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(6 de agosto de 2011)

Che deslumbró en Punta del Este (XXXII)

GABRIEL MOLINA

El acontecimiento más relevante en agosto de 1961 en América fue la Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) que se efectuó en Punta del Este, Uruguay, y el deslumbrante interés generado por el delegado cubano, el inolvidable comandante Ernesto Che Guevara.

Cuba no votó a favor de la Declaración Final porque esta no atacaba la raíz fundamental de los males de América Latina.

Che hizo gala allí de su poderosa fuerza intelectual, la que unida a su capacidad como hombre de acción, formaba un todo brillante y atrayente. La prensa de Estados Unidos fue la primera sorprendida. Sus corresponsales dijeron que combinaba la calma y la ironía con la dialéctica socialista, con un sentido del humor que desarmaba.

Un funcionario estadounidense explicó cómo creyeron que iba a tratar de hacer naufragar la conferencia y, al contrario, los cubanos presentaron 29 mociones hábilmente redactadas. Si quisiera prolongar la reunión, tendría mil formas eficaces de hacerlo. Al contrario, moderado y sobrio en las sesiones, dice cuanto tiene que decir y luego calla. Un día admitió una posición correcta y se puso de parte de la delegación de Estados Unidos, reconoció el delegado norteamericano.

Kennedy había declarado que la Conferencia era el debate más importante, pues se trataba del lanzamiento de la Alianza para el Progreso, plan ideado para contrarrestar la influencia de la Revolución. Douglas Dillon, secretario del Tesoro, presidía la delegación norteamericana junto a Richard Goodwin.

El exclusivo balneario de Punta del Este resultaba un marco ideal para los objetivos. Muy alejado de la capital y visitado por ricos turistas argentinos y personas de posición acomodada de Uruguay, aseguraba la ausencia del combativo pueblo uruguayo. Pero los trabajadores recurrieron a los medios a su alcance para hacerse notar. La Central Uruguaya de Trabajadores establecía que Guevara representaba a los pueblos de América.

El recibimiento en el aeropuerto Carrasco, de Montevideo, fue una impresionante demostración. A las consignas ya mundiales como "Cuba sí, yankis no", se unían las del humor uruguayo: "Llegó Guevara, la cosa se pone brava". En la ruta a Punta del Este un gigantesco cartel enunciaba el apoyo a la Isla. Minutos antes había llegado Dillon, la multitud se viró ostensiblemente de espaldas mientras cantaba la Marcha del 26 de Julio.

Guevara hizo en su turno un discurso definidor: los créditos que se aprueben tienen todos el nombre de Cuba, les guste o no a los beneficiarios. Se refirió con ironía a que algunos llamaban a Cuba "la gallina de los huevos de oro" y preguntó si EE.UU. aportaría los 20 000 millones prometidos. Agregó que con un poco más de empuje se llegaría a los 30 000 millones señalados por Fidel como necesarios para Latinoamérica. Denunció los ataques de Washington y dijo: "Cuba viene a trabajar armónicamente, si es que se puede, para conseguir enderezar esto, que ha nacido muy torcido, y está dispuesta a colaborar con todos los señores delegados para enderezarlo".

El análisis que hizo de la Declaración final llamó mucho la atención. Con voz clara y pausada, Che expresó: "Consideramos que en uno de los párrafos se admite explícitamente la existencia de regímenes diferentes a los que tienen la filosofía de la libre empresa y que, por lo tanto, se admite la existencia dentro del cónclave americano de un país que presenta una serie de características específicas que lo diferencian de los demás (...) creemos que se ha establecido el primer vínculo de coexistencia pacífica real en América, que se ha dado el primer paso para que aquellos gobiernos que están decididamente contra el nuestro y nuestro sistema, reconozcan al menos la irreversibilidad de la Revolución Cubana ( ...) guste o no su sistema de gobierno".

No obstante explicó la abstención al votarla: "no ataca la raíz fundamental de nuestros males, prácticamente ha limado totalmente la intención verdadera de los promotores de las ideas de tal forma que son prácticamente inocuas, (...) las proposiciones concretas que llevaban un fin determinado se convierten en declaraciones vagas".

En su informe a Kennedy después de la Conferencia, Goodwin invitó a continuar y hasta intensificar las terribles medidas que se estaban aplicando contra Cuba. No obstante, acerca de la reunión que secretamente sostuvo con Che observó: la invasión fortaleció la Revolución, lo cual constituye un fenómeno irreversible y posible en América Latina, como lo demuestra su repercusión e influencia en la región; es imposible derrocarla desde dentro; las relaciones con la URSS continuarán desarrollándose y "Estados Unidos no debe partir del principio de salvar a Cuba de las garras del comunismo (...) Cuba no intervendría directamente en promover acciones revolucionarias en terceros países, es decir, no exportaría la revolución".

El historiador A. M. Schlesinger aduce que las contiendas electorales obligaban a Kennedy a manejar a la vez opciones contrarias. Ya en 1960, tras considerar a Fidel Castro como "parte de la herencia de Bolívar", dijo frases durante la campaña tan contrarias como que "había transformado a Cuba en un hostil y militante satélite comunista".

Esas contradicciones reflejan en el fondo las de esa potencia dominante. Los fundadores de Estados Unidos fueron creadores en 1776 de la primera república de la historia moderna. Sin embargo, la idea de erradicar el linaje real como fuente de derecho para gobernar, es incompatible con el sistema esclavista que mantuvieron intacto. Pero prefirieron preservar sus intereses. George Washington, Thomas Jefferson y muchos de esos patriarcas eran dueños de esclavos, lo que no era óbice para calificarlo de "comercio execrable" en la Declaración de Independencia y para asumir la incompatible dualidad de libertadores y esclavistas, que los condujo a un astuto sistema de explotación de los débiles.

Los Kennedy querían trascender, hacerlo menos oneroso. Hacer cambios no solo en la CIA, sino también en el sistema a nivel nacional e internacional. Pero tropezaban con intereses electorales y económicos, propios y ajenos.

Goodwin trasladó también la impresión a Kennedy, mientras disfrutaban sendos habanos, de que Cuba buscaba un modus vivendi pacífico, la coexistencia con un país socialista en este continente. El presidente consideró improcedente la idea en esos momentos y lo nombró jefe de un grupo con el objetivo de derrocar a la Revolución.

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