1ro. de Enero de 1959
(Segunda parte y final del libro)
El coronel Rego me respondió con una pundonorosa carta que es también
digna de aplausos, y que dice así: Señor: Recibí su atenta carta fechada en el día de hoy [31
de diciembre de 1958] y créame que le agradezco profundamente la
aclaración relativa a la nota anterior, aunque debo confesarle que
siempre supuse que se trataba de una mala interpretación, pues a
través del tiempo he observado su línea de conducta y estoy
convencido de que es usted un hombre de principios. Yo desconocía los detalles del plan original, pues
solamente fui informado de la parte a mí concerniente, como también
desconozco algunos pequeños detalles del plan actual. Yo estimo que,
en parte, usted tiene razón cuando hace el análisis del plan
original, pero creo que demoraría unos días más en llegar a su
consumación y nunca podría evitarse que muchos de los culpables
—grandes, medianos y chicos— se escaparan. Soy de los que pienso que es absolutamente necesario dar
un ejemplo en Cuba para aquellos que, aprovechando las posiciones del
poder (aplausos) cometen toda clase de hechos punibles, pero,
desgraciadamente, la historia está plagada de casos semejantes y rara
vez los culpables pueden ser puestos a disposición de las autoridades
competentes, porque rara vez las revoluciones se hacen como deben
hacerse. Y por eso se escapan los grandes culpables como se han
escapado, desgraciadamente, hoy. Continúa la carta: Comprendo perfectamente sus preocupaciones en el
presente caso. Yo, menos responsabilizado con la historia, también
las tengo. En cuanto a la actuación unilateral de que me habla,
le reitero que no he participado en ello. En ambos casos solo fui
informado de la parte que me concernía, estimando que lo ocurrido ha
sido que el general C. tornó la idea de lo que usted deseaba de
acuerdo con sus normas y principios, actuando en consecuencia. No tengo motivos para suponer que persona alguna
esté tratando de propiciar la fuga de culpables y, personalmente,
soy opuesto a tal cosa —decía el coronel Rego Rubido (aplausos)—
pero caso de producirse, la responsabilidad histórica por tales
hechos recaería sobre quienes los hicieren posible y nunca sobre los
demás. Creo, sinceramente, que todo habrá de producirse en
armonía con sus ideas y que el general está procediendo, inspirado
en los mejores deseos para bien de Cuba y de la Revolución que usted
acaudilla. Supe de un joven estudiante muerto que se encontraba
en el cementerio, y hoy mismo dispuse que se agotaran los medios
investigativos, a fin de determinar quién fue el autor y las
circunstancias en que ocurriera el hecho, tal como lo realicé en
días pasados, hasta poner a disposición de la autoridad judicial
correspondiente a los presuntos responsables. Finalmente, debo informarle que cursé un despacho al
general interesando un avión para hacerle llegar su conceptuosa
carta, y no se impaciente, que a lo mejor antes de la fecha fijada
como límite máximo está usted en La Habana. Cuando el general se marchó, le pedí que me dejara
el helicóptero con el piloto por si a usted se le ocurría pasear el
domingo por la tarde sobre Santiago (aplausos). Bueno, doctor, reciba usted el testimonio de mi
mejor consideración y el ferviente deseo de un feliz Año Nuevo. Firmado: Coronel Rego Rubido (Aplausos) En este estado estaban las conversaciones cuando, tanto
el coronel Rego, jefe de la Plaza de Santiago de Cuba, como yo, fuimos
sorprendidos por el golpe de Estado de Columbia que se apartaba por
completo de lo acordado. Y lo primero que se hizo, lo más criminal que
se hizo, fue dejar escapar a Batista, a Tabernilla y a los grandes
culpables (aplausos). Los dejaron escapar con sus millones de pesos, los
dejaron escapar con los 300 ó 400 millones de pesos que se han robado y
¡muy caro nos va a costar eso! Porque ahora van a estar desde Santo
Domingo y desde otros países haciendo propaganda contra la Revolución,
fraguando todo el daño posible contra nuestra causa. Y durante muchos
años los vamos a tener ahí amenazando a nuestro pueblo, manteniéndolo en
constante estado de alerta, porque van a pagar y a fraguar
conspiraciones contra nosotros. Y todo por la debilidad, por la
irresponsabilidad y por la traición de los que promovieron el golpe
contrarrevolucionario de la madrugada de hoy. ¿Qué hicimos nosotros? Tan pronto supimos del golpe, nos
enteramos por Radio Progreso; y a esa hora, adivinando yo lo que se
estaba fraguando, ya estaba haciendo unas declaraciones, cuando me
entero de que Batista se había ido para Santo Domingo. Yo pensé: ¿Será
un rumor?, ¿será una bola? Y mando a ratificar; cuando oigo la noticia
de que, efectivamente, el señor Batista y su camarilla se habían
escapado y, lo más bonito es que el general Cantillo decía que ese
movimiento se había producido gracias a los patrióticos propósitos del
general Batista, ¡los patrióticos propósitos del general Batista!, ¡que
renunciaba para ahorrar derramamiento de sangre! ¿Qué les parece?
(Gritos). Hay algo más todavía. Para tener una idea de la clase de
golpe que se preparó, basta decir que a Pedraza lo había nombrado
miembro de la Junta y se fue (risas y gritos). Yo creo que no hay que
añadir nada más para ver la clase de intenciones que tenían los
golpistas. Y no nombraron al presidente Urrutia, que es el presidente
proclamado por el Movimiento y por todas las organizaciones
revolucionarias (aplausos). Llamaron a un señor que es el más viejo,
nada menos, de todos los magistrados del Tribunal Supremo, que son
bastante viejos todos (risas); y sobre todo un señor que ha sido
presidente, hasta hoy, de un Tribunal Supremo de Justicia, donde no
había justicia de ninguna clase. ¿Cuál iba a ser el resultado de todo esto? Pues una
revolución a medias, una componenda, una caricatura de revolución. El
señor Perico de los Palotes; lo mismo da que se llame de una manera o de
otra. Ese señor Piedra, que a estas horas si no ha renunciado que se
prepare, que lo vamos a ir a hacer renunciar a La Habana (aplausos).
Creo que no dura las 24 horas. Va a romper un récord (risas y aplausos). Designan a este señor, y muy bonito: Cantillo, héroe
nacional, paladín de las libertades cubanas, amo y señor de Cuba, y el
señor Piedra allí. Sencillamente habíamos derrocado a un dictador para
implantar otro. En todos los órdenes, el movimiento de Columbia era un
movimiento contrarrevolucionario, en todos los órdenes se apartaba del
propósito del pueblo, en todos los órdenes era sospechoso; e
inmediatamente el señor Piedra hizo un llamamiento, dijo que lo iba a
hacer para llamar a los rebeldes y una comisión de paz. Y nosotros tan
tranquilos, dejábamos los fusiles y lo dejábamos todo, y nos íbamos allá
a rendirles pleitesía al señor Piedra y al señor Cantillo. Era evidente que tanto Cantillo como Piedra estaban en
la luna. Estaban en la luna porque creo que el pueblo de Cuba ha
aprendido mucho, y los rebeldes hemos aprendido algo. Esa era la situación esta mañana, que no es la situación
de esta noche, porque ha cambiado mucho (aplausos). Ante este hecho,
ante esta traición, dimos órdenes a todos los comandantes rebeldes de
continuar las operaciones militares, y de continuar marchando sobre los
objetivos; en consecuencia, inmediatamente dimos órdenes a todas las
columnas destinadas a la operación de Santiago de Cuba a avanzar sobre
la ciudad. Yo quiero que ustedes sepan que nuestras fuerzas venían
muy seriamente decididas a tomar Santiago de Cuba por asalto. Ello
hubiera sido muy lamentable, porque hubiese costado mucha sangre, y esta
noche de hoy no sería una noche de alegría como esta, y de paz como
esta, y de confraternidad como esta (aplausos). Debo confesar que si en Santiago de Cuba no se libró una
batalla sangrienta se debe, en gran parte, a la patriótica actitud del
coronel del Ejército José Rego Rubido (aplausos); a los comandantes de
las fragatas Máximo Gómez y Maceo, al jefe del Distrito Naval de
Santiago de Cuba (aplausos), y al oficial que desempeñaba el cargo de la
jefatura de policía (aplausos). Todos —y es justo que aquí lo
reconozcamos y se lo agradezcamos— contribuyeron a evitar una sangrienta
batalla y a convertir el movimiento contrarrevolucionario de esta mañana
en el movimiento revolucionario de esta tarde. A nosotros no nos quedaba otra alternativa que atacar
porque no podíamos permitir la consolidación del golpe de Columbia y,
por lo tanto, había que atacar sin espera. Y cuando las tropas marchaban
ya sobre sus objetivos, el coronel Rego hizo un viaje en el helicóptero
para localizarme. Los jefes de las fragatas hicieron contacto con
nosotros y se pusieron, incondicionalmente, a las órdenes de la
Revolución (aplausos). Contándose ya con el apoyo de las dos fragatas, que
tienen un altísimo poder de fuego, con el apoyo del Distrito Naval y con
el apoyo de la Policía, convoqué entonces a una reunión de todos los
oficiales del Ejército de la Plaza de Santiago de Cuba, que son más de
100. Les dije a esos militares, cuando los invité a reunirse conmigo,
que yo no tenía la menor preocupación en hablarles, porque sabía que
tenía la razón; porque sabía que comprenderían mis argumentos y que de
esta reunión se llegaría a un acuerdo. Y, efectivamente, en horas de la noche, en los primeros
momentos de la noche, nos reunimos en El Escandel la casi totalidad de
los oficiales del Ejército de Santiago de Cuba, muchos de ellos hombres
jóvenes que se les ve ansiosos de luchar por el bien de su país. Reuní a
aquellos militares y les hablé de nuestro sentimiento revolucionario,
les hablé de nuestro propósito con nuestra patria, les hablé de lo que
queríamos para el país, de cuál había sido siempre nuestra conducta con
los militares, de todo el daño que le había hecho la tiranía al Ejército
y cómo no era justo que se considerase por igual a todos los militares;
que los criminales solo eran una minoría insignificante, y que había
muchos militares honorables en el Ejército, que yo sé que aborrecían el
crimen, el abuso y la injusticia. No era fácil para los militares desarrollar un tipo
determinado de acción; era lógico, que cuando los cargos más elevados
del Ejército estaban en manos de los Tabernilla, de los Pilar García, de
los parientes y de los incondicionales de Batista, y existía un gran
terror en el Ejército; a un oficial aisladamente no se le podía pedir
responsabilidad. Había dos clases de militares —y nosotros los conocemos
bien—: los militares como Sosa Blanco, Cañizares, Sánchez Mosquera,
Chaviano (gritos y abucheos), que se caracterizaron por el crimen y el
asesinato a mansalva de infelices campesinos. Pero hubo militares que
fueron muy honrados en su campaña; hubo militares que jamás asesinaron a
nadie, ni quemaron una casa, como fue el comandante Quevedo, que fue
nuestro prisionero después de una heroica resistencia en la Batalla de
Jigüe, y que hoy sigue siendo comandante del Ejército (aplausos); el
comandante Sierra, y otros muchos militares que jamás quemaron una casa.
A esos militares no los ascendían, a los que ascendían era a los
criminales, porque Batista siempre se encargó de premiar el crimen.
Tenemos el caso, por ejemplo, del coronel Rego Rubido, que no le debe
sus grados a la dictadura, sino que ya era coronel cuando se produjo el
10 de Marzo (aplausos). El hecho cierto es que recabé el apoyo de la oficialidad
del Ejército de Santiago de Cuba, y la oficialidad del Ejército de
Santiago de Cuba le brindó su apoyo incondicional a la Revolución Cubana
(aplausos). Reunidos los oficiales de la Marina, de la Policía y del
Ejército, se acordó desaprobar el golpe amañado de Columbia y apoyar al
Gobierno legal de la República, porque cuenta con la mayoría de nuestro
pueblo, que es el doctor Manuel Urrutia Lleó (aplausos); y apoyar a la
Revolución Cubana. Gracias a esa actitud se ahorró mucha sangre, gracias
a esa actitud se ha gestado de verdad, en la tarde de hoy, un verdadero
movimiento militar revolucionario. Yo comprendo que en el pueblo hay muchas pasiones
justificadas. Yo comprendo las ansias de justicia que hay en nuestro
pueblo, y se cumplirá porque habrá justicia (aplausos). Pero yo le
quiero pedir a nuestro pueblo antes de nada, calma. Estamos en instantes
en que debemos consolidar el poder antes que nada. ¡Lo primero ahora es
consolidar el poder! Después reuniremos una comisión de militares
honorables y de oficiales del Ejército Rebelde para tomar todas las
medidas que sean aconsejables, para exigir responsabilidad a aquellos
que la tengan (aplausos). ¡Y nadie se opondrá!, porque al Ejército y a
las Fuerzas Armadas son a los que más les interesa que la culpa de unos
cuantos no la pague todo el cuerpo, y que no sea una vergüenza vestir el
uniforme militar (aplausos); que los culpables sean castigados para que
los inocentes no tengan que cargar con el descrédito (aplausos). ¡Tengan
confianza en nosotros!, es lo que le pedimos al pueblo, porque sabemos
cumplir con nuestro deber (aplausos). En esas circunstancias se realizó en la tarde de hoy un
verdadero movimiento revolucionario del pueblo, de los militares y de
los rebeldes, en la ciudad de Santiago de Cuba (aplausos). Es
indescriptible el entusiasmo de los militares, y en prueba de confianza
les pedí a los oficiales que entraran conmigo en Santiago de Cuba, ¡y
aquí están todos los oficiales del Ejército! (Aplausos). ¡Ahí están los
tanques a disposición de la Revolución! (Aplausos). ¡Ahí está la
artillería a disposición de la Revolución! (Aplausos). ¡Ahí están las
fragatas a disposición de la Revolución! (gritos y aplausos). Yo no voy a decir que la Revolución tiene el pueblo, eso
ni se dice, eso lo sabe todo el mundo. Yo decía que el pueblo, que antes
tenía escopeticas, ya tiene artillería, tanques y fragatas; y tiene
muchos técnicos capacitados del Ejército que nos van a ayudar a
manejarlas, si fuese necesario (aplausos). ¡Ahora sí que el pueblo está
armado! Yo les aseguro que si cuando éramos 12 hombres solamente no
perdimos la fe (aplausos), ahora que tenemos ahí 12 tanques cómo vamos a
perder la fe. Quiero aclarar que en el día de hoy, esta noche, esta
madrugada, porque es casi de día, tomará posesión de la presidencia de
la República, el ilustre magistrado, doctor Manuel Urrutia Lleó
(aplausos). ¿Cuenta o no cuenta con el apoyo del pueblo el doctor
Urrutia? (Aplausos y gritos). Pero quiere decir, que el presidente de la
República, el presidente legal, es el que cuenta con el pueblo, que es
el doctor Manuel Urrutia Lleó. ¿Quién quiere al señor Piedra para presidente? (Abucheos
y gritos de: "¡Nadie!"). Si nadie quiere al señor Piedra para
presidente, ¿cómo se nos va a imponer al señor Piedra para presidente?
(Abucheos). Si esa es la orden del pueblo de Santiago de Cuba, que es el
sentimiento del pueblo de Cuba entera, tan pronto concluya este acto
marcharé con las tropas veteranas de la Sierra Maestra, los tanques y la
artillería hacia la capital, para que se cumpla la voluntad del pueblo
(aplausos). Aquí estamos, sencillamente, a las órdenes del pueblo.
Lo legal en este momento es el mandato del pueblo. Al presidente lo
elige el pueblo y no lo elige un conciliábulo en Columbia, a las 4:00 de
la madrugada (aplausos). El pueblo ha elegido a su presidente y eso
quiere decir que desde este instante quedará constituida la máxima
autoridad legal de la República (aplausos). Ninguno de los cargos ni de
los grados que se han concedido de acuerdo con la Junta Militar de la
madrugada de hoy tienen validez alguna. Todos los nombramientos de
cargos dentro del Ejército son nulos —me refiero a todos los
nombramientos que se han hecho esta mañana—; quien acepte un cargo
designado por la Junta traicionera de esta mañana estará asumiendo una
actitud contrarrevolucionaria, llámese como se llame (aplausos), y, en
consecuencia, quedará fuera de la ley. Tengo la completa seguridad de que mañana todos los
mandos militares de la República habrán aceptado las disposiciones del
presidente de la República (aplausos). El presidente procederá de
inmediato a designar a los jefes del Ejército, de la Marina y de la
Policía (aplausos) por los altos servicios que ha prestado en esta hora
a la Revolución y por haber puesto sus miles de hombres a la disposición
de la Revolución. He recomendado para jefe del Ejército al coronel Rego
Rubido (aplausos). Igualmente se designará como jefe de la Marina a uno
de los dos comandantes de la fragata que primero se sumaron a la
Revolución (aplausos), y le he recomendado al presidente de la República
que designe para jefe nacional de la Policía al comandante Efigenio
Ameijeiras, que ha perdido tres hermanos (aplausos), que es uno de los
expedicionarios del Granma y uno de los hombres más capacitados
del ejército revolucionario (aplausos). Ameijeiras está en operaciones
en Guantánamo, pero mañana él llega aquí (aplausos). Yo solo pido tiempo para nosotros y para el poder civil
de la República a fin de ir realizando las cosas a gusto del pueblo,
pero poco a poco (aplausos). Solo le pido una cosa al pueblo, y es que
tenga calma. (Del público le dicen: "¡Oriente federal, Oriente
capital!"). ¡No!, ¡no!, la República unida siempre y por encima de todas
las cosas (aplausos). Lo que hay que pedir es justicia para Oriente
(aplausos). En todo, el tiempo es un factor importante. La Revolución no
se podrá hacer en dos días; ahora, tengan la seguridad de que la
Revolución la hacemos. Tengan la seguridad de que por primera vez de
verdad la República será enteramente libre y el pueblo tendrá lo que
merece (aplausos). El poder no ha sido fruto de la política, ha sido
fruto del sacrificio de cientos y de miles de nuestros compañeros. No
hay otro compromiso que con el pueblo y con la nación cubana. Llega al
poder un hombre sin compromisos con nadie, sino con el pueblo
exclusivamente (aplausos). El Che Guevara (aplausos) recibió la orden de avanzar
sobre la capital no provisional de la República, y el comandante Camilo
Cienfuegos, jefe de la Columna 2 Antonio Maceo (aplausos) ha recibido la
orden de marchar sobre la gran Habana y asumir el mando del campamento
militar de Columbia (aplausos). Se cumplirán, sencillamente, las órdenes
del presidente de la República y el mandato de la Revolución (aplausos).
De los excesos que se hayan cometido en La Habana, no se
nos culpe a nosotros. Nosotros no estábamos en Habana. De los desórdenes
ocurridos en La Habana, cúlpese al general Cantillo y a los golpistas de
la madrugada, que creyeron que iban a dominar la situación allí
(aplausos). En Santiago de Cuba, donde se ha hecho una verdadera
Revolución, ha habido orden completo. En Santiago de Cuba se han unido
el pueblo, los militares y los revolucionarios, y eso es indestructible
(aplausos). La jefatura del Gobierno, la jefatura del Ejército y la
jefatura de la Marina estarán en Santiago de Cuba, y sus órdenes serán
de obligatorio cumplimiento a todos los mandos de la República. Esperamos que todos los militares honorables acaten
estas disposiciones, porque el militar, antes que nada, está al servicio
de la ley y de la autoridad —no de la autoridad constituida, porque
muchas veces está una autoridad mal constituida—, la autoridad
legítimamente constituida (aplausos). Ningún militar honorable tiene nada que temer de la
Revolución. Aquí en esta lucha no hay vencidos, porque solo el pueblo ha
sido el vencedor (aplausos). Ha habido caídos de un lado y de otro, pero
todos nos hemos unido para darle el apoyo a la Revolución. Nos hemos dado el abrazo fraternal los militares buenos
y los revolucionarios (aplausos). No habrá ya más sangre. Espero que
ningún núcleo haga resistencia, porque aparte de ser una resistencia
inútil y una resistencia que sería aplastada en pocos instantes, sería
una resistencia contra la ley y contra la República y contra el
sentimiento de la nación cubana (aplausos). Ha habido que organizar este movimiento de hoy para que
no ocurra otra guerra dentro de seis meses. ¿Qué pasó cuando el
machadato? Pues que también un general de Machado dio un golpe y quitó a
Machado, y puso a un presidente que duró 15 días; y vinieron los
sargentos y dijeron que aquellos oficiales eran responsables de la
dictadura de Machado, y que ellos no los respetaban. Creció la
efervescencia revolucionaria y expulsaron a los oficiales. Ahora no
podrá ocurrir así; ahora estos oficiales tienen el respaldo del pueblo,
y tienen el respaldo de la tropa, y tienen el prestigio que les da el
haberse sumado a un verdadero movimiento revolucionario (aplausos). Estos militares serán respetados y considerados por el
pueblo y no habrá que emplear la fuerza, ni habrá que andar con fusiles
por la calle, ni metiéndole miedo a nadie porque el verdadero orden, el
verdadero orden es el que se basa en la libertad, en el respeto y en la
justicia, y no en la fuerza. Desde ahora en adelante el pueblo será
enteramente libre y el pueblo sabe comportarse debidamente, como lo ha
demostrado hoy (aplausos). La paz que nuestra patria necesita se ha logrado.
Santiago de Cuba ha pasado a la libertad sin que hubiera que derramar
sangre. Por eso hay tanta alegría, y por eso es que los militares que en
el día de hoy desoyeron y desaprobaron el golpe de Columbia para sumarse
incondicionalmente a la Revolución merecen nuestro reconocimiento,
nuestra gratitud y nuestro respeto (aplausos). Los institutos armados de
la República serán en el futuro modelos de instituciones, por su
capacidad, por su educación y por su identificación con la causa del
pueblo. Porque los fusiles, de ahora en adelante, solo estarán siempre
al servicio del pueblo (aplausos). No habrá más golpes de Estado, no habrá más guerra,
porque por eso nos hemos preocupado, de que no ocurra ahora como cuando
Machado. Estos señores, para hacer más parecido el caso de la madrugada
de hoy con el caso de la caída de Machado, aquella vez pusieron a un
Carlos Manuel, y ahora pusieron a otro Carlos Manuel (abucheos). Lo que no habrá esta vez es un Batista (aplausos),
porque no habrá necesidad de un 4 de septiembre, que destruyó la
disciplina en las Fuerzas Armadas, porque lo que ocurrió con Batista fue
que instauró aquí la indisciplina en el Ejército, porque su política
consistía en halagar a los soldados para mantener disminuida la
autoridad de los oficiales. Los oficiales tendrán autoridad, habrá
disciplina en el Ejército. Habrá un Código Penal Militar, donde los
delitos contra los derechos humanos y contra la honradez y la moral que
debe tener todo militar, serán castigados debidamente (aplausos). No habrá privilegios para nadie. El militar que tenga
capacidad y tenga méritos será el que ascienda, y no el pariente, el
amigo, como ha existido hasta hoy, que no se han respetado los
escalafones. Para los militares se acabará, como se acabará para los
trabajadores, toda esa explotación de contribuciones obligatorias, que
en los obreros es la cuota sindical y en los militares es el peso para
la primera dama, y los dos pesos para esto, y los dos pesos para lo
otro, y les acaban con el sueldo (aplausos). Naturalmente, que el pueblo todo lo debe esperar de
nosotros, y lo va a recibir. Pero he hablado de los militares para que
ellos sepan que también todo lo van a recibir de la Revolución, todas
las mejoras que jamás han tenido, porque cuando no se robe el dinero de
los presupuestos estarán mucho mejor los militares de lo que están hoy.
Y el soldado no ejercerá funciones de policía, el soldado estará en su
entrenamiento, en su cuartel; no tendrá que estar ejerciendo funciones
de policía. Nosotros (gritos de: "¡Microonda!") de microonda nada
(aplausos), aunque sí quiero aclarar que en este momento los rebeldes
andamos con microondas porque las necesitamos (aplausos), pero las
microondas ahora no las tendrán los esbirros, ni nada de eso; nada de
asesinos, ni nada de frenazos delante de las casas y la tocadera a
medianoche (gritos y aplausos). Yo tengo la seguridad de que tan pronto tome posesión y
asuma el mando el presidente de la República, decretará el
restablecimiento de las garantías y la absoluta libertad de prensa y
todos los derechos individuales en el país (aplausos); y todos los
derechos sindicales, y todos los derechos y todas las demandas de
nuestros campesinos y de nuestro pueblo en general. No nos olvidaremos de nuestros campesinos de la Sierra
Maestra y de los de Santiago de Cuba (aplausos). No nos iremos a vivir a
La Habana olvidados de todos; donde yo quiero vivir es en la Sierra
Maestra (aplausos). Por lo menos, en la parte que me corresponda, por un
sentimiento muy profundo de gratitud, no olvidaré a aquellos campesinos;
y tan pronto tenga un momento libre voy a ver dónde vamos a hacer la
primera Ciudad Escolar, con cabida para 20 000 niños (aplausos). Y lo
vamos a hacer con la ayuda del pueblo. Los rebeldes van a trabajar allí.
Le vamos a pedir a cada ciudadano un saco de cemento y una cabilla
(aplausos y gritos de: "¡Sí, sí!"). Y yo sé que obtendremos la ayuda de
nuestra ciudadanía (aplausos). No olvidaremos a ninguno de los sectores de nuestro
pueblo (del público le dicen: "¡Viva Crescencio Pérez!"). ¡Que viva
Crescencio Pérez que perdió a un hijo en los días postreros de la
guerra! La economía del país se restablecerá inmediatamente.
Este año nosotros seremos los que cuidaremos la caña, para que no se
queme. Porque este año los impuestos del azúcar no servirán para comprar
armas homicidas y bombas y aviones para bombardear al pueblo (aplausos). Cuidaremos las comunicaciones y ya, desde Jiguaní hasta
Palma Soriano, la línea telefónica está restablecida y la vía férrea
será restablecida (aplausos). Y habrá zafra en todo el país y habrá
buenos salarios, porque yo sé que ese es el propósito del presidente de
la República. Y habrá buenos precios porque, precisamente, el miedo a
que no hubiera zafra ha levantado los precios del mercado mundial; y los
campesinos podrán sacar su café (aplausos); y los ganaderos todavía
podrán vender sus reses gordas en La Habana, porque afortunadamente el
triunfo ha llegado a tiempo, para que no haya ruina de ninguna clase. No es a mí a quien le corresponde hablar de estas cosas.
Ustedes saben que somos hombres de palabra y que lo que prometemos lo
cumplimos. Y queremos prometer menos de lo que vamos a cumplir, no más,
sino menos de lo que vamos a cumplir, y hacer más de lo que ofrezcamos
al pueblo de Cuba (aplausos). No creemos que todos los problemas se vayan a resolver
fácilmente, sabemos que el camino está preñado de obstáculos, pero
nosotros somos hombres de fe, que nos enfrentamos siempre a las grandes
dificultades (aplausos). Podrá estar seguro el pueblo de una cosa, y es que
podemos equivocarnos una y muchas veces, lo único que no podrá decir
jamás de nosotros es que robamos, que traicionamos, que hicimos negocios
sucios, que usamos el favoritismo, que usamos los privilegios
(aplausos). Y yo sé que el pueblo los errores los perdona, y lo que no
perdona son las sinvergüencerías, y los que hemos tenido son
sinvergüenzas (aplausos). Al asumir como presidente el magistrado, doctor Manuel
Urrutia Lleó, a partir de ese instante, cuando jure ante el pueblo la
presidencia de la República, él será la máxima autoridad de nuestro país
(aplausos). Nadie piense que yo pretenda ejercer facultades aquí por
encima de la autoridad del presidente de la República, yo seré el primer
acatador de las órdenes del poder civil de la República, y el primero en
dar el ejemplo (aplausos). Cumpliremos sencillamente sus órdenes, y,
dentro de las atribuciones que nos conceda, trataremos de hacer lo más
posible por nuestro pueblo, sin ambiciones, porque afortunadamente
estamos inmunes a las ambiciones y a las vanidades. ¡Qué mayor gloria
que el cariño de nuestro pueblo! ¡Qué mayor premio que esos millares de
brazos que se agitan llenos de esperanza, de fe y de cariño hacia
nosotros! (Aplausos). Nunca nos dejaremos arrastrar por la vanidad ni por la
ambición, porque como dijo nuestro Apóstol: "Toda la gloria del mundo
cabe en un grano de maíz", y no hay satisfacción ni premio más grande
que cumplir con el deber como lo hemos estado haciendo hasta hoy, y como
lo haremos siempre. Y en esto no hablo en mi nombre, hablo en nombre de
los miles y miles de combatientes que han hecho posible la victoria del
pueblo (aplausos). Hablo del profundo sentimiento de respeto y de devoción
hacia nuestros muertos, que no serán olvidados. Los caídos tendrán en
nosotros los más fieles compañeros. Esta vez no se podrá decir, como
otras, que se ha traicionado la memoria de los muertos, porque los
muertos seguirán mandando. Físicamente no están aquí Frank País, Josué
País, Pepito Tey ni tantos otros, pero están moralmente, están
espiritualmente; y solo la satisfacción de saber que el sacrificio no ha
sido vano, compensa el inmenso vacío que dejaron en el camino
(aplausos). Sus tumbas seguirán teniendo flores frescas. Sus hijos no
serán olvidados, porque los familiares de los caídos serán ayudados
(aplausos). Los rebeldes no cobraremos sueldo por los años que hemos
estado luchando. Y nos sentimos or-gullosos de no cobrar sueldos por los
servicios que le hemos prestado a la Revolución; en cambio, es posible
que sigamos cumpliendo nuestras obligaciones sin cobrar sueldos, porque
si no hay dinero, ¡no importa!, lo que hay es voluntad, y hacemos lo que
sea necesario (aplausos). Pero también quiero aquí repetir lo que dije en La
historia me absolverá, y es que también velaremos porque no les
falten el sustento, ni la asistencia, ni la educación a los hijos de los
militares que han caído luchando contra nosotros, porque ellos no tienen
culpa de los horrores de la tiranía (aplausos). Y seremos generosos con
todos porque, repito, que aquí no ha habido vencidos sino vencedores.
Serán castigados solo los criminales de guerra, porque ese es un deber
ineludible con la justicia (aplausos). Y ese deber puede tener la
seguridad el pueblo de que lo cumpliremos. Y cuando haya justicia, no
habrá venganza. Para que el día de mañana no haya atentados contra nadie
tiene que haber justicia hoy. Como habrá justicia no habrá venganza ni
habrá odio. El odio lo desterraremos de la República, como una sombra
maldita que nos dejó la ambición y la opresión (aplausos). Triste es que se hayan escapado los grandes culpables.
No faltan miles de hombres que quieran perseguirlos, pero nosotros
tenemos que respetar las leyes de otros países. A nosotros nos sería
fácil porque voluntarios tenemos de sobra para ir a perseguir a esos
delincuentes, y hombres que estén dispuestos a jugarse la vida. Pero no
queremos aparecer como un pueblo que viole las leyes de los demás
pueblos; las respetaremos mientras se respeten las nuestras. Pero sí
advierto que si en Santo Domingo se ponen a conspirar contra la
Revolución (gritos de: "¡Trujillo!"). Sí, Trujillo. Yo había pensado, en
alguna ocasión, que Trujillo nos había hecho daño vendiéndole armas a
Batista, y el daño que le hizo no fue porque vendiera armas, sino porque
vendiera armas tan malas que cuando cayeron en nuestras manos no servían
para nada (risas y aplausos). Sin embargo, vendió bombas, y con las
bombas fueron asesinados muchos campesinos. No dan ni deseos de
devolverle las carabinas porque no sirven, sino de devolverle algo
mejor. Es lógico, en primer término, que los perseguidos
políticos de Santo Domingo tendrán aquí su mejor casa y su mejor asilo.
Y los perseguidos políticos de todas las dictaduras tendrán aquí su
mejor casa y la mayor comprensión, porque no-sotros hemos sido
perseguidos políticos. Si Santo Domingo se convierte en arsenal de la
contrarrevolución, si Santo Domingo se convierte en base de
conspiraciones contra la Revolución Cubana, si esos señores se dedican
desde allá a hacer conspiraciones, más vale que se vayan pronto de Santo
Domingo, porque allí no van a estar tampoco muy seguros (aplausos). Y no
seremos nosotros, que nosotros no tenemos que meternos en los problemas
de Santo Domingo, es que los dominicanos han aprendido el ejemplo de
Cuba, y las cosas se van a poner por allí muy serias (aplausos). Los
dominicanos han aprendido que es posible pelear contra la tiranía y
derrotarla, y ese ejemplo es lo que más temían precisamente los
dictadores, el ejemplo alentador para América que acaba de producirse en
nuestra patria (aplausos). Vela por el curso y el destino de esta Revolución la
América entera. Toda ella tiene sus ojos puestos en nosotros. Toda ella
nos acompaña con sus mejores deseos de triunfo. Toda ella nos respaldará
en nuestros momentos difíciles. Esta alegría de hoy no solo es en Cuba,
sino en América entera. Como nosotros nos hemos alegrado cuando ha caído
un dictador en la América Latina, ellos también se alegran hoy por los
cubanos. Debo concluir, aunque sea enorme el cúmulo de
sentimientos y de ideas que con el desorden, el bullicio y la emoción de
hoy acuden a nuestra mente. Decía —y quedó sin concluir aquella idea—
que habría justicia, y que era lamentable que hubiesen escapado los
grandes culpables, por culpa de quienes ya sabemos, porque el pueblo
sabe quién tiene la culpa de que se hayan escapado; y que vinieran a
dejar aquí, no voy a decir a los más infelices, pero sí a los más
torpes, a los que no tenían dinero, a los hombres de fila que
obedecieron las órdenes de los grandes culpables. Dejaron escapar a los
grandes culpables para que el pueblo saciase su ira y su indignación con
los que tienen menos responsabilidad. Aunque está bien que se les
castigue ejemplarmente, para que aprendan. Siempre pasa lo mismo, el pueblo les advierte que los
grandes se van y ellos se quedan, y sin embargo, siempre pasa lo mismo,
los grandes se van y ellos se quedan, pues que se castiguen también
(aplausos). Si los grandes se van tendrán también su castigo. Duro, muy
duro es tener que vivir alejado de la patria por toda la vida, porque,
cuando menos, serán condenados al ostracismo por toda la vida los
criminales y los ladrones que han huido precipitadamente. ¡Quién viera por un agujero —como dice el pueblo— al
señor Batista en estos momentos! ¡Al guapo, al hombre soberbio que no
pronunciaba un solo discurso si no era para llamar cobardes, y
miserables y bandidos a todos los demás! Aquí ni siquiera se ha llamado
bandido a nadie, aquí no reina ni se respira el odio, la soberbia ni el
desprecio, como en aquellos discursos de la dictadura. Aquel hombre que
dice que cuando entró en Columbia llevaba una bala en la pistola
(gritos), se marchó en horas de la madrugada en un avión, con una bala
en la pistola (gritos). Quedó demostrado que los dictadores no son tan
temibles ni tan suicidas, y que cuando llega la hora en que están
perdidos huyen cobardemente. Lo lamentable realmente es que haya
escapado cuando pudiera haber sido hecho prisionero, y si hacemos
prisionero a Batista le hubiéramos quitado los 200 millones de pesos que
se robó (aplausos). ¡Reclamaremos el dinero téngalo donde lo tenga!
(aplausos) porque no son delincuentes políticos, sino delincuentes
comunes. Y vamos a ver los que aparezcan en las embajadas, si es que el
señor Cantillo no les ha dado ya salvoconducto. Vamos a distinguir entre
los delincuentes políticos y los delincuentes comunes. Asilo para los
delincuentes políticos, nada para los delincuentes comunes. Tienen que
ir ante los tribunales y demostrar que son delincuentes políticos, y si
se demuestra que son delincuentes comunes, que los entreguen a las
autoridades (gritos de: "¡Mujal, Mujal!"). Y Mujal, a pesar de lo grande
y lo gordo que es, no se sabe dónde está en este momento (gritos). Nadie
tiene noticias. ¡Cómo han huido! ¡Yo no me explico cómo ustedes se
acuerdan todavía de esos infelices! (risas). Por fin el pueblo se libró
de toda esa canalla. Ahora hablará el que quiera, bien o mal, pero hablará el
que quiera. No es como ocurría aquí, que hablaban ellos solos y hablaban
mal (gritos). Habrá libertad absoluta porque para eso se ha hecho la
Revolución; libertad incluso para nuestros enemigos; libertad para que
nos critiquen y nos ataquen a nosotros; que siempre será un placer saber
que nos combaten con la libertad que hemos ayudado a conquistar para
todos (aplausos). Nunca nos ofenderemos, siempre nos defenderemos y
seguiremos solo una norma: la norma del respeto al derecho y a los
pensamientos de los demás. Esos nombres que se han mencionado aquí, esa gente, Dios
sabe en qué embajada, en qué playa, en qué barco, adónde han ido a
parar. Bástenos saber que nos hemos librado de ellos, y que si tienen
alguna casita, alguna finquita, o alguna vaquita por ahí; la tendremos
sencillamente que confiscar. Porque debo advertir que los funcionarios de la tiranía,
los representantes, los senadores, los alcaldes, los que no han robado
particularmente, pero que han cobrado los sueldos, tendrán que devolver
hasta el último centavo de lo que han cobrado en estos cuatro años,
porque han cobrado ilegalmente y tendrán que devolverle a la República
el dinero que han cobrado todos esos senadores, y todos esos
representantes; y si no lo devuelven, les confiscaremos las propiedades
que tengan. Esto, aparte de lo que se hayan robado, porque el que
haya robado, a ese no le quedará nada del producto del robo, porque esa
es la primera ley de la Revolución. No es justo que se mande a prisión a
un hombre que se robó una gallina, o un guanajo, y que los que se roban
millones de pesos estén encantados de la vida por ahí. ¡Que se anden con
cuidado! (Aplausos). Y que anden con cuidado los ladrones de hoy y de
ayer. Que anden con cuidado porque la ley revolucionaria puede caer
sobre los hombros de todos los culpables de todos los tiempos, porque la
Revolución llega al triunfo sin compromisos con nadie en absoluto, sino
con el pueblo, que es al único al que debe su victoria (aplausos). Voy a terminar (gritos de: "¡No!"). Voy a terminar por
hoy (gritos de: "¡No!"). Bueno, recuerden que tengo que marchar
inmediatamente, es mi obligación, y ustedes llevan muchas horas parados
(gritos de: "¡No, no!"). Veo tantas banderas blancas, rojas y negras en los
vestidos de nuestras compañeras, que realmente se nos hace duro
abandonar esta tribuna, donde hemos experimentado, todos los que estamos
aquí presentes, la más grande emoción de nuestras vidas (gritos y
aplausos). No podemos menos que recordar a Santiago de Cuba con
entrañable cariño. Las veces que nos reunimos aquí, un mitin allá en la
Alameda, un mitin acá en una avenida (gritos de: "¡Trocha!"). En Trocha,
donde dije un día que si nos arrebataban los derechos por la fuerza
cambiaríamos las escobas por los fusiles, y culparon a Luis Orlando de
aquellas declaraciones, yo me callé la boca. En el periódico salió que
era Luis Orlando el que las había hecho, y era yo el que las había
hecho; pero no estaba muy seguro de si estaban bien hechas, porque en
aquella época no había... (risas). Y resultó que tuvimos que cambiarlo
todo: los estudiantes, sus libros y sus lápices por los fusiles; los
campesinos, sus aperos de labranza por el fusil, y todos tuvimos que
cambiarlo todo por el fusil. Afortunadamente, la tarea de los fusiles ha
cesado. Los fusiles se guardarán donde estén al alcance de los hombres
que tendrán el deber de defender nuestra soberanía y nuestros derechos.
Pero, cuando nuestro pueblo se vea amenazado, no pelearán solo los 30
000 ó 40 000 miembros de las Fuerzas Armadas, sino pelearán los 300 000,
400 000 ó 500 000 cubanos, hombres y mujeres que aquí pueden coger las
armas (gritos y aplausos). Habrá armas necesarias para que aquí se arme
todo el que quiera combatir cuando llegue la hora de defender nuestra
independencia (aplausos). Porque está demostrado que no solo pelean los
hombres, sino pelean las mujeres también en Cuba (aplausos), y la mejor
prueba es el pelotón Mariana Grajales, que tanto se distinguió en
numerosos combates (aplausos). Y las mujeres son tan excelentes soldados
como nuestros mejores soldados hombres (aplausos). Yo quería demostrar que las mujeres podían ser buenos
soldados. Al principio la idea me costó mucho trabajo, porque existían
muchos prejuicios. Había hombres que decían que cómo mientras hubiera un
hombre con una escopeta se le iba a dar un fusil a una mujer. ¿Y por qué
no? Yo quería demostrar que las mujeres podían ser tan
buenos soldados, y que existían muchos prejuicios con relación a la
mujer, y que la mujer es un sector de nuestro país que necesita también
ser redimido, porque es víctima de la discriminación en el trabajo y en
otros muchos aspectos de la vida (aplausos). Organizamos las unidades de mujeres, que demostraron que
las mujeres pueden pelear. Y cuando en un pueblo pelean los hombres y
pueden pelear las mujeres, ese pueblo es invencible. Mantendremos organizadas las milicias o la reserva de
combatientes femeninas, y las mantendremos entrenadas, todos los
voluntarios. Y estas jóvenes que hoy veo con los vestidos negro y rojo,
del 26 de Julio, yo aspiro a que aprendan también a manejar las armas
(aplausos). Y esta Revolución, compatriotas, que se ha hecho con
tanto sacrificio, ¡nuestra Revolución!, ¡la Revolución del pueblo es ya
hermosa e indestructible realidad! ¡Cuánto motivo de fundado orgullo!
¡Cuánto motivo de sincera alegría y esperanza para todo nuestro pueblo!
Yo sé que no es aquí solo en Santiago de Cuba, es desde la punta de
Maisí hasta el cabo de San Antonio. Ardo en esperanzas de ver al pueblo a lo largo de
nuestro recorrido hacia la capital, porque sé que es la misma esperanza,
la misma fe de un pueblo entero que se ha levantado, que soportó
paciente todos los sacrificios, que no le importó el hambre; que cuando
dimos permiso tres días para que se restablecieran las comunicaciones,
para que no pasara hambre, todo el mundo protestó (aplausos). Es verdad,
porque lo que querían era lograr la victoria costara lo que costara. Y
este pueblo bien merece todo un destino mejor, bien merece alcanzar la
felicidad que no ha logrado en sus 50 años de República; bien merece
convertirse en uno de los primeros pueblos del mundo, por su
inteligencia, por su valor, por su espíritu (aplausos). Nadie puede pensar que hablo demagógicamente, nadie
puede pensar que quiero halagar al pueblo. He demostrado suficientemente
mi fe en el pueblo, porque cuando vine con 82 hombres a las playas de
Cuba, y la gente decía que nosotros estábamos locos y nos preguntaban
que por qué pensábamos ganar la guerra, yo dije: "porque tenemos al
pueblo" (aplausos). Y cuando fuimos derrotados la primera vez, y quedamos un
puñado de hombres, y persistimos en la lucha, sabíamos que esta sería
una realidad, porque creíamos en el pueblo. Cuando nos dispersaron cinco
veces en el término de 45 días, y nos volvimos a reunir y reanudar la
lucha, era porque teníamos fe en el pueblo; y hoy es la más palpable
demostración de que aquella fe era fundamentada (aplausos). Tengo la satisfacción de haber creído profundamente en
el pueblo de Cuba y de haberles inculcado esa fe a mis compañeros. Esa
fe, que más que una fe es una seguridad completa en todos nuestros
hombres. Y esa misma fe que nosotros tenemos en ustedes es la fe que
nosotros queremos que ustedes tengan en nosotros siempre (aplausos). La República no fue libre en el 95 y el sueño de los
mambises se frustró a última hora. La Revolución no se realizó en el 33
y fue frustrada por los enemigos de ella. Esta vez la Revolución tiene
al pueblo entero, tiene a todos los revolucionarios, tiene a los
militares honorables. ¡Es tan grande y tan incontenible su fuerza, que
esta vez el triunfo está asegurado! Podemos decir con júbilo que en los cuatro siglos de
fundada nuestra nación, por primera vez seremos enteramente libres
(aplausos), y la obra de los mambises se cumplirá (aplausos). Hace breves días, el 24 de diciembre, me fue imposible
resistir la tentación de ir a visitar a mi madre, la que no veía desde
hacía varios años. Cuando regresaba por el camino que cruza a través de
los Mangos de Baraguá, en horas de la noche, un sentimiento de profunda
devoción a los que viajábamos en aquel vehículo, nos hizo detener allí,
en aquel lugar donde se levanta el monumento que conmemora la Protesta
de Baraguá y el inicio de la Invasión. En aquella hora, la presencia en
aquellos sitios, el pensamiento de aquellas proezas de nuestras guerras
de independencia, la idea de que aquellos hombres hubiesen luchado
durante 30 años para no ver logrados sus sueños, para que la República
se frustrara, y el presentimiento de que muy pronto la Revolución que
ellos soñaron, la patria que ellos soñaron sería realidad, nos hizo
experimentar una de las sensaciones más emocionantes que puedan
concebirse. Veía revivir aquellos hombres con sus sacrificios, con
aquellos sacrificios que nosotros hemos conocido también de cerca.
Pensaba en sus sueños y sus ilusiones, que eran los sueños y las
ilusiones nuestras, y pensé que esta generación cubana ha de rendir, y
ha rendido ya, el más fervoroso tributo de reconocimiento y de lealtad a
los héroes de nuestra independencia. Los hombres que cayeron en nuestras tres guerras de
independencia juntan hoy su esfuerzo con los hombres que han caído en
esta guerra; y a todos nuestros muertos en las luchas por la libertad
podemos decirles que por fin ha llegado la hora en que sus sueños se
cumplan. Ha llegado la hora de que al fin ustedes, nuestro
pueblo, nuestro pueblo bueno y noble, nuestro pueblo que es todo
entusiasmo y fe; nuestro pueblo que quiere de gratis, que confía de
gratis, que premia a los hombres con cariño más allá de todo
merecimiento, tendrá lo que necesita (aplausos). Y solo aquí me resta
decirles, con modestia, con sinceridad, con profunda emoción, que aquí
en nosotros, en sus combatientes revolucionarios, tendrán siempre
servidores leales, que solo tendrán por divisa servirles (aplausos). Hoy, al tomar posesión de la presidencia de la República
el doctor Manuel Urrutia Lleó, el magistrado que dijo que la Revolución
era justa (aplausos), pongo en sus manos las facultades legales que he
estado ejerciendo como máxima autoridad dentro del territorio liberado,
que ya es hoy toda la patria; asumiré, sencillamente, las funciones que
él me asigne. En sus manos queda toda la autoridad de la República
(aplausos). Nuestras armas se inclinan respetuosas ante el poder
civil en la República civilista de Cuba (aplausos). No tengo que decirle
que esperamos que cumpla con su deber, porque sencillamente estamos
seguros de que sabrá cumplirlo. Al presidente provisional de la
República de Cuba cedo mi autoridad; y le cedo en el uso de la palabra
al pueblo. Muchas gracias. (Ovación) |