1ro. de Enero de 1959
(Primera parte)
Boletín especial de Radio Rebelde, órgano oficial del Movimiento 26 de
Julio y del Ejército Rebelde, desde las puertas de Santiago de Cuba.
Se acaba de anunciar desde el campamento de Columbia que
el tirano Batista ha huido. El general Cantillo a nombre del Ejército anunció que ha
tomado el mando de la Junta Militar. En la declaración se habla cínicamente del patriotismo
del tirano que accedió a renunciar y de la salida de los principales
esbirros de la Tiranía de los cuerpos represivos. Radio Rebelde anuncia al pueblo de Cuba, al Ejército
Rebelde y al Movimiento Revolucionario 26 de Julio, que dentro de poco,
Fidel Castro Ruz, líder de la revolución cubana y Comandante en Jefe del
Ejército Rebelde se dirigirá al pueblo de Cuba con trascendentales
pronunciamientos: El pueblo tiene que estar muy alerta en estos momentos
decisivos para el destino de nuestra patria. Esta larga y difícil lucha no tendrá otro final que el
triunfo de la revolución. Jamás aceptaremos otra solución que un
gobierno civil. El pueblo debe estar preparado para declarar la huelga
general. Hay que evitar la huida de los asesinos. Exigimos la inmediata libertad de los presos políticos. Que nadie se llame a engaño. No aceptamos ninguna Junta Militar. Hay que prepararse para la lucha final. Nada ni nadie impedirá el triunfo de la Revolución. Las plantas de La Habana deben estar en sintonía con
Radio Rebelde. RADIO REBELDE AQUÍ Radio Rebelde, desde las puertas de Santiago de
Cuba. Hablando a nombre del Movimiento 26 de Julio y el
Ejército Rebelde. Pueblo de Cuba: el Tirano ha huido, los principales
asesinos se han dado a la fuga más precipitada ante el empuje
incontenible del Ejército Rebelde. Los mismos que lo sostuvieron hasta
ayer pretenden sustituirle. Se ha constituido una Junta Militar. Ahora más que nunca el pueblo tiene que estar alerta y
mantenerse unido a la revolución y dispuesto a declarar la huelga
general revolucionaria en el mismo instante que se le ordene. Jamás aceptaremos una Junta Militar. Dentro de poco el líder de la revolución y comandante
Jefe del Ejército Rebelde se dirigirá al Pueblo de Cuba en
trascendentales pronunciamientos. No hay más solución que la entrega del Gobierno. Las estaciones de radio de La Habana deben ponerse en
sintonía y hacer una cadena con Radio Rebelde para trasmitir nuestras
orientaciones. El Ejército Rebelde y el Movimiento 26 de Julio deben
actuar en consecuencia. La revolución no podrá ser escamoteada. Ahora es más fuerte que nunca. Esperen las palabras de Fidel Castro dentro de poco. ATENCIÓN IMPORTANTE La opinión pública no debe confundirse. Nuestros
dirigentes no han hecho otra declaración que la que estamos haciendo por
Radio Rebelde. No es cierto que nuestro máximo jefe Fidel Castro Ruz y
el Presidente Provisional de la República reconocido por la Revolución,
Dr. Manuel Urrutia Lleó, estén camino de La Habana. No es cierto que
hayamos prohibido izar otra bandera más que la de la República. En el
territorio liberado de Cuba, que es más de la mitad del territorio
nacional, ondea victoriosa, junto a la enseña inmortal de Narciso López,
la bandera del 26 de Julio y el Ejército Rebelde. Ambas avanzan
abrazadas y victoriosas y no permitirán que se entorpezca nuestra
Revolución. Frente a las componendas vergonzosas que están permitiendo
ya la huida de los asesinos y ladrones de la tiranía, las banderas de la
República y de la Revolución están más unidas que nunca. Ahora viene a los micrófonos de Radio Rebelde el líder
máximo de la revolución cubana, Dr. Fidel Castro Ruz, en trascendentales
declaraciones: Con el pueblo de Cuba el doctor Fidel Castro. INSTRUCCIONES DE LA COMANDANCIA GENERAL A TODOS LOS
COMANDANTES DEL EJÉRCITO REBELDE Y AL PUEBLO: Batey del central "América" Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la
Capital, nuestras tropas no deben hacer alto al fuego en ningún momento. Nuestras fuerzas deben proseguir sus operaciones contra
el enemigo en todos los frentes de batalla. Acéptese sólo conceder parlamento a las guarniciones que
deseen rendirse. Al parecer, se ha producido un golpe de estado en la
Capital. Las condiciones en que ese golpe se produjo son ignoradas por
el Ejército Rebelde. El pueblo debe estar muy alerta y atender sólo las
instrucciones de la Comandancia General. La dictadura se ha derrumbado como consecuencia de las
aplastantes derrotas sufridas en las últimas semanas, pero eso no quiere
decir que sea ya el triunfo de la Revolución. Las operaciones militares proseguirán inalterablemente
mientras no se reciba una orden expresa de esta Comandancia, la que sólo
será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la
Capital se pongan incondicionalmente a las órdenes de la Jefatura
Revolucionaria. ¡Revolución SÍ; golpe militar NO! ¡Golpe militar de espaldas al pueblo y a la Revolución
NO; porque sólo serviría para prolongar la guerra! ¡Golpe de estado para que Batista y los grandes
culpables escapen, NO; porque sólo serviría para prolongar la guerra! ¡Golpe de estado de acuerdo con Batista, NO; porque solo
serviría para prolongar la guerra! ¡Escamotearle al pueblo la Victoria, NO; porque sólo
serviría para prolongar la guerra hasta que el pueblo obtenga la
victoria total! Después de siete años de lucha, la victoria democrática
del pueblo tiene que ser absoluta, para que nunca más se vuelva a
producir en nuestra Patria un 10 de marzo. ¡Nadie se deje confundir ni engañar! ¡Estar alerta es la palabra de orden! El pueblo y muy especialmente los trabajadores de toda
la República, deben estar atentos a Radio Rebelde y prepararse
urgentemente en todos los centros de trabajo para la huelga general e
iniciarla apenas se reciba la orden si fuese necesario para
contrarrestar cualquier intento de golpe contrarrevolucionario. ¡Más unidos y más firmes que nunca deben estar el pueblo
y el Ejército Rebelde, para no dejarse arrebatar la victoria que ha
costado tanta sangre! FIDEL CASTRO Santiagueros: La guarnición de Santiago de Cuba está
cercada por nuestras fuerzas. Si a las seis de la tarde del día de hoy
no han depuesto las armas, nuestras tropas avanzarán sobre la ciudad y
tomarán por asalto las posiciones enemigas. A partir de las seis de la tarde queda prohibido todo
tráfico aéreo o marítimo en la ciudad. Santiago de Cuba: los esbirros que han asesinado a
tantos hijos tuyos no escaparán como escaparon Batista y los grandes
culpables, en combinación con los oficiales que dirigieron el golpe
amañado de anoche. Santiago de Cuba: Aún no eres libre. Ahí están todavía
en tus calles los que te han oprimido durante siete años, los asesinos
de cientos de tus mejores hijos. La guerra no ha terminado porque aún
están armados los asesinos. Los militares golpistas pretenden que los Rebeldes no
puedan entrar en Santiago de Cuba. Se prohíbe nuestra entrada en una
Ciudad que podemos tomar con el valor y el coraje de nuestros
combatientes; se quiere prohibir la entrada a Santiago de Cuba a los que
han liberado la Patria. Santiago de Cuba: serás libre, porque tú lo mereces más
que ninguna, porque es indigno que por tus calles se paseen todavía los
defensores de la Tiranía. Santiago de Cuba: necesitamos tu apoyo. Desde hoy a las
3 de la tarde la ciudad debe estar totalmente paralizada. Todo el mundo
debe abandonar su trabajo en solidaridad con los combatientes que van a
liberarla. Solamente la planta eléctrica debe continuar laborando para
que el pueblo pueda orientarse a través de sus radios. Santiago de Cuba: serás libre porque te lo mereces más
que ninguna, y porque es indigno que por tus calles se paseen todavía
los defensores de la Tiranía [se repite en el original]. SE CURSAN ÓRDENES MILITARES A LOS MANDOS DE CAMAGÜEY Y
DE LAS GLORIOSAS COLUMNAS 2 Y 8 DE LAS VILLAS. El Comandante Jefe del Ejército Rebelde y Máximo Líder
de la Revolución Cubana y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, ha
cursado por los micrófonos de Radio Rebelde, a las puertas de Santiago
de Cuba, las siguientes instrucciones militares: Al Comandante Víctor Mora, Jefe de la Provincia de
Camagüey, se le ordena el avance sobre todas las ciudades, rindiéndolas
por las armas con la cooperación del pueblo y Jefes Militares honrados
del ejército enemigo con tropas bajo su mando. El comandante Mora debe
cerrar todas las vías de acceso a las poblaciones, especialmente las de
la Carretera Central y las de las carreteras de Santa Cruz del Sur,
Nuevitas y Camagüey. El comandante Camilo Cienfuegos, con su gloriosa columna
invasora número 2, debe avanzar sobre la ciudad de La Habana, para
rendir y tomar el mando del Campamento Militar Columbia. El Comandante Ernesto Guevara ha sido investido del
cargo de Jefe del Campamento Militar de la Cabaña y, en consecuencia,
debe avanzar con sus fuerzas sobre la ciudad de La Habana, al paso que
rinda las fortalezas de Matanzas. También se han impartido instrucciones al Comandante
Aníbal [Belarmino Castilla], para que conmine la rendición de las
fuerzas de Mayarí, al Comandante Raúl Castro la rendición de Guantánamo
y a los Comandantes [Lalo] Sardiñas y [Delio] Gómez Ochoa la de Holguín
y Victoria de las Tunas. Se ordena a estos mandos el mantenimiento del mayor
orden en las ciudades que se rindan y el apresamiento inmediato, para
ser sometidos a juicios sumarísimos, de todos los culpables de la actual
situación. El comandante [Dermidio] Escalona, Jefe Militar de Pinar
del Río, debe actuar en consecuencia, de acuerdo con las instrucciones
precedentes. Mientras tanto las columnas 1, José Martí, 3, 9 y
10, bajo el comando directo del Comandante Jefe Fidel Castro y el
Comandante, Juan Almeida, avanzan ya sobre Santiago de Cuba. [Mensaje radial a Ramiro Valdés, quien se encontraba en
Santa Clara.] No necesario viaje Ramiro. Pienso estar ahí dentro de 6 días. Debes cercar Santa Clara y esperar 3 días instrucciones
definitivas. Columna marchará hacia allá vehículos motorizados. Fidel Castro [firma] Al pueblo de Cuba y especialmente a todos los
trabajadores: Una junta Militar en complicidad con el Tirano ha tomado
el poder para asegurar su huida y la de los principales asesinos e
intentar frenar el impulso revolucionario que nos escamoteó la victoria. El Ejército Rebelde proseguirá su arrolladora campaña,
aceptando sólo la rendición incondicional de las guarniciones militares. El pueblo de Cuba y los trabajadores deben
inmediatamente prepararse para que el día 2 de enero la huelga general
se inicie en todo el país, apoyando a las armas revolucionarias y
garantizar así la victoria total de la Revolución. Siete años de lucha heroica, miles de mártires cuya
sangre se ha derramado en todos los ámbitos de Cuba, no van a servir
para que los mismos, que hasta ayer fueron cómplices y responsables de
la tiranía y sus crímenes, sigan mandando en Cuba. Los trabajadores cubanos orientados por la sección
obrera del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, deben en el día de hoy
tomar todos los sindicatos mujalistas y organizarse en las fábricas y
centros laborales para iniciar al amanecer de mañana la paralización
total del país. Batista y [Eusebio] Mujal han huido. Pero sus cómplices se han quedado con el mando en el
Ejército y los sindicatos. Golpe de Estado para traicionar al pueblo, ¡NO! Eso sería prolongar la guerra. Hasta que Columbia no se rinda, no habrá terminado la
Guerra. Esta vez nada ni nadie podrá impedir el triunfo de la
Revolución. TRABAJADORES: Por la libertad, por la Democracia, por el
triunfo pleno de la Revolución. A LA HUELGA GENERAL REVOLUCIONARIA, en todos los
territorios no liberados. DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ,
EN EL PARQUE CÉSPEDES DE SANTIAGO DE CUBA, EL 1RO. DE ENERO DE 1959 Santiagueros, compatriotas de toda Cuba: Al fin hemos llegado a Santiago (aplausos). Duro y largo
ha sido el camino, pero hemos llegado (aplausos). Se decía que hoy a las 2:00 de la tarde se nos esperaba
en la capital de la República, el primer extrañado fui yo (aplausos),
porque yo fui uno de los primeros sorprendidos con ese golpe traidor y
amañado de esta mañana en la capital de la República (aplausos). Además, yo iba a estar en la capital de la República, o
sea, en la nueva capital de la República (aplausos), porque Santiago de
Cuba será, de acuerdo con el deseo del presidente provisional, de
acuerdo con el deseo del Ejército Rebelde y de acuerdo con el deseo del
pueblo de Santiago de Cuba, que bien se lo merece, la capital
(aplausos). ¡Santiago de Cuba será la capital provisional de la
República! (Aplausos). Tal vez la medida sorprenda a algunos, es una medida
nueva, pero por eso ha de caracterizarse, precisamente, la Revolución,
por hacer cosas que no se han hecho nunca (aplausos). Cuando hacemos a
Santiago de Cuba capital provisional de la República sabemos por qué lo
hacemos. No se trata de halagar demagógicamente a una localidad
determinada, se trata, sencillamente, de que Santiago ha sido el
baluarte más firme de la Revolución (aplausos). La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una
tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros,
sobre todo, en esta etapa inicial, y en qué mejor lugar para establecer
el Gobierno de la República que en esta fortaleza de la Revolución
(gritos y aplausos); para que se sepa que este va a ser un gobierno
sólidamente respaldado por el pueblo en la ciudad heroica y en las
estribaciones de la Sierra Maestra, porque Santiago está en la Sierra
Maestra (gritos y aplausos). En Santiago de Cuba y en la Sierra Maestra
tendrá la Revolución sus dos mejores fortalezas (aplausos). Pero hay, además, otras razones: el movimiento militar
revolucionario, el verdadero movimiento militar revolucionario, no se
hizo en Columbia. En Columbia prepararon un "golpecito" de espaldas al
pueblo, de espaldas a la Revolución y, sobre todo, de acuerdo con
Batista (aplausos). Puesto que la verdad hay que decirla y puesto que
venimos aquí a orientar al pueblo, les digo y les aseguro que el golpe
de Columbia fue un intento de escamotearle al pueblo el poder y
escamotearle el triunfo a la Revolución. Y, además, para dejar escapar a
Batista, para dejar escapar a los Tabernillas, para dejar escapar a los
Pilar García y a los Chavianos, para dejar escapar a los Salas Cañizares
y a los Ventura (aplausos). El golpe de Columbia fue un golpe ambicioso y traidor
que no merece otro calificativo, y nosotros sabemos llamar las cosas por
su nombre y atenernos, además, a la responsabilidad (aplausos). No voy a andar con paños calientes para decirles que el
general Cantillo nos traicionó y no es que lo voy a decir, sino que lo
voy a probar. Pero, desde luego, lo habíamos dicho siempre: no vayan a
tratar a última hora a venir a resolver esto con un "golpecito militar",
porque si hay golpe militar de espaldas al pueblo, la Revolución seguirá
adelante, que esta vez no se frustrará la Revolución. Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará
de verdad al poder. No será como en el 95 que vinieron los americanos y
se hicieron dueños de esto (aplausos). Intervinieron a última hora y
después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García que había peleado
durante 30 años, no quisieron que entrara en Santiago de Cuba
(aplausos). No será como en el 33 que cuando el pueblo empezó a creer
que una Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó
la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once
años. No será como en el 44, año en que las multitudes se enardecieron
creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder, y los que llegaron
al poder fueron los ladrones. Ni ladrones, ni traidores, ni
intervencionistas. Esta vez sí que es la Revolución. Pero, no querían que fuese así. En los instantes mismos
en que la dictadura se desplomaba como consecuencia de las victorias
militares de la Revolución, cuando ya no podían resistir ni siquiera 15
días más, viene el señor Cantillo y se convierte en paladín de la
libertad. Naturalmente, que nosotros nunca hemos estado en una actitud
de rechazar cualquier colaboración que implicase un ahorro de sangre,
siempre que los fines de la Revolución no se pusiesen en peligro.
Naturalmente, que nosotros siempre hemos estado llamando a los militares
para buscar la paz, pero la paz con libertad y la paz con el triunfo de
la Revolución, era la única manera de obtener la paz. Por eso, cuando el 24 de diciembre se nos comunicó el
deseo del general Cantillo de tener una entrevista con nosotros,
aceptamos la entrevista. Yo les confieso a ustedes que, dado el curso de
los acontecimientos, la marcha formidable de nuestras operaciones
militares, yo tenía muy pocos deseos de ponerme a hablar de movimientos
militares; pero yo entendí que era un deber, que nosotros los hombres
que tenemos una responsabilidad no nos podemos dejar llevar por las
pasiones. Y pensé que si el triunfo se podía lograr con el menor
derramamiento de sangre posible, mi deber era atender las proposiciones
que me hiciesen los militares (aplausos). Fui a ver al señor Cantillo que vino a hablarme en
nombre del Ejército. Se reunió conmigo el día 28 en el central Oriente,
adonde llegó en un helicóptero, a las 8:00 de la mañana. Allí conversó
con nosotros durante cuatro horas, y yo sí que no voy a hacer una
historia inventada ni cosa que se parezca, porque tengo testigos
excepcionales de la entrevista. Allí estaba el Dr. Raúl Chibás, allí
estaba un sacerdote católico, allí estaban varios militares cuyos
testimonios no pueden ser puestos en duda por ningún concepto. Allí, después de analizar todos los problemas de Cuba,
después de puntualizar todos los detalles, acordó, el general Cantillo,
realizar de acuerdo con nosotros un movimiento militar revolucionario.
Lo primero que le dije fue esto, después de analizar bien la situación:
la situación del Ejército, la situación a que lo había llevado la
dictadura; después de aclararle que a él no le tenía que importar
Batista ni los Tabernillas ni toda aquella gente, no le tenía que
importar nada, porque aquella gente había sido muy desconsiderada con
los militares cubanos; que aquella gente había llevado a los militares a
una guerra contra el pueblo, que es una guerra que se pierde siempre,
porque contra el pueblo no se puede ganar una guerra (aplausos). Después de decirle que los militares eran víctimas de
las inmoralidades del régimen, que los presupuestos para comprar
armamentos se los robaban, que a los soldados los engañaban
constantemente, que aquella gente no merecía la menor consideración de
los militares honorables, que el Ejército no tenía por qué cargar con la
culpa de los crímenes que cometía la pandilla de los esbirros de
confianza de Batista; le advertí, le advertí bien claramente, que yo no
autorizaría jamás, por mi parte, ningún tipo de movimiento que
permitiese la fuga de Batista. Le advertí que si Batista quería fugarse,
que se fugara enseguida y con él Tabernilla y todos los demás, pero que
mientras que nosotros pudiéramos evitarlo, teníamos que impedir la fuga
de Batista (aplausos). Todo el mundo sabe que nuestro primer planteamiento en
caso de un golpe militar para llegar a un acuerdo con nosotros era la
entrega de los criminales de guerra, y esa era una condición esencial. Y se podía haber capturado a Batista y a todos sus
cómplices. Y yo se lo dije bien claro que no estaba de acuerdo con que
Batista se fuera. Le expliqué bien qué tipo de movimiento había que
hacer; que yo no respaldaría, ni el Movimiento 26 de Julio ni el pueblo,
respaldarían un golpe de Estado, porque la cuestión es que el pueblo es
el que ha conquistado su libertad y nadie más que el pueblo (aplausos). La libertad nos la quitaron mediante un golpe de Estado,
pero para que se acabaran de una vez y para siempre los golpes de
Estado, había que conquistar la libertad a fuerza de sacrificio de
pueblo, porque no hacíamos nada con que dieran un golpe mañana y otro
pasado y otro dentro de dos años y otro dentro de tres años; porque aquí
quien tiene que decidir, definitivamente, quién debe gobernar es el
pueblo y nadie más que el pueblo (aplausos). Y los militares deben estar incondicionalmente a las
órdenes del pueblo y a la disposición del pueblo y a la disposición de
la Constitución, y de la ley de la República. Si hay un gobierno malo que roba y que hace más de
cuatro cosas mal hechas pues, sencillamente, se espera un poco y cuando
llegan las elecciones se cambia el mal gobierno; porque para eso los
gobiernos en los regímenes constitucionales democráticos tienen un
período de tiempo limitado. Porque si son malos, el pueblo los cambia y
vota por otros mejores. La función del militar no es elegir gobernantes, sino
garantizar la ley, garantizar los derechos del ciudadano (aplausos). Por
eso le advertí que golpe de Estado ¡no!, movimiento militar
revolucionario, ¡sí!, y no en Columbia sino en Santiago de Cuba
(aplausos). Le dije bien claro, que la única forma de lograr la
vinculación y la confraternización del pueblo y de los militares y de
los revolucionarios, no era dando un "madrugonazo" en Columbia, a las
dos o las tres de la mañana, sin que nadie se enterara como acostumbran
a hacer estos señores, sino sublevando la guarnición de Santiago de
Cuba, que era lo suficientemente fuerte y estaba lo suficientemente bien
armada para iniciar el movimiento militar y sumar al pueblo, y sumar a
los revolucionarios a ese movimiento; que en las circunstancias en que
estaba la dictadura era irresistible, porque de seguro que se sumarían
de inmediato todas las guarniciones del país, y eso fue lo que se
acordó. Y no solo se acordó eso, sino que yo le hice prometer,
porque él pensaba ir a La Habana al día siguiente, y nosotros no
estábamos de acuerdo, porque yo le decía: "Es un riesgo que usted vaya a
La Habana". Él decía: "No, no es ningún riesgo". "Usted corre mucho
peligro de que lo detengan porque esa conspiración... aquí todo se
sabe". "No, yo estoy seguro que no me detienen". Y claro, cómo lo iban a
detener si era un golpe de Batista y de Tabernilla. Yo dije, bueno, o
este hombre lo tiene todo resuelto allí, lo controla todo, o este golpe
es un poco sospechoso. Y entonces le dije: "Usted me promete que usted
no se va a dejar persuadir en La Habana por una serie de intereses que
están detrás de usted, para dar un golpe en la capital. Usted me promete
que no". Y me dice: "Le prometo que no". "Usted me jura que no". Y me
dijo: "Le juro que no". Yo considero que lo primero que debe tener un militar es
honor, que lo primero que debe tener un militar es palabra; y este señor
ha demostrado no solo falta de honor y falta de palabra, sino falta,
además, de cerebro. Porque un movimiento que pudo haberse hecho desde el
primer momento con todo el respaldo del pueblo y con el triunfo
asegurado de antemano, lo que hizo fue dar un salto mortal en el vacío.
Creyó que iba a ser demasiado fácil engañar al pueblo y engañar a la
Revolución. Sabía algunas cosas, sabía que en cuanto dijeran que
Batista había agarrado el avión, el pueblo se iba a tirar a la calle
loco de contento. Y pensaron que el pueblo no estaba lo suficientemente
maduro para distinguir entre la fuga de Batista y la Revolución. Porque
si Batista se va y se apoderan allá de los mandos los amigos de
Cantillo, muy bien pudiera ser que el doctor Urrutia tuviera que irse
dentro de tres meses también; porque, lo mismo que nos traicionaban
ahora, nos traicionaban luego. Y la gran verdad es que el señor Cantillo
nos traicionó a nosotros antes de dar el golpe. Dije que lo demostraba,
y lo voy a demostrar. Se acordó con el general Cantillo que el levantamiento
se produciría el día 31 a las 3:00 de la tarde. Se aclaró que el apoyo
de las fuerzas armadas al movimiento revolucionario sería incondicional,
el presidente que designasen los dirigentes revolucionarios y los cargos
que a los militares les asignasen los dirigentes revolucionarios. Era un
apoyo incondicional el ofrecido. Se acordó el plan en todos sus detalles: el día 31, a
las 3:00 de la tarde, se sublevaría la guarnición de Santiago de Cuba.
Inmediatamente varias columnas rebeldes penetrarían en la ciudad, y el
pueblo, con los militares y con los rebeldes, confraternizaría
inmediatamente, lanzándose al país una proclama revolucionaria e
invitando a todos los militares honorables a unirse al movimiento. Se acordó que los tanques que hay en la ciudad serían
puestos a disposición de nosotros, y yo me ofrecí, personalmente, para
avanzar hacia la capital con una columna blindada, precedida por los
tanques. Los tanques me serían entregados a las 3:00 de la tarde, no
porque se pensase que había que combatir, sino para prever en caso de
que en La Habana el movimiento fracasase y hubiese necesidad de situar
nuestra vanguardia lo más cerca posible de la capital. Y, además, para
prever que no se fueran a realizar excesos en la ciudad de La Habana. Era lógico que con el odio despertado allí contra la
fuerza pública por los inenarrables horrores de Ventura y de Pilar
García, la caída de Batista iba a producir una desorbitación en la
ciudadanía. Y que, además, aquellos policías se iban a sentir sin fuerza
moral para contener al pueblo, como efectivamente ocurrió. Una serie de excesos han tenido lugar en la capital:
saqueos, tiroteos, incendios. Toda la responsabilidad cae sobre el
general Cantillo por haber traicionado la palabra empeñada y por no
haber realizado el plan que se acordó. Creyó que nombrando capitanes y
comandantes de la policía —muchos de los cuales cuando los habían
nombrado ya se habían ido, prueba de que no tenían la conciencia muy
tranquila— iba a resolver la cuestión. Qué distinto, sin embargo, fue en Santiago de Cuba. ¡Qué
orden y qué civismo! ¡Qué disciplina demostrada por el pueblo! Ni un
solo caso de saqueo, ni un solo caso de venganza personal, ni un solo
hombre arrastrado por las calles, ni un incendio. Ha sido admirable y
ejemplar el comportamiento de Santiago de Cuba, a pesar de dos cosas: a
pesar de que esta había sido la ciudad más sufrida y que más había
padecido el terror, por lo tanto, la que más derecho tenía a estar
indignada (aplausos); y a pesar, además, de nuestras declaraciones de
esta mañana diciendo que no estábamos de acuerdo con el golpe. Santiago de Cuba se comportó ejemplarmente bien, y creo
que será este caso de Santiago de Cuba un motivo de orgullo para el
pueblo, para los revolucionarios y para los militares de la Plaza de
Santiago de Cuba (aplausos). Ya no podrán decir que la Revolución es la anarquía y el
desorden. Ocurrió en La Habana por una traición, pero no ocurrió así en
Santiago de Cuba, que podemos poner como modelo cuantas veces se trate
de acusar a la Revolución de anárquica y desorganizada (aplausos). Es conveniente que el pueblo conozca las comunicaciones
que intercambiamos el general Cantillo y yo. Si el pueblo no está
cansado (gritos y exclamaciones de: "¡No!") le puedo leer las mismas. Después de los acuerdos tomados, cuando nosotros ya
habíamos suspendido las operaciones sobre Santiago de Cuba, porque el
día 28 ya nuestras tropas estaban muy próximas a la ciudad, y se habían
realizado todos los preparativos para el ataque a la Plaza, de acuerdo
con la entrevista sostenida, hubimos de realizar una serie de cambios,
abandonar las operaciones sobre Santiago de Cuba y encaminar nuestras
tropas hacia otros sitios, donde se suponía que el movimiento no estaba
asegurado desde el primer instante. Cuando todos nuestros movimientos
estaban hechos, la columna preparada para marchar sobre la capital,
recibo, unas pocas horas antes, esta nota del general Cantillo que dice
textualmente: "Han variado mucho las circunstancias en sentido
favorable a una solución nacional" —en el sentido que él quiere para
Cuba. Era extraño, porque después de analizar los factores que se
contaban, no podía ser más favorable la circunstancia. Estaba asegurado
el triunfo, y esto era una cosa extraña que viniera a decir: "Han
variado muy favorablemente las circunstancias". Las circunstancias de
que Batista y Tabernilla estaban de acuerdo, asegurado el golpe. "[...] Que recomiendo no hacer nada en estos momentos y
esperar los acontecimientos en las próximas semanas, antes del día 6". Desde luego, la tregua prolongada indefinidamente,
mientras ellos hacían todos los amarres en La Habana. Mi respuesta inmediata fue esta: El contenido de la nota se aparta por completo de los
acuerdos tomados, es ambiguo e incomprensible. Y me ha hecho perder la
confianza en la seriedad de los acuerdos. Quedan rotas las hostilidades
a partir de mañana a las 3:00 p.m., que fue la fecha y hora acordadas
para el movimiento. (Aplausos) Ocurrió entonces una cosa muy curiosa. Además de la
nota, que era muy breve, yo le mando a decir al jefe de la Plaza de
Santiago de Cuba con el portador de la misma, que si las hostilidades se
rompían porque los acuerdos no se cumplían y nos veíamos obligados a
atacar la Plaza de Santiago de Cuba, entonces no habría otra solución
que la rendición de la Plaza; que exigiríamos la rendición de la Plaza
si las hostilidades se rompían y el ataque se iniciaba por nuestra
parte. Pero ocurrió que el portador de la nota no interpreta
correctamente mis palabras y le dice al coronel Rego Rubido que yo decía
que exigía la rendición de la Plaza como condición para cualquier
acuerdo. Él no dijo lo que yo le había afirmado: "Que si se iniciaba el
ataque", pero no que yo le había puesto al general Cantillo como
condición que se rindiera la Plaza. En consecuencia del mensaje, el coronel jefe de la
Plaza de Santiago de Cuba me envía una carta muy conceptuosa y muy
pundonorosa que voy a leer también. Naturalmente que se sentía
ofendido con aquel planteamiento que le habían hecho erróneamente, y
dice: La solución encontrada no es golpe de Estado ni
Junta Militar, y, sin embargo, creemos que es la que mejor conviene
al doctor Fidel Castro, de acuerdo con sus ideas, y pondría en 48
horas el destino del país en sus manos. No es solución local, sino
nacional; y cualquier indiscreción adelantada podría comprometerla o
destruirla creando el caos. Queremos que se tenga confianza en
nuestra gestión y se tendrá la solución antes del día 6. En cuanto a Santiago, debido a la nota y a las palabras
del mensajero, hay que cambiar el plan y no entrar. Dichas palabras han
causado malestar entre el personal "llave" y nunca se entregarían las
armas sin pelear. Las armas no se rinden a un aliado y no se entregan
sin honor. Frase muy hermosa del jefe de la Plaza de Santiago
de Cuba. Si no se tiene confianza en nosotros o si se ataca
Santiago, se considerarán rotos los acuerdos y se paralizarán las
gestiones para la solución ofrecida, desligándonos formalmente de
todo compromiso. Esperamos, debido al tiempo necesario para actuar en una
u otra forma, que la respuesta llegue a tiempo para ser enviada a La
Habana en el viscount de la tarde. Mi respuesta a esta nota del coronel José Rego
Rubido fue la siguiente: Territorio Libre de Cuba, diciembre 31 de 1958. Señor coronel. Un lamentable error se ha producido en la trasmisión
a usted de mis palabras. Tal vez se debió a la premura con que
respondí a su nota y a lo apurado de la conversación que sostuve con
el portador. Yo no le dije que la condición planteada por nosotros
en los acuerdos que se tomaron era la rendición de la Plaza de
Santiago de Cuba a nuestras fuerzas. Hubiese sido una descortesía
con nuestro visitante, y una proposición indigna y ofensiva para los
militares que tan fraternalmente se han acercado a nosotros. La cuestión es otra: se había llegado a un acuerdo y se
adoptó un plan entre el líder del movimiento militar y nosotros. Debía
comenzar a realizarse el día 31 a las 3:00 p.m. Hasta los detalles se
acordaron después de analizar cuidadosamente los problemas que debían
afrontarse. Se iniciaría con el levantamiento de la guarnición de
Santiago de Cuba, persuadí al general C. [Cantillo] de las ventajas de
comenzar por Oriente y no en Columbia, por recelar el pueblo grandemente
de cualquier golpe en los cuarteles de la capital de la República, y lo
difícil que iba a ser, en ese caso, vincular la ciudadanía al
movimiento. Él coincidía plenamente con mis puntos de vista; se
preocupaba solo por el orden en la capital y acordamos medidas para
conjurar el peligro. La medida era, precisamente, el avance de la columna
nuestra sobre Santiago de Cuba. Se trataba de una acción unida de los militares, el
pueblo y nosotros; un tipo de movimiento revolucionario que desde el
primer instante contaría con la confianza de la nación entera. De
inmediato, y de acuerdo con lo que se convino, suspendimos las
operaciones que se estaban llevando a cabo, y nos dimos a la tarea
de realizar nuevos movimientos de fuerzas hacia otros puntos como
Holguín, donde la presencia de conocidos esbirros hacía casi segura
la resistencia al movimiento militar revolucionario. Cuando ya todos los preparativos estaban listos por
nuestra parte, recibo la nota de ayer, donde se me daba a entender
que no se llevaría [a cabo] la acción acordada. Al parecer había
otros planes, pero no se me informaba cuáles ni por qué. De hecho ya
no era cosa nuestra la cuestión. Teníamos simplemente que esperar.
Unilateralmente se cambiaba todo. Se ponía en riesgo a las fuerzas
nuestras que, de acuerdo con lo que se contaba, habían sido enviadas
a operaciones difíciles; quedábamos sujetos, además, a todos los
imponderables. Cualquier riesgo del general C., en sus frecuentes
viajes a La Habana, se convertiría militarmente para nosotros en un
desastre. Reconozca usted que todo está muy confuso en este
instante, y que Batista es un individuo hábil y taimado, que sabe
maniobrar. ¿Cómo puede pedírsenos que renunciemos a todas las
ventajas obtenidas en las operaciones de las últimas semanas, para
ponernos a esperar pacientemente a que los hechos se produzcan? Bien aclaré que no podía ser una acción de los
militares solos; para eso, realmente, no había que esperar los
horrores de dos años de guerra. Cruzarnos de brazos en los momentos
decisivos es lo único que no se nos puede pedir a los hombres que no
hemos descansado en la lucha contra la opresión desde hace siete
años. Aunque ustedes tengan la intención de entregar el
poder a los revolucionarios, no es el poder en sí lo que a nosotros
nos interesa, sino que la Revolución cumpla su destino. Me preocupa,
incluso, que los militares, por un exceso injustificado de
escrúpulos, faciliten la fuga de los grandes culpables, que
marcharán al extranjero con sus grandes fortunas, para hacer desde
allí todo el daño posible a nuestra patria. Personalmente puedo añadirle que el poder no me
interesa, ni pienso ocuparlo. Velaré solo porque no se frustre el
sacrificio de tantos compatriotas, sea cual fuere mi destino posterior.
Espero que estas honradas razones, que con todo respeto a su dignidad de
militares les expongo, las comprendan. Tengan la seguridad de que no
están tratando con un ambicioso ni con un insolente [...]. Párenme los tanques allí, hagan el favor (gritos y
aplausos). Cuando terminemos nuestras declaraciones y la
proclamación del presidente provisional, los tanques le harán honor al
poder civil de la República, pasando enfrente de nuestros balcones
(aplausos). Continúo leyendo la carta del día 31 al señor
coronel jefe de la Plaza de Santiago de Cuba. Personalmente puedo añadirle que el poder no me
interesa, ni pienso ocuparlo, velaré solo porque no se frustre el
sacrificio de tantos compatriotas, sea cual fuere mi destino
posterior. Espero que estas honradas razones, que con todo respeto a
su dignidad de militares les expongo, las comprendan. Tengan la
seguridad de que no están tratando con un ambicioso ni con un
insolente [repite el párrafo anterior a la interrupción]. Siempre he actuado con lealtad y franqueza en todas
mis cosas. Nunca se podrá llamar triunfo a lo que se obtenga con
doblez y engaño. El lenguaje del honor que ustedes entienden es el
único que yo sé hablar. Nunca se mencionó en la reunión con el general C. la
palabra rendición, lo que ayer dije y reitero hoy es que a partir de
las 3:00 de la tarde del día 31, fecha y hora acordadas, no podíamos
prorrogar la tregua con relación a Santiago de Cuba, porque eso
sería perjudicar extraordinariamente a nuestra causa. Nunca una
conspiración es segura. Anoche llegó aquí el rumor de que el general
C. había sido detenido en La Habana; que varios jóvenes habían
aparecido asesinados en el cementerio de Santiago de Cuba. Tuve la
sensación de que habíamos perdido el tiempo miserablemente, aunque
afortunadamente hoy parece comprobarse que el general C. se
encuentra en su puesto, ¿qué necesidad tenemos de correr esos
riesgos? Lo que dije al mensajero en cuanto a rendición, que
no fue trasmitido literalmente y pareció motivar las palabras de su
nota de hoy, fue lo siguiente: que si se rompían las hostilidades
por no cumplirse lo acordado, nos veríamos obligados a atacar la
Plaza de Santiago de Cuba, lo que es inevitable, dado que en ese
sentido hemos encaminado nuestros esfuerzos en los últimos meses, en
cuyo caso, una vez iniciada la operación, exigiríamos la rendición
de las fuerzas que la defienden. Esto no quiere decir que pensemos
que se rindan sin combatir, porque yo sé que, aun sin razón para
combatir, los militares cubanos defienden las posiciones con tozudez
y nos han costado muchas vidas. Quise decir solo que después que se
haya derramado la sangre de nuestros hombres por la conquista de un
objetivo, no podía aceptarse otra solución, ya que aunque nos cueste
muy caro, dadas las condiciones actuales de las fuerzas que
defienden al régimen, las cuales no podrán prestar apoyo a esa
ciudad, esta caería inexorablemente en nuestras manos. Ese ha sido
el objetivo básico de todas nuestras operaciones en los últimos
meses, y un plan de esa envergadura no puede suspenderse por unas
semanas sin graves consecuencias, caso de que el movimiento militar
se frustre, perdiéndose, además, el momento oportuno, que es este,
cuando la dictadura está sufriendo grandes reveses en las provincias
de Oriente y Las Villas. Se nos pone en el dilema de renunciar a las ventajas
de nuestras victorias o atacar, un triunfo seguro a cambio de un
triunfo probable. ¿Cree usted que con la nota de ayer, ambigua y
lacónica, contentiva de una decisión unilateral, pueda yo incurrir
en la responsabilidad de mantener en suspenso los planes? Como militar que es reconozca que se nos pide un
imposible. Ustedes no han dejado un minuto de hacer trincheras; esas
trincheras las pueden utilizar contra nosotros un Pedraza, un Pilar
García, o un Cañizares, si el general C. es relevado del mando y con
él sus hombres de confianza. No se nos puede pedir que permanezcamos
ociosos. Vea usted que se nos coloca en una situación absurda.
Aunque defiendan con valor sus armas, no nos queda más remedio que
atacar, porque nosotros también tenemos obligaciones muy sagradas
que cumplir. Más que aliados, deseo que los militares honorables
y nosotros seamos compañeros de una sola causa, que es la de Cuba
[...]. Deseo, por encima de todo, que usted y sus
compañeros no se hagan una idea errónea de mi actitud y de mis
sentimientos. He sido extenso para evitar que se confundan o
tergiversen los conceptos. Respecto a la tácita suspensión del fuego en la zona
de Santiago de Cuba, para evitar toda duda, ratifico que aunque en
cualquier instante antes de que se inicien los combates podemos
reanudar las operaciones, a partir de hoy debe quedar advertido que
el ataque se va a producir de un momento a otro, y que por ninguna
razón volveremos a suspender los planes, ya que todo esto, como son
cuestiones que se tramitan en secreto, puede sembrar la confusión en
el pueblo y perjudicar la moral de nuestros combatientes. Atentamente, Libertad o muerte. (Aplausos) |