(26 de noviembre de 2010)
Girón 50
La guerra contra cuba atormentó a Hemingway (V)
Gabriel Molina Franchosi
Hasta el llamado
Dios de Bronce de la literatura norteamericana, el insigne escritor
Ernest Hemingway, fue afectado y atormentado a causa de los planes
de su gobierno contra Cuba.
Las
informaciones difundidas cuando
Hemingway entregó a Fidel el trofeo
que ganó en el torneo de la pesca
de agujas, eran justamente lo que
Bonsal dijo que su gobierno estaba
decidido a impedir, para no afectar la imagen
que en Washington se quería dar
sobre el líder cubano.
La periodista y
escritora irlandesa Valerie Danby-Smith, secretaria particular de
Hemingway en los últimos años de vida del laureado premio Nóbel de
1954, fue testigo excepcional de las presiones del gobierno del
general Eisenhower para obligarlo a salir de Cuba. Su presencia
estorbaba a la justificación de la operación bélica que ya se había
decidido para ahogar a la Revolución.
Ernest había
vuelto en marzo de 1959 a la Isla que abandonó en 1957, tras un
registro practicado por la policía de Batista en su acogedora finca
la Vigía, de 61 000 m2 en San Francisco de Paula, a 24 km de La
Habana. Al New York Times manifestó su simpatía por el proceso
guerrillero. Ya en La Habana, el argentino Rodolfo Walsh, escritor y
uno de los fundadores de Prensa Latina relata que lo interceptó en
el aeropuerto de La Habana e hizo el reportaje más corto de su vida.
Hemingway decía: "Vamos a ganar. Nosotros los cubanos vamos a ganar
—y agregaba—. I’m not a yankee, you know". (1) Valerie,
quien años después adoptaría el apellido Hemingway al casarse con
Greg —uno de los hijos del autor de El viejo y el mar—, llegó
al aeropuerto de Rancho Boyeros de La Habana el 27 de enero de 1960.
Su impresión fue muy agradable. Anotó que era imposible pasase
inadvertido, la gente se apiñaba a su alrededor. Su cuerpo robusto,
con unos pantalones cortos de color caqui y una camisa a cuadros de
manga corta, los mocasines marrones y la cara redonda y enmarcada
por la barba.
La joven
irlandesa fue acomodada en el espacioso alojamiento contiguo a la
residencia en sí, que había servido a huéspedes tan ilustres como
Gary Cooper, Luis Miguel Dominguín, Ava Gardner, Antonio y Carmen
Ordóñez, Jean Paul Sartre, Errol Flynn, Spencer Tracy y muchos
otros.
Algunos
visitantes se sentaban ciertos días a la semana en la bien servida
mesa de Ernest y Mary. Entre ellos cenaba los jueves Philip W.
Bonsal, embajador de Estados Unidos, con quien Hemingway hablaba
ampliamente de su país, que representaba "una conexión directa con
su tierra natal. Ernest seguía con avidez todo lo que sucediera en
su país natal". (2)
Pero desde meses
antes, diciembre de 1959, ya el presidente Eisenhower había aprobado
el documento de la CIA redactado por J.C. King, oficial encargado de
la América Latina en la División del Hemisferio occidental, que
recomendaba derrocar a Fidel Castro. El 18 de enero de 1960, once
días antes de que llegase Valerie a Cuba, en Washington era
designado J. D. Esterline como jefe de un grupo interno creado por
Allen Dulles para dirigir el llamado Proyecto cubano, que no dejaba
ningún eslabón suelto.
Consecuente con
el Proyecto de la CIA, en esa primavera, es decir, entre marzo y
mayo, "apareció un jueves Bonsal con el semblante muy serio. Le
trajo a Ernest un mensaje importante, aunque informal, de Washington
D.C. El gobierno estadounidense empezaba a plantearse muy seriamente
la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba. Hemingway era
ciudadano norteamericano, pero también era residente en Cuba, y
seguía siendo el expatriado más conspicuo y relevante de la isla a
todos los efectos. Lo que Washington deseaba de él era no solo que
pusiera punto final a su residencia en Cuba, sino también que diera
abierta manifestación de su desagrado con el gobierno de Castro y el
régimen cubano.
"Ernest
protestó, aquella era su casa, era un escritor, no veía que hubiera
motivo para cambiar su forma de vida, su vida misma, su manera de
ganársela", (3) testimonia Valerie Danby. Ella recuerda como su jefe
y amigo manifestó a Bonsal una lealtad incondicional a Estados
Unidos. El embajador estuvo de acuerdo con todo, pero agregó que en
Washington veían las cosas de modo distinto y podría verse obligado
a afrontar represalias. Se exponía a ser catalogado de traidor.
Único testigo
del diálogo —con excepción de Mary, la esposa de Hemingway—, Danby
anota que este hizo como si no se lo hubiese tomado en serio, pero a
medida que pasaban los días, se dio cuenta de que la amenaza de
perder su casa y todo lo que representaba, empezó a tener un gran
peso en su ánimo.
Al comenzar el
nuevo año el embajador los visitó y les comunicó con tristeza que
había sido convocado a Washington, pues el gobierno de Eisenhower
había roto las relaciones entre ambos países, el 3 de enero de 1961,
17 días antes de dar posesión a Kennedy, quien confesó no había sido
consultado. Bonsal dijo tener la sensación de que Hemingway tendría
que elegir entre su país y su tierra de adopción, con claridad y de
forma notoria. La tristeza asomó a los ojos de Ernest según Valerie.
Poco después
Hemingway recibió la visita del conocido periodista Herbert Matthews,
quien le contó que "el New York Times retocaba sus reportajes para
que Castro saliera menos favorecido; en algunos casos llegaba a
recortar sus artículos o a no publicarlos". (4 )
Valerie notó un
creciente desánimo en Hemingway. Lo atribuyó a "la inquietante
certeza de que la situación política de Cuba y sus consecuencias
traerían consigo un futuro plagado de incertidumbre" (5) o a los
problemas de visión que comenzaron en España y empeoraban su salud.
Todo se complicó más después de su primer encuentro personal con
Fidel Castro en ocasión del Torneo de Pesca de la aguja, que ganó el
propio Fidel y las fotos de Ernest entregándole el trofeo fueron
profusamente publicadas en todas partes.
Las relaciones
entre los dos países continuaron empeorando. Hemingway tuvo que
revisar sus cada vez más reducidas opciones, la soga se estaba
tensando. El resto fue tarea de los servicios secretos de Estados
Unidos, el 25 de julio de 1960 los Hemingway dejaron vacía la finca
La Vigía.
(1) Rodolfo
Walsh. www..elortiga.org. Los que luchan y los que lloran. Prólogo
(2 ) Valerie
Hemingway. Correr con los toros. Santillana Ediciones Generales.
2005. Madrid, pp 131
(3) Ibid. pp
132
(4) Ibid. pp
144
(5) Ibid. pp 155 |