estas reflexiones van
dirigidas especialmente a las nuevas generaciones con el objetivo de
que conozcan hechos muy importantes y decisivos en el destino de
nuestra patria.
Primera
parte: La imposición de la Enmienda Platt como apéndice
de la Constitución neocolonial cubana de 1901.
La “doctrina
de la fruta madura” fue formulada en 1823 por John Quincy Adams,
Secretario de Estado y más tarde Presidente. Estados Unidos
inevitablemente lograría, por ley de gravitación política,
apoderarse de nuestro país al romperse la subordinación colonial
a España.
Bajo
el pretexto de la voladura del “Maine” ―suceso que está todavía por
desentrañar, aprovechado para desatar la guerra contra España,
como el incidente del Golfo de Tonkin, hecho que en cambio fue
probadamente prefabricado a los efectos de atacar a Viet Nam del
Norte―, el presidente William McKinley firmó la Resolución Conjunta
del 20 de abril de 1898, la cual declaraba “…que el pueblo de la
isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”, “…que
los Estados Unidos por la presente declaran que no tienen deseo
ni intención de ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobre
dicha Isla, excepto para su pacificación, y afirman su
determinación, cuando esta se haya conseguido, de dejar el gobierno
y dominio de la Isla a su pueblo.” La Resolución Conjunta autorizó
al Presidente el uso de la fuerza para eliminar el gobierno español
en Cuba.
El coronel
Leonard Wood, jefe principal del regimiento de los Rough Riders,
y Theodore Roosevelt, segundo jefe de los voluntarios expansionistas
que desembarcaron en nuestro país por las playas próximas a Santiago
de Cuba, ya destruida por los acorazados norteamericanos la valiente
pero mal utilizada escuadra española y la infantería de Marina que
llevaba a bordo, solicitaron el apoyo de los insurrectos cubanos,
que al precio de enormes sacrificios habían desgastado y puesto
fuera de combate al ejército colonial español. El regimiento de los
Rough Riders había desembarcado sin los caballos.
Tras
la derrota española el 10 de diciembre de 1898, se firmó el Tratado
de París entre los representantes de la Reina Regente de España y
los del Presidente de Estados Unidos, en el cual, a espaldas
del pueblo de Cuba, se acordó que España renunciaba a todo derecho
de soberanía y propiedad sobre la isla y la evacuaría. Cuba sería
ocupada por Estados Unidos con un carácter temporal.
Ya nombrado
gobernador militar norteamericano y Mayor General del Ejército,
Leonard Wood dictó la Orden 301 del 25 de julio de 1900, por la que
se decretó la realización de una elección general para delegados a
una Asamblea Constituyente que debería reunirse en la ciudad
de La Habana a las 12 del día del primer lunes de noviembre de 1900,
con el objetivo de redactar y adoptar una Constitución
para el pueblo de Cuba.
El
15 de septiembre de 1900 se efectuaron los comicios, en los cuales
fueron seleccionados 31 delegados provenientes de los partidos
Nacional, Republicano y Unión Democrática. El 5 de noviembre
de 1900 se procedió a realizar la apertura de la Convención
Constituyente en el Teatro Irijoa de La Habana, ocasión en que
recibió el nombre de Teatro Martí.
El general
Wood, en representación del Presidente de Estados Unidos, declaró
constituida la Asamblea. Wood les adelantó los propósitos que
abrigaba el gobierno de Estados Unidos: “Cuando hayáis formulado
las relaciones que, a vuestro juicio, deben existir entre Cuba
y Estados Unidos, el gobierno de Estados Unidos adoptará sin duda
alguna las medidas que conduzcan por su parte a un acuerdo final
y autorizado entre los pueblos de ambos países, a fin de promover
el fomento de sus intereses comunes.”
La
Constitución de 1901 dispuso en su Artículo 2 que “componen
el territorio de la República, la Isla de Cuba, así como las islas
y cayos adyacentes que con ella estaban bajo la soberanía de España
hasta la ratificación del Tratado de París de 10 de diciembre
de 1898.”
Redactada
la Constitución, llegó el momento de definir las relaciones
políticas entre Cuba y Estados Unidos. Al efecto, el 12 de febrero
de 1901 se designó una comisión de cinco miembros encargada
de estudiar y proponer lo que procediera al expresado fin.
El 15 de
febrero el gobernador Wood invitó a los miembros de la comisión a
una pesquería y les ofreció un banquete en Batabanó, ruta principal
de acceso a la Isla de Pinos, como se le conocía, entonces ocupada
también por las tropas de Estados Unidos que intervinieron
en la Guerra de Independencia de Cuba. En el propio Batabanó les
dio a conocer una carta del Secretario de la Guerra, Elihu Root,
en la que estaban contenidos los aspectos fundamentales de la futura
Enmienda Platt. Según las instrucciones recibidas de Washington,
las relaciones entre Cuba y Estados Unidos debían regularse
por varios aspectos. El quinto de estos era que, para facilitar
a Estados Unidos el cumplimiento de deberes tales como los que
recaerían sobre ellos por las estipulaciones ya expresadas,
y para su propia defensa, Estados Unidos podría adquirir título,
y conservarlo, de terrenos para estaciones navales y mantener
estas en ciertos puntos específicos.
Al conocer
la Convención Constituyente cubana las condiciones exigidas
por el gobierno de Estados Unidos, aprobó, el 27 de febrero de 1901,
una posición opuesta a la del Ejecutivo norteamericano, en la cual
se eliminaba el establecimiento de estaciones navales.
El gobierno
de Estados Unidos acordó con el senador republicano de Connecticut,
Orville H. Platt, la presentación de una enmienda al proyecto de
Ley de Presupuesto del Ejército que convertiría en hecho consumado
la implantación en suelo cubano de bases navales norteamericanas.
En la Enmienda, aprobada por el Senado de Estados Unidos
el 27 de febrero de 1901, por la Cámara de Representantes el 1°
de marzo, y sancionada por el presidente McKinley al día siguiente,
como anexo a la “Ley concediendo créditos para el Ejército en el año
fiscal que termina el 30 de junio de 1902”, el artículo sobre
las bases navales quedó redactado de la siguiente forma:
“Art. VII.-
Para poner en condiciones a Estados Unidos de mantener
la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como
para su propia defensa, el gobierno de Cuba venderá o arrendará a
Estados Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones
navales en ciertos puntos determinados que convendrán con
el Presidente de Estados Unidos.”
En el artículo VIII se añadía: “El gobierno de Cuba insertará
las anteriores disposiciones en un tratado permanente
con Estados Unidos.”
La rápida
aprobación de la Enmienda por el Congreso de Estados Unidos obedecía
a la circunstancia de encontrarse éste próximo a terminar el período
legislativo y contar el presidente McKinley con mayoría segura
en ambas Cámaras para aprobarla sin dificultades. Estaba convertida
en Ley de Estados Unidos cuando, el 4 de marzo, McKinley tomó
posesión de su segundo período presidencial.
Algunos
miembros de la Convención Constituyente mantuvieron la tesis de que
no estaban facultados para acordar la Enmienda solicitada
por Estados Unidos, ya que ello implicaba limitar la independencia
y soberanía de la República de Cuba. Entonces el gobernador militar
Leonard Wood se apresuró a dictar una nueva Orden Militar,
el 12 de marzo de 1901, en la cual se declaraba que la Convención
estaba facultada para acordar las medidas de cuya constitucionalidad
se dudaba.
Otros
miembros de la Convención, como Manuel Sanguily, opinaron que
la Asamblea debía disolverse antes de acordar medidas que de tal
manera ofendían la dignidad y soberanía del pueblo de Cuba. Pero en
la sesión del 7 de marzo de 1901 de nuevo se nombró una comisión
para redactar una respuesta al gobernador Wood, correspondiendo
la ponencia a Juan Gualberto Gómez, quien recomendó rechazar, entre
otras, la cláusula relativa al arriendo de estaciones navales
o carboneras.
Juan
Gualberto Gómez mantuvo la más severa crítica a la Enmienda Platt.
El 1° de abril sometió a discusión una ponencia donde impugnaba
el documento por contravenir los principios del Tratado de París
y la Resolución Conjunta. Pero la Convención suspendió el debate
sobre la ponencia de Juan Gualberto Gómez y decidió enviar otra
comisión para “conocer las miras y propósitos del gobierno
de Estados Unidos acerca de cuantos particulares se refieran
al establecimiento de un orden definitivo de relaciones,
en lo político y en lo económico, entre Cuba y Estados Unidos,
y gestionar con el propio gobierno, las bases de un acuerdo sobre
esos extremos que proponer a la Convención para su resolución
final.”
Posteriormente, se eligió la comisión que viajaría a Washington
integrada por Domingo Méndez Capote, Diego Tamayo, Pedro González
Llorente, Rafael Portuondo Tamayo y Pedro Betancourt, quienes
arribaron a Estados Unidos el 24 de abril de 1901. Al día siguiente
fueron recibidos por Root y Wood, quien había viajado previamente a
su país con ese propósito.
El gobierno
norteamericano se apresuró a declarar públicamente que la comisión
visitaría Washington por su iniciativa, sin invitación alguna
y sin carácter oficial.
El Secretario
de la Guerra, Root, recibió a la comisión el 25 y 26 de abril
de 1901 y les hizo saber de manera terminante que “el derecho
de Estados Unidos a imponer las discutidas cláusulas había sido
proclamado durante tres cuartos de siglo a la faz del mundo
americano y europeo y que no estaban dispuestos a renunciarlo hasta
el extremo de poner en peligro su propia seguridad.”
Los
funcionarios estadounidenses reiteraron que ninguna de las cláusulas
de la Enmienda Platt mermaba la soberanía e independencia de Cuba
sino, por el contrario, la preservaría, y se aclaraba que únicamente
se intervendría en caso de graves perturbaciones, con el solo
objetivo de mantener el orden y la paz interna.
La comisión
dio a conocer su informe en sesión secreta el 7 de mayo de 1901.
Dentro de la comisión se manifestaron serias discrepancias
con respecto a la Enmienda Platt.
El 28 de mayo
se sometió a discusión una ponencia redactada por Villuendas, Tamayo
y Quesada, en la que se aceptaba la Enmienda con algunas
aclaraciones y recomendando la concertación de un tratado
de reciprocidad comercial.
Esta ponencia
fue aprobada por 15 votos contra 14; pero el gobierno
de Estados Unidos no admitió tal solución, comunicando por medio
del gobernador Wood que sólo aceptaría la Enmienda
sin cualificación, y advirtió a la Convención en forma de ultimátum
que, siendo la Enmienda Platt “un estatuto acordado por el Poder
Legislativo de Estados Unidos, el Presidente está obligado
a ejecutarlo tal como es. No puede cambiarlo ni modificarlo,
añadirle o quitarle. La acción ejecutiva que pide el estatuto
es la retirada de Cuba del Ejército norteamericano, y el estatuto
autoriza esta acción cuando ―y solamente cuando― se haya establecido
un gobierno bajo una Constitución que contenga, ya en su cuerpo o en
su apéndice, ciertas disposiciones terminantes, especificadas
en el estatuto […] Si entonces él encuentra esas disposiciones
en la Constitución, estará autorizado para retirar el Ejército;
si no las encuentra allí, entonces, no está autorizado para retirar
el Ejército…”
El Secretario
de la Guerra de Estados Unidos envió una carta a la Constituyente
cubana donde expresaba que la Enmienda Platt debía ser aprobada en
su totalidad sin ninguna aclaración, pues así aparecía adicionada
a la Ley de presupuesto norteamericana, y señalaba que, en caso
contrario, las fuerzas militares de su país no serían retiradas
de Cuba.
El
12 de junio de 1901, en otra sesión secreta de la Asamblea
Constituyente, fue sometida a votación la incorporación
de la Enmienda Platt como apéndice a la Constitución
de la República, aprobada el 21 de febrero: 16 delegados votaron
que sí y 11 votaron en contra. Se ausentaron de la sesión Bravo
Correoso, Robau, Gener y Rius Rivera, absteniéndose de votar a favor
de aquel engendro.
Lo peor de la
Enmienda fue la hipocresía, el engaño, el maquiavelismo y el cinismo
con que elaboraron el plan para apoderarse de Cuba, al extremo
de proclamar públicamente los mismos argumentos de John Quincy Adams
en 1823, sobre la manzana que caería por gravedad. Esta manzana
finalmente cayó, pero estaba podrida, como previeron muchos
pensadores cubanos durante casi medio siglo, desde José Martí en la
década de 1880 hasta Julio Antonio Mella, asesinado en enero de
1929.
Nadie podría
describir mejor lo que significaba para Cuba la Enmienda Platt que
el propio Leonard Wood, en dos fragmentos de la carta confidencial,
fechada el 28 de Octubre de 1901, a su compañero de aventura
Theodore Roosevelt:
“Por supuesto
que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia
con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar
la anexión. Esto, sin embargo, requerirá algún tiempo y durante
el período en que Cuba mantenga su propio gobierno, es muy de desear
que tenga uno que conduzca a su progreso y a su mejoramiento.
No puede hacer ciertos tratados sin nuestro consentimiento, ni pedir
prestado más allá de ciertos límites y debe mantener las condiciones
sanitarias que se le han preceptuado, por todo lo cual es bien
evidente que está en lo absoluto en nuestras manos y creo que
no hay un gobierno europeo que la considere por un momento otra cosa
sino lo que es, una verdadera dependencia de Estados Unidos,
y como tal es acreedora de nuestra consideración.” …“Con el control
que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve
prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo.
La isla se americanizará gradualmente y, a su debido tiempo,
contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya
en el mundo...”
Segunda
parte: La aplicación de la Enmienda Platt y el establecimiento de la
Base Naval en Guantánamo como marco de las relaciones entre Cuba
y Estados Unidos.
A finales
de 1901 se inició el proceso electoral en el cual la candidatura
de Tomás Estrada Palma alcanzó el triunfo sin oposición y contando
con el apoyo del 47 por ciento del electorado. El Presidente electo
en ausencia partió de Estados Unidos rumbo a Cuba el 17 de abril
de 1902 y arribó tres días después. El cambio de poderes tuvo lugar
el 20 de mayo de 1902 a las 12 del día. Ya se había constituido
el Congreso de la República. Leonard Wood embarcó hacia su país
en el acorazado “Brooklyn”.
En 1902, poco
antes de proclamarse la República, el gobierno norteamericano
informó al recién electo Presidente de la Isla sobre los cuatro
lugares seleccionados para establecer las estaciones navales
―Cienfuegos, Bahía Honda, Guantánamo y Nipe― previstas
por la Enmienda Platt. También se consideró nada menos que
el puerto de La Habana como “el lugar más ventajoso para la cuarta
estación naval”.
Desde
un inicio, a pesar de su origen espurio, el gobierno de Cuba, en el
cual participaban muchos de los que lucharon por la independencia,
se opuso a la concesión de cuatro bases navales, pues consideraba
que dos eran más que suficientes. La situación se volvió más tensa
al endurecer el gobierno cubano sus posiciones y demandar
la elaboración final del Tratado Permanente de Relaciones, con
el fin de “determinar al mismo tiempo y no por partes, todos
los particulares que fueron objeto de la Enmienda Platt y fijar
el alcance de sus preceptos”.
El presidente
McKinley había muerto el 14 de septiembre de 1901 como consecuencia
de los disparos que había recibido el día 6 de ese mes. Theodore
Roosevelt había ascendido tanto en su carrera política que era ya
Vicepresidente de Estados Unidos, por lo cual había asumido la
presidencia tras los disparos mortales recibidos por su predecesor.
A Roosevelt en ese momento no le resultaba conveniente precisar el
alcance de la Enmienda Platt, para no demorar la instalación militar
de la Base en Guantánamo, por lo que esta significaría en la defensa
del Canal ―iniciado y después abandonado por Francia en el Istmo
centroamericano―, que el gobierno voraz del imperio tenía proyectado
concluir a cualquier costo. Tampoco le interesaba definir
la situación legal de Isla de Pinos. Por ello, de manera abrupta
disminuyó el número de las bases navales en discusión, retiró
la sugerencia del puerto de La Habana y finalmente se acordó
la concesión de dos bases: Guantánamo y Bahía Honda.
Con
posterioridad, en cumplimiento del Artículo VII del apéndice
constitucional impuesto a la Convención Constituyente, se firmó
el Convenio por los Presidentes de Cuba y Estados Unidos el 16 y el
23 de febrero de 1903 respectivamente:
“Artículo
I.- La República de Cuba arrienda por la presente a los Estados
Unidos, por el tiempo que las necesitare y para el objeto de
establecer en ellas estaciones carboneras o navales, las extensiones
de tierra y agua situadas en la isla de Cuba que a continuación se
describen:
“1. En
Guantánamo…” Se hace una descripción completa de la bahía y el
territorio adyacente.
“2. En Bahía
Honda...” Se hace otra descripción similar.
En dicho
Convenio se establece:
“Artículo
III.- Si bien los Estados Unidos reconocen por su parte
la continuación de la soberanía definitiva de la República de Cuba
sobre las extensiones de tierra y agua arriba descritas,
la República de Cuba consiente, por su parte, que durante el período
en que los Estados Unidos ocupen dichas áreas a tenor de las
estipulaciones de este convenio, los Estados Unidos ejerzan
jurisdicción y señorío completos sobre dichas áreas con derecho
a adquirir para los fines públicos de los Estados Unidos cualquier
terreno u otra propiedad situada en las mismas por compra
o expropiación forzosa indemnizando a sus poseedores totalmente.”
El 28 de mayo
de 1903 comenzaron los trabajos de medición para establecer
los linderos de la estación naval en Guantánamo.
En el Convenio del 2 de julio de 1903 sobre el tema se aprobó
el “Reglamento para el arrendamiento de las Estaciones Navales
y Carboneras”:
“Artículo I.-
Los Estados Unidos de América acuerdan y estipulan pagar
a la República de Cuba la suma anual de 2 000 pesos en moneda de oro
de los Estados Unidos durante el tiempo que estos ocuparen y usaren
dichas áreas de terreno en virtud del mencionado Convenio.”
“Todos
los terrenos de propiedad particular y otros bienes inmuebles
comprendidos en dichas áreas serán adquiridos sin demora
por la República de Cuba. Estados Unidos convienen en suministrar
a la República de Cuba las cantidades necesarias para la compra
de dichos terrenos y bienes de propiedad particular, y la República
de Cuba aceptará dichas cantidades como pago adelantado a cuenta
de la renta debida en virtud de dicho Convenio.”
El Convenio
que reglamentaba ese arrendamiento, firmado en La Habana
por los representantes de los Presidentes de Cuba y Estados Unidos,
respectivamente, fue aprobado por el Senado de Cuba el 16 de julio
de 1903, ratificado por el Presidente de Cuba un mes más tarde,
el 16 de agosto, y por el Presidente de Estados Unidos
el 2 de octubre, canjeándose las ratificaciones en Washington
el 6 de octubre, fue publicado en la Gaceta de Cuba el 12 del mismo
mes y año.
Con fecha
14 de diciembre de 1903 se hizo saber que cuatro días antes, el 10
de ese mes, se había dado posesión a Estados Unidos
de las áreas de agua y tierra para el establecimiento de la estación
naval en Guantánamo.
Para el gobierno y la Marina de Estados Unidos el traspaso de parte
del territorio de la mayor de las Antillas era motivo de gran
regocijo, y pretendió celebrarlo. En Guantánamo se reunieron con
ese propósito buques de la Escuadra del Caribe y algunos acorazados
de la Flota del Atlántico Norte.
El gobierno
cubano designó al Jefe de Obras Públicas de Santiago de Cuba
para hacer entrega de aquella parte del territorio sobre el cual
teóricamente ejercía soberanía el 10 de diciembre de 1903,
fecha escogida por Estados Unidos. Sería el único cubano que
estaría presente en la ceremonia y sólo por un corto tiempo ya que,
cumplida su misión, sin brindis ni apretones de mano, se retiró
al vecino poblado de Caimanera.
El jefe de
Obras Públicas se había trasladado al acorazado “Kearsage”, que
era el buque insignia norteamericano, a bordo del cual se encontraba
el contralmirante Barker. A las 12:00 horas se dispararon
21 cañonazos y con los acordes del Himno Nacional de Cuba se arrió
la bandera cubana que estaba izada en dicha nave, e
inmediatamente se izó
en tierra, en el punto llamado Playa del Este, con el mismo número
de salvas, la bandera de Estados
Unidos, con lo cual quedó concluido el acto.
Según
el reglamento del Convenio, Estados Unidos debía dedicar las tierras
cedidas exclusivamente a usos públicos, no pudiendo establecer
en ellas comercios o industrias de ningún tipo.
Se comprometían mutuamente, las autoridades de Estados Unidos
en dichos territorios y las autoridades cubanas, a entregar
los prófugos de la justicia por delitos o faltas sujetos
a la jurisdicción de las leyes de cada parte, siempre que
lo solicitaran las autoridades de la nación que los juzgara.
Los
materiales importados en las áreas de dichas estaciones navales
para el uso y consumo de las mismas estarían libres del pago
de derechos arancelarios, o de cualquier otra clase, a la República
de Cuba.
El
arrendamiento de las referidas estaciones navales incluía el derecho
a usar y ocupar las aguas adyacentes a dichas extensiones de tierra
y agua, a mejorar y profundizar las entradas de las mismas y sus
fondeaderos, y a cuanto más fuera necesario para los usos exclusivos
a que estaban dedicadas.
Aunque
Estados Unidos reconocía la continuación de la soberanía definitiva
de Cuba sobre aquellas extensiones de agua y tierra, ejercería, con
el consentimiento de Cuba, “jurisdicción y señorío
completos”
sobre dichas áreas mientras las ocuparan de acuerdo con las otras
estipulaciones ya citadas.
En el llamado
Tratado Permanente del 22 de mayo de 1903, celebrado entre
los gobiernos de la República de Cuba y de Estados Unidos, se habían
precisado las relaciones futuras entre ambos países: es decir,
se aseguró lo que llamara Manuel Márquez Sterling “la coyunda
insoportable de la Enmienda Platt”.
El Tratado
Permanente suscrito por ambos países fue aprobado por el Senado de
Estados Unidos el 22 de marzo de 1904 y por el Senado cubano
el 8 de junio de ese año, y fueron canjeadas las ratificaciones
en Washington el 1° de julio de 1904. Por eso, la Enmienda Platt es
una enmienda a una ley norteamericana, un apéndice a la Constitución
de Cuba de 1901 y un tratado permanente entre ambos países.
Las
experiencias adquiridas con la Base Naval de Guantánamo sirvieron
para aplicar en Panamá medidas iguales o peores con el Canal.
En el
Congreso norteamericano el método de las enmiendas introducidas,
cuando se discute una ley que por su contenido e importancia es de
impostergable necesidad, suele aplicarse con frecuencia obligando a
los legisladores a dejar a un lado o sacrificar criterios
discrepantes. Tales enmiendas han mordido más de una vez la
soberanía por la que lucha incansablemente nuestro pueblo.
En 1912
el Secretario de Estado de Cuba, Manuel Sanguily, negoció
con la cancillería norteamericana un nuevo tratado por el que
Estados Unidos renunciaba a sus derechos sobre Bahía Honda a cambio
de una ampliación en los límites de la estación en Guantánamo.
En ese mismo
año, cuando se produjo el alzamiento del Partido
de los Independientes de Color, que el gobierno del presidente José
Miguel Gómez ―del Partido Liberal― reprimió brutalmente, salieron
de la Base Naval en Guantánamo tropas norteamericanas que ocuparon
diferentes poblaciones de la antigua provincia de Oriente, cercanas
a las ciudades de Guantánamo y de Santiago de Cuba, con el pretexto
de “proteger vidas y haciendas de ciudadanos estadounidenses”.
En 1917,
con motivo del levantamiento conocido por “La Chambelona”
en Oriente, llevado a cabo por elementos del Partido Liberal que
se opusieron al fraude electorero que llevó a la reelección
al presidente Mario García Menocal, del Partido Conservador,
destacamentos yanquis procedentes de la Base se dirigieron
a diversos puntos de aquella provincia cubana, para lo cual
utilizaron como pretexto “la protección del suministro de agua
a la Base”.
Tercera
parte: La derogación formal de
la Enmienda Platt y el
mantenimiento de la Base Naval en Guantánamo.
En 1933,
la llegada al poder de la administración demócrata de Franklin
Delano Roosevelt en Estados Unidos dejó abierto el camino para
un necesario reacomodo de las relaciones de dominación que ese
país ejercía sobre Cuba. La caída de la tiranía de Gerardo
Machado bajo la presión de un poderoso movimiento popular,
y la posterior instalación de un gobierno provisional presidido
por el profesor universitario de Fisiología, Ramón Grau San Martín,
constituyeron un serio obstáculo para la realización del programa
que demandaba el pueblo.
El
24 de noviembre de 1933, el presidente Roosevelt de Estados Unidos
emitió una declaración oficial en la que alentó la conjura
de Batista y el Embajador en La Habana, Sumner Welles, contra
el gobierno de Grau, que incluía la oferta de firmar un nuevo
tratado comercial y derogar la Enmienda Platt. Roosevelt explicó
que “…Sería bienvenido cualquier gobierno provisional en Cuba
en el cual el pueblo cubano demuestre su confianza”. La impaciencia
de la administración estadounidense por desembarazarse de Grau iba
en aumento, pues desde mediados de noviembre se acrecentó
la influencia en el gobierno de un joven luchador
antimperialista, Antonio Guiteras, quien en las semanas siguientes
daría muchos de sus más radicales pasos. Había que derrocar
rápidamente a ese gobierno.
El
13 de diciembre de 1933, el embajador Sumner Welles regresó
definitivamente a Washington, y fue sustituido cinco días después
por Jefferson Caffery.
Durante
los días 13 y 14 de enero de 1934, Batista convocó y presidió
una reunión militar en Columbia en la que propuso destituir a Grau
y nombrar al Coronel Carlos Mendieta y Montefur, lo cual
fue acordado por la llamada Junta Militar de Columbia. Grau San
Martín presentó su dimisión en la madrugada del 15 de enero
de 1934 y embarcó rumbo a México, exiliado, el 20 de ese propio
mes. Mendieta, entonces, quedó instalado como presidente mediante
golpe de Estado, el 18 de enero de 1934. Aunque la administración
de Mendieta había sido reconocida por Estados Unidos el 23 de enero
de ese año, en realidad, como se sabe, el embajador
Caffery y Batista dirigían los destinos del país.
El
derrocamiento del mencionado gobierno provisional de Grau San Martín
en enero de 1934, víctima de sus contradicciones internas
y del arsenal de presiones, maniobras y agresiones que contra
él esgrimieron el imperialismo y sus aliados criollos, significó
un primer e indispensable paso en la imposición de una alternativa
oligárquico-imperialista como salida a la crisis nacional cubana.
Al gobierno
presidido por Mendieta correspondería la tarea de reajustar
los vínculos de la dependencia neocolonial del país.
Ni la oligarquía reinstalada en el poder, ni el gobierno
de Washington, estaban entonces en condiciones de ignorar el estado
de ánimo del pueblo cubano hacia el neocolonialismo
y sus instrumentos. Estados Unidos tampoco ignoraba la importancia
del respaldo de los gobiernos de América Latina ―Cuba entre ellos―
en la ya entonces previsible confrontación con otras potencias
imperialistas emergentes como Alemania y Japón.
En el proceso
que entonces se iniciaba habrían de estructurarse fórmulas
para garantizar el renovado funcionamiento del sistema neocolonial.
La política de “buena vecindad” tenía muy en cuenta la oposición
latinoamericana al intervencionismo abierto que Washington había
practicado en el hemisferio. Era propósito de la política
de Roosevelt obtener una nueva imagen en sus relaciones
continentales mediante la fórmula diplomática del “buen vecino”.
Como
una de las medidas de reajuste, el 29 de mayo de 1934 se firmó
un nuevo Tratado de Relaciones cubano‑norteamericano, modificando
el del 22 de mayo de 1903, suscrito entonces por otro Roosevelt, tal
vez de lejano parentesco, el de los Jinetes Rudos, que desembarcó en
Cuba.
Dos días
antes, el 27 de mayo, a las 10:30 de la mañana, y en los momentos
en que el embajador de Estados Unidos, Jefferson
Caffery, se preparaba a abandonar, como de costumbre, su residencia
de Alturas de Almendares, fue objeto de un atentado de tres disparos
realizado por varios desconocidos desde un automóvil. Al día
siguiente, el 28 de mayo, al transitar al mediodía por la Quinta
Avenida del reparto Miramar, el auto al servicio del primer
secretario de la embajada de Estados Unidos, H. Freeman Matthews,
de regreso después de haber dejado al diplomático en la Embajada,
fue asaltado por varios individuos armados con ametralladoras que
viajaban en un auto. Dirigiéndose uno de ellos al chofer,
le dijo que hiciera saber a Matthews que le daba una semana de plazo
para que se marchara de Cuba; acto seguido rompió de
un golpe el parabrisas del auto y desaparecieron velozmente.
Estos actos
revelaban un estado general de hostilidad contra Estados Unidos
y pudieron haber precipitado la firma del nuevo Tratado
de Relaciones que planteó el supuesto fin de la impopular Enmienda
Platt.
El nuevo
Tratado de Relaciones dispuso la supresión del derecho de
intervención de Estados Unidos en Cuba y que:
“La República
de Cuba y Estados Unidos de América, animados por el deseo
de fortalecer los lazos de amistad entre los dos países
y de modificar, con ese fin, las relaciones establecidas entre ellos
por el Tratado de Relaciones firmado en La Habana el 22 de mayo
de 1903, (…) han convenido en los siguientes artículos:
[…]
“Artículo 3.-
En tanto las dos partes contratantes no se pongan de acuerdo
para la modificación o abrogación de las estipulaciones del Convenio
firmado por el Presidente de la República de Cuba el 16 de febrero
de 1903, y por el Presidente de Estados Unidos de América
el 23 del mismo mes y año, en cuanto al arrendamiento a
Estados Unidos de América de terrenos en Cuba para estaciones
carboneras o navales, seguirán en vigor las estipulaciones de
ese Convenio en cuanto a la estación naval de Guantánamo.
Respecto a esa estación naval seguirá también en vigor,
en las mismas formas y condiciones, el arreglo suplementario
referente a estaciones navales o carboneras terminado entre los dos
gobiernos el 2 de julio de 1903. Mientras no se abandone por parte
de Estados Unidos de América la dicha estación naval de Guantánamo
o mientras los dos gobiernos no acuerden una modificación de
sus límites actuales, seguirá teniendo la extensión territorial
que ahora ocupa, con los límites que tiene en la fecha de la firma
del presente Tratado.”
El Senado
de Estados Unidos ratificó el nuevo Tratado de Relaciones el 1°
de junio de 1934, y Cuba, el 4 de junio. Cinco días después, el
9 de junio, se canjearon en Washington las ratificaciones
del Tratado de Relaciones del 29 de mayo de ese año, con lo que
desapareció formalmente la Enmienda Platt, pero permaneció la Base
Naval en Guantánamo.
El nuevo
Tratado legalizó la situación de facto en que se encontraba
la estación naval en Guantánamo, por lo que se rescindía la parte
de los convenios del 16 y 23 de febrero y 2 de julio de 1903 entre
los dos países relativa a terrenos y aguas en Bahía Honda,
y se modificaba, en el sentido de ampliarlos, aquella que se refería
a las aguas y terrenos en la estación naval en Guantánamo.
Estados
Unidos mantuvo la estación naval en Guantánamo como lugar
estratégico de vigilancia y resguardo, para asegurar su predominio
político y económico sobre las Antillas y Centroamérica
y para la defensa del Canal de Panamá.
Cuarta
parte: La Base Naval en Guantánamo desde la desaparición formal
de la Enmienda Platt hasta el Triunfo de la Revolución.
Después
de firmado el Tratado de Relaciones de 1934, el territorio
de la “estación naval” fue fortificándose y acondicionándose poco
a poco hasta que, en la primavera de 1941, la Base quedó establecida
como estación naval de operaciones bajo la estructura siguiente:
estación naval, estación naval aérea y base del cuerpo de marines
y de almacenes.
El 6 de junio
de 1934 el Senado de Estados Unidos había aprobado una ley mediante
la cual se autorizaba a la Secretaría de Marina para suscribir
un contrato a largo plazo con una empresa que se comprometía
a abastecer de agua en forma adecuada a la Base Naval en Guantánamo,
pero anteriormente existían planes norteamericanos
para la construcción de un acueducto que la surtiera de agua
procedente del río Yateras.
La expansión
continuó, y hacia 1943 se construyeron otras facilidades mediante
contratación con la empresa “Frederick Snare Co.”, que contrató
aproximadamente 9 000 obreros civiles, muchos de los cuales
eran cubanos.
Otro año
de ingente trabajo de ampliación de las instalaciones militares
y civiles de la Base fue 1951. En 1952, el Secretario de Marina
de Estados Unidos decidió cambiarle el nombre de “U.S. Naval
Operating Base” por el de “U.S. Naval Base”, y ya entonces tenía
una estructura que incluía el Centro de Entrenamiento.
La
Constitución de 1940, la lucha revolucionaria y la Base Naval en
Guantánamo, hasta diciembre de 1958.
El período
que transcurre desde finales de 1937 hasta 1940 se caracterizó,
desde el punto de vista político, por la adopción de medidas que
permitieron la convocatoria a las elecciones para la Asamblea
Constituyente y su realización. La razón de que Batista accediera a
estas medidas democratizadoras estuvo en su interés de ir
al establecimiento de fórmulas que le permitieran mantenerse
en el centro de las decisiones políticas, con lo que garantizaba
la continuidad de su poder en el nuevo ordenamiento surgido bajo
las fórmulas por él instrumentadas. A principios de 1938 se hizo
público el acuerdo de Batista y Grau de realizar una Asamblea
Constituyente. La Convención Constituyente quedó inaugurada
el 9 de febrero de 1940 y terminó sus labores el 8 de junio de ese
propio año.
La
Constitución fue firmada el 1° de julio de 1940 y promulgada
el 5 de ese mes. La nueva Ley de Leyes estableció que “el
territorio de la República está integrado por la Isla de Cuba,
la Isla de Pinos y las demás islas y cayos adyacentes que con ellas
estuvieron bajo la soberanía de España hasta la ratificación
del Tratado de París de 10 de diciembre de 1898. La República
de Cuba no concertará ni ratificará pactos o tratados que en forma
alguna limiten o menoscaben la soberanía nacional o la integridad
del territorio”.
La oligarquía
se esforzaría por impedir la
materialización de los postulados más avanzados de
esa Constitución o al menos por restringir al máximo su aplicación.
Quinta parte: La Base Naval en Guantánamo
desde el Triunfo
de la Revolución.
Desde
el triunfo de la Revolución el Gobierno Revolucionario
ha denunciado la ocupación ilegal de esa porción de nuestro
territorio.
Por otra
parte, a partir del 1º de enero de 1959 Estados Unidos convirtió
el territorio usurpado de la Base Naval en Guantánamo en foco
permanente de amenaza, provocación y violación de la soberanía
de Cuba, con el propósito de crearle dificultades al victorioso
proceso revolucionario. Dicha Base siempre ha estado presente
en los planes y operaciones concebidos por Washington para derrocar
al Gobierno Revolucionario.
Todo tipo
de agresiones han provenido de la Base Naval:
·
Lanzamientos en territorio libre
de materiales inflamables desde aviones procedentes de la Base.
·
Provocaciones de soldados
norteamericanos, incluyendo insultos, lanzamientos de piedras,
de latas con material inflamable y disparos con pistolas y armas
automáticas.
·
Violación de las aguas jurisdiccionales
de Cuba y del territorio cubano por embarcaciones y aeronaves
militares norteamericanas procedentes de la Base.
·
Elaboración de planes de autoagresión
en la Base para provocar una lucha armada en gran escala entre Cuba
y Estados Unidos.
·
Inscripción de las frecuencias radiales
utilizadas por la Base en el Registro Internacional de Frecuencias,
dentro del espacio correspondiente a Cuba.
El
12 de enero de 1961 fue torturado bárbaramente por soldados yanquis
en la Base Naval en Guantánamo, por el “delito” de ser
revolucionario, el obrero Manuel Prieto Gómez, quien laboraba allí
hacía más de 3 años.
El 15 de
octubre de ese año, fue torturado y luego asesinado el obrero cubano
Rubén López Sabariego.
El 24 de junio de 1962 fue asesinado por los soldados de la Base
el pescador de Caimanera Rodolfo Rosell Salas.
Igualmente,
la pretendida intención de fabricar una autoprovocación y desplegar
las tropas norteamericanas en una “justificada” invasión punitiva
contra Cuba, en todo momento tuvo como elemento detonante la Base
en Guantánamo. Ejemplo de ello lo encontramos en
una de las acciones incluidas dentro de la denominada “Operación
Mangosta”, cuando el 3 de septiembre de 1962 soldados
norteamericanos estacionados en Guantánamo debían disparar contra
las postas cubanas.
Durante
la Crisis de Octubre, la Base fue reforzada en técnica militar y
efectivos, elevándose el número de estos últimos a más
de 16 000 infantes de marina. Ante la decisión del Primer Ministro
soviético Nikita Jruschov de retirar los cohetes nucleares
desplegados en Cuba sin consultar ni informar previamente
al Gobierno Revolucionario, Cuba fijó la firme posición de la
Revolución en los denominados “Cinco Puntos”. En el quinto se
demandaba la retirada de la Base Naval de Guantánamo. Estuvimos al
borde de una guerra termonuclear, en la que seríamos el primer
blanco como consecuencia de la política imperial de apoderarse de
Cuba.
El
11 de febrero de 1964 el presidente Lyndon B. Johnson redujo
el personal cubano que trabajaba en la Base en 700 trabajadores
aproximadamente. También confiscaron fondos acumulados del retiro
de centenares de obreros cubanos que habían trabajado en la Base
y suspendieron de modo ilegal el pago de las pensiones a los obreros
cubanos jubilados.
El 19 de
julio de 1964, en grosera provocación de centinelas fronterizos
norteamericanos contra las postas cubanas de Guardafronteras, fue
asesinado a mansalva el joven soldado de 17 años Ramón López Peña,
en la casamata donde cumplía con su turno de guardia.
En
circunstancias similares, el 21 de mayo de 1966, disparos
provenientes de la Base dieron muerte al soldado Luis Ramírez López.
En apenas 21
días del mes de mayo de 1980, más de 80 000 hombres, 24 barcos y
unos 350 aviones de combate participaron en las maniobras Solid
Shield-80, que entre sus dinámicas incluyó el desembarco de 2 000
infantes de Marina en la Base Naval y el reforzamiento de dicha
instalación con otros 1 200 efectivos.
En octubre
de 1991, durante la celebración del IV Congreso del PCC en Santiago
de Cuba, aviones y helicópteros procedentes de la Base violaron
el espacio aéreo cubano sobre la ciudad.
En 1994,
la Base sirvió como punto de apoyo para la invasión a Haití:
la aviación militar norteamericana utilizó los aeropuertos de
ese enclave. Más de 45 000 emigrados haitianos llegaron a ser
concentrados en la Base a mediados del siguiente año.
Del mismo
modo, en el año 1994 se produjo la conocida crisis migratoria
provocada por el endurecimiento del bloqueo y los años más duros
del período especial, el incumplimiento del Acuerdo Migratorio de
1984 suscrito con la administración Reagan, la considerable
reducción en las visas acordadas y el estímulo a la emigración
ilegal, incluida la Ley de Ajuste Cubano, facturada por el
presidente Johnson hace más de 40 años.
Como
consecuencia de la crisis desatada, una declaración del presidente
Clinton del 19 de agosto de 1994 convirtió a la Base en un campo
de concentración migratorio para los balseros cubanos en cifra
cercana a los 30 000.
Finalmente, el 9 de septiembre de 1994 se suscribió un Comunicado
Conjunto entre la administración de Clinton y el gobierno de Cuba,
mediante el cual Estados Unidos se comprometió a impedir la entrada
a su territorio de los emigrantes ilegales interceptados y a otorgar
un mínimo de 20.000 visas anuales para la reunificación familiar,
los que viajarían por vía segura a Estados Unidos.
El 2 de mayo de 1995, como parte de las negociaciones
migratorias, los gobiernos de Cuba y Estados Unidos acordaron
adicionalmente lo que esta vez se llamó Declaración Conjunta,
estableciendo
el procedimiento para la devolución a Cuba de todos
los que continuaran intentando emigrar ilegalmente
hacia Estados Unidos y fueran interceptados por los Guardacostas
norteamericanos.
Obsérvese
cómo la referencia se relaciona sólo con los inmigrantes ilegales
interceptados por los Guardacostas. Quedaban establecidas las bases
para un siniestro negocio: el tráfico de personas. La Ley Asesina
se mantuvo. Cuba sería el único país del mundo sometido a tal
látigo. Mientras 250 000 personas aproximadamente han viajado por
vía segura sin el menor riesgo, es en cambio incalculable el número
de mujeres, niños y personas de todas las edades que han perecido en
el próspero tráfico de inmigrantes.
A partir de la crisis migratoria de 1994, por acuerdo de ambos
gobiernos se iniciaron los encuentros regulares entre los mandos
militares de cada parte. Una franja del territorio sembrada de minas
a veces era inundada por tormentas tropicales y ríos desbordados.
No en pocas ocasiones nuestros zapadores arriesgaron sus vidas para
salvar a personas que atravesaban esa zona militar restringida por
aquellos parajes, incluso con niños.
Entre
1962 y 1996, se registraron 8 288 violaciones principales desde
la Base Naval en Guantánamo, incluidas 6 345 violaciones aéreas,
1 333 violaciones navales y 610 violaciones territoriales. Del
total de violaciones, 7 755 se produjeron entre 1962 y 1971.
La Base
Naval en Guantánamo a partir de la promulgación
de la Ley Helms-Burton.
Esta Ley,
firmada por el presidente William Clinton el 12 de marzo de 1996, en
el Título II sobre la “asistencia a una Cuba libre e independiente”,
la Sección 201 relacionada con la “política hacia un gobierno
de transición y elegido democráticamente en Cuba”, establece en su
inciso 12 que Estados Unidos debe “estar preparado para negociar con
un gobierno elegido democráticamente en Cuba la devolución
de la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo o renegociar
el acuerdo actual bajo términos mutuamente convenientes”. Algo peor
que lo del gobernador militar Leonard Wood, que junto a Theodore
Roosevelt desembarcó a pie en las cercanías de Santiago de Cuba: la
idea de un anexionista de origen cubano administrando a nuestro
país.
La guerra
de Kosovo de 1999 ocasionó un gran número
de refugiados kosovares. El gobierno de Clinton, envuelto en
aquella guerra de la OTAN contra Serbia, tomó la decisión
de utilizar la Base como albergue para un número de ellos, y en esa
ocasión, por primera vez, sin ningún tipo de consulta previa como es
habitual, comunicó a Cuba la decisión tomada. Nuestra respuesta
fue constructiva. Aunque opuestos a la injusta e ilegal contienda,
no teníamos razones para oponernos a la ayuda humanitaria que
pudieran necesitar los refugiados kosovares. Ofrecimos incluso
la cooperación de nuestro país, si fuese necesario, para la atención
médica o cualquier otro servicio que necesitaran los mismos.
Finalmente, los refugiados kosovares no fueron enviados a la Base
Naval en Guantánamo.
En el manifiesto Juramento de Baraguá, del 19 de
febrero del 2000, se expresó que “a su debido tiempo, ya que
no constituye objetivo prioritario en este instante aunque es
justísimo e irrenunciable derecho de nuestro pueblo, el territorio
ilegalmente ocupado de Guantánamo debe ser devuelto a Cuba”. En
esos tiempos estábamos enfrascados en la lucha por el regreso del
niño secuestrado y las consecuencias económicas del brutal bloqueo.
La Base
Naval de Guantánamo a partir del 11 de septiembre.
El
18 de septiembre del 2001, el presidente Bush firmó la legislación
del Congreso de Estados Unidos que lo autorizó a usar la fuerza
como respuesta a los atentados del 11 de septiembre. Bush se basó
en esta legislación para firmar, el 13 de noviembre de ese propio
año, una Orden Militar mediante la cual estableció las bases
jurídicas para las detenciones y el enjuiciamiento por tribunales
militares, como parte de la “guerra contra el terrorismo”,
de individuos que no ostentaran la condición de ciudadanos de
Estados Unidos.
El 8 de enero
del 2002 Estados Unidos comunicó oficialmente a Cuba que utilizarían
la Base Naval en Guantánamo como centro de detención de prisioneros
de guerra de Afganistán.
Tres días más tarde, el 11 de enero del 2002, llegaron
los primeros 20 detenidos hasta alcanzar la cifra de 776 prisioneros
de 48 países. Ninguno de estos datos, por supuesto,
era mencionado. Suponíamos que se trataba de prisioneros de guerra
afganos. Los primeros aviones aterrizaban repletos de prisioneros,
y muchos más custodios que prisioneros. Ese mismo día el gobierno
de Cuba emitió una declaración pública señalando su disposición
de cooperar con los servicios de asistencia médica que
fuesen requeridos, programas de saneamiento y de lucha contra
vectores y plagas en las áreas bajo nuestro control que circundan
la base, o de cualquier otra forma útil, constructiva y humana que
pudiera presentarse. Recuerdo los datos porque participé
personalmente en detalles de la Nota presentada por el MINREX dando
respuesta a la Nota norteamericana. Cuán lejos estábamos
de imaginar en aquel momento que el gobierno de Estados Unidos
se preparaba para crear en esa base un horrible campo de tortura.
La Constitución Socialista proclamada el 24 de
febrero de 1976
había establecido, en el inciso c) de su artículo
11, que “la República de Cuba repudia y considera ilegales y nulos
los tratados, pactos o concesiones concertados en condiciones
de desigualdad o que desconocen o disminuyen su soberanía
y su integridad territorial”.
El
10 de junio del 2002, el pueblo de Cuba, en un proceso plebiscitario
popular sin precedentes, ratificó el contenido socialista
de aquella Constitución de 1976 en respuesta a las manifestaciones
injerencistas y ofensivas del Presidente de Estados Unidos,
e interesó a la Asamblea Nacional del Poder Popular reformarla
para dejar expresamente consignado, entre otros aspectos, el
principio irrevocable que debe regir las relaciones económicas,
diplomáticas y políticas de nuestro país con otros estados, al
añadir en el mismo Artículo 11, inciso c): “Las relaciones
económicas, diplomáticas y políticas con cualquier otro Estado
no podrán ser jamás negociadas bajo agresión, amenaza o coerción de
una potencia extranjera.”
Tras
darse a conocer la Proclama al pueblo de Cuba, el 31 de julio
del 2006, las autoridades norteamericanas han declarado que
no desean una crisis migratoria pero se preparan de forma preventiva
para enfrentarla, valorándose el uso de la Base Naval en Guantánamo
como campamento de concentración de los emigrantes ilegales
interceptados en el mar. En
declaraciones
públicas se informa que Estados Unidos
está realizando
ampliaciones de las construcciones civiles en la Base, con
el objetivo de aumentar su capacidad de recepción de emigrantes
ilegales.
Cuba, por su parte, ha tomado todas las medidas posibles para evitar
incidentes entre las fuerzas militares de ambos países, y ha
declarado que se atiene a los compromisos contenidos en la
Declaración Conjunta sobre temas migratorios suscrita con la
administración Clinton. ¿Por qué tanta habladuría, amenaza y bulla?
El pago
simbólico anual de $3 386.25 dólares por el arrendamiento
del territorio que ocupa la Base Naval en Guantánamo se mantuvo
hasta 1972, cuando la parte norteamericana lo reajustó por su cuenta
a $3 676 dólares. En 1973, se hizo una nueva corrección del valor
del antiguo dólar de oro de Estados Unidos, y por tal razón
el cheque emitido por el Departamento del Tesoro fue elevado desde
entonces a $4 085.00 dólares anuales. Ese cheque se carga
a la Marina de Estados Unidos, responsable operacional de la Base
Naval.
Los cheques
que hace el gobierno de Estados Unidos como pago
por el arrendamiento, se dirigen a favor del “Tesorero General
de la República de Cuba”, institución y funcionario que desde hace
muchos años dejaron de formar parte de la estructura del gobierno
de Cuba, y se remiten por vía diplomática cada año.
El correspondiente a 1959, por simple confusión, fue convertido
en ingreso nacional. Desde 1960 hasta hoy jamás se han cobrado
y quedan como constancia de un arrendamiento impuesto durante más
de 107 años. Imagino, conservadoramente, que es diez veces menos
que lo que gasta el gobierno de Estados Unidos en el salario de un
maestro cada año.
Tanto
la Enmienda Platt como la Base Naval en Guantánamo sobraban.
La historia demuestra que en gran número de países de
este hemisferio, donde no hubo una revolución como la nuestra,
la totalidad de su territorio gobernado por las transnacionales
y las oligarquías, no necesitaron ni una ni otra cosa. De
su población, mal preparada y pobre en su mayoría, se ocupaba
la publicidad sembrando reflejos.
Desde
el punto de vista militar, un portaaviones nuclear repleto de
veloces cazabombarderos y su numerosa escolta, apoyado
por la tecnología y los satélites, es varias veces más poderoso
y puede desplazarse a cualquier lugar del mundo donde más convenga
al imperio.
Les hacía
falta la Base para humillar y hacer las cosas sucias que allí tienen
lugar.
Si hay que
esperar el derrumbe del sistema, esperaremos. Los sufrimientos y
peligros para toda la humanidad serán grandes, como la actual crisis
de las bolsas de valores, y un número creciente de personas lo
pronostican. La espera de Cuba será siempre en alarma de combate.
Fidel Castro
Ruz
14 de agosto
del 2007
6:10 p.m.
|