Fragmentos del discurso pronunciado por el
Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz ante el Primer Congreso Nacional de
Educación Rural, el jueves 27 de agosto
Quiero expresarles, primero que nada, que este es uno de
los actos en el que no me invitaron (risas), sino que yo mismo me invité
[¼ ] no es este un acto al que acudo en
virtud de un compromiso determinado, de una invitación, sino que
solicité expresamente la oportunidad de hablar a los maestros, y en
pocos actos he estado tan interesado como en este acto, en el cual,
realmente, he venido pensando desde hace muchos días¼
Yo vengo aquí a este Congreso a discutir con ustedes
ciertas cuestiones muy importantes¼ Ninguna
medida del Gobierno Revolucionario irá jamás contra los principios de la
enseñanza y ninguna medida tomará jamás el gobierno que pueda ser en
perjuicio de la enseñanza o del maestro.
Se trata sencillamente de la necesidad en que estamos de
brindarles la enseñanza a todos los niños de Cuba¼
Como todos ustedes recordarán, los primeros pasos que dimos aun antes de
formar parte del Consejo de Ministros, fueron con relación a la enseñan
za. Al llegar nosotros al poder nos encontramos estas
realidades: primero, un número extraordinario de maestros con títulos,
que sin embargo no tenían trabajo, 600 000 niños aproximadamente o medio
millón de niños, que no estaban recibiendo enseñanza, y un gobierno que
no tenía recursos frente al cual había un país lleno de necesidades.
El Gobierno Revolucionario no tenía recursos suficientes
para afrontar todas las necesidades del país. Contemplaba por un lado el
hecho cierto de que teníamos maestros, ya que afortunadamente, al revés
de otros países, al revés por ejemplo, de lo que ocurrió en Venezuela
donde fueron suprimidas las escuelas para maestros, en Cuba traíamos el
arrastre desde hace muchos años, de un gran número de maestros que no
tienen aula, que no tienen trabajo, es decir que no pueden ni ganarse la
vida con su profesión, ni desarrollar su vocación [¼
]
Nosotros teníamos, al triunfar la Revolución, por un
lado, la escasez de recursos, por otro lado millares de maestros
preparados para la enseñanza. No teníamos dinero; pero, en cambio, había
entusiasmo y tuve entonces una idea, la idea de convertir en recurso de
la nación la capacidad con que contábamos y el entusiasmo con que
contábamos. Fue así como hice un intento para lograr movilizar el mayor
número de maestros en un esfuerzo por llevar con toda urgencia la
educación a los campesinos, y recuerdo bien aquella reunión de los
campesinos que tuvimos en la Sierra Maestra, fue tal el entusiasmo con
que respondieron los maestros que allí se reunieron aquella tarde, casi
tantos maestros como campesinos, es decir, que el magisterio respondió
al llamamiento [¼ ]
Cuando tuvimos la idea de utilizar a todos los maestros
que estaban sin aula, en un esfuerzo por alfabetizar a todos los niños
campesinos, estábamos partiendo de la idea de la escasez de los recursos
del gobierno; y me acuerdo de que la base fundamental de aquel proyecto
no era aspirar a que los maestros estuvieran dando clases gratuitamente,
sino que partiendo del hecho de que había un número enorme de maestros
sin aula, y que muchos de ellos iban a estar varios años sin poder
enseñar, sin poder prestar ese beneficio al país, sin poder resolver su
situación económica, además [¼ ] pensábamos
que era realmente criminal que ese enorme número de maestros capacitados
para enseñar continuasen con los brazos cruzados, sin ganarse la vida,
sin prestar ningún servicio al país, que tanto necesita en estos
momentos, que son unos momentos de hechos y no de palabras, mientras
cientos de miles de niños iban a permanecer durante años en la
ignorancia, mientras cientos de miles de inteligencias iban a permanecer
en la oscuridad y en el olvido, porque la república, que tenía maestros,
la república, que tenía entusiasmo, la república, que vivía un momento
estelar y decisivo de su historia, no tenía unos míseros pesos para
pagarles a esos maestros a fin de que fuesen a enseñar a los niños del
campo.
Son estas razones demasiado ciertas, demasiado
irrebatibles para que pudiésemos sentirnos satisfechos ante la realidad
de que no estábamos haciendo el mayor esfuerzo, ante la realidad de que
estábamos cometiendo el error de no utilizar los recursos de la nación,
porque en realidad no daban para el país otras soluciones de utilizar
todo lo que tenemos para marchar adelante. Es mentira que los pueblos
avanzan y es mentira que los pueblos resuelvan sus necesidades, y es
mentira que los pueblos se engrandezcan y sean felices si no hacen
realmente el esfuerzo.
Mucho hemos hablado, mucho hemos hecho todos y nuestra
profesión de fe revolucionaria, mucho hemos aclamado nuestro respaldo a
la idea justiciera que la Revolución encierra; mucho hemos repetido
nuestra decisión de hacer avanzar la Revolución. Muchas veces hemos oído
decir que se quieren fusiles para defenderla; muchas veces hemos podido
decir que se está dispuesto a dar la vida por ella; pero a poco que
analicemos, con absoluta honradez, a poco que analicemos con absoluta
sinceridad, a poco que analicemos con alguna profundidad, tenemos
forzosamente que reconocer que en muchos órdenes de la vida real, en
muchos órdenes de la vida del país, todavía no estamos poniendo en
práctica el verdadero esfuerzo que la Revolución reclama. En muchos
órdenes de la vida actual de nuestro país, todavía estamos viviendo de
ilusiones, todavía estamos viviendo de sofismas, todavía tenemos nuestra
mente plagada de falsas ideas y de vicios pasados; todavía estamos
pensando dentro del estrecho marco en que estuvimos pensando siempre;
todavía no hemos adaptado nuestra mente y nuestros sentimientos a la
entera realidad revolucionaria que vive Cuba [...]
[...] ¿Acaso no debe el triunfo de la Revolución traer
consigo la solución al problema de la enseñanza y la solución al
problema de los maestros? ¿Acaso no debe ser el triunfo de la Revolución
el fin de la incertidumbre y de la angustia de todos los maestros?
¿Sería correcto resolver el problema de una parte de los maestros y
decirles a los demás maestros que esperaran dos, tres, cinco o diez años
para dar clases? ¿Sería justo buscar soluciones para una parte
solamente, mientras dejábamos en la misma incertidumbre del pasado a los
demás? ¿Sería justo resolver el problema a una parte de nuestros niños y
dejar sin resolver el problema del resto de los niños, que tienen tanto
derecho como cualquier otro a la educación, que no puede ser en una era
revolucionaria cuestión de mejor suerte, que debe ser una cuestión de
deber moral insoslayable de la nación, que debe ser un deber de todos
los maestros? ¿Sería correcto de la Revolución que viniera con la
solución raquítica de dar empleo a una parte de los maestros, a dar
enseñanza a una parte de los niños mientras el resto de los maestros
espera, mientras el resto de los niños espera?
El Gobierno Revolucionario, haciendo un gran esfuerzo,
haciendo el esfuerzo máximo que permite la paupérrima economía que nos
legaron, ha logrado presupuestar los recursos necesarios para crear 5
000 aulas. Sin embargo, eso sería menos de la mitad de las aulas que se
necesitan; el resto de los niños tendría que esperar años, el resto de
los maestros tendría que esperar años, porque difícilmente pueda nuestra
economía en los próximos años inmediatos allegar los recursos
suficientes para volver a crear otras 5 000 aulas.
¿Qué es lo que quiero proponer? Quiero proponer una
fórmula generosa para ustedes, de sacrificios sí, pero de honra, de
sacrificio, pero de sacrificio a la patria, de sacrificio, pero de
extraordinario favor a cientos de niños y como considero que es honesto
plantearlo, sin importarme siquiera que puedan algunos —si es que hay
alguno en esta obra capaz de no comprender estas verdades—, lo que
quiero proponerles a los maestros es que con los mismos recursos que
tenemos para crear 5 000 aulas, creemos las 10 000 aulas, que con los
mismos recursos que tenemos para dar empleo a los 5 000 maestros demos
empleo a 10 000 maestros.
Que en esta oportunidad única de nuestra patria, no se
quede un solo maestro esperando, ni se quede un solo niño esperando.
[¼ ] es preciso pensar en el
triunfo que significaría para el magisterio de Cuba, para el pueblo de
Cuba y para Cuba el ser posiblemente el único país de América que haya
llegado a esta posibilidad de atender todas las necesidades de la
enseñanza rural, con maestros titulados. Es preciso pensar en que no
significaría siquiera un sacrificio grande. No. Porque como la riqueza
de nuestro país tiene necesariamente que ir al desarrollo, porque es
propósito fundamental del Gobierno Revolucionario realizar ese
desarrollo de nuestra economía, cueste lo que cueste, y pase lo que pase
[¼ ] nuestra aspiración será poder darle más
al maestro cada vez. Solo pedimos una cosa, solo pedimos en nombre de la
patria una cosa, solo pedimos en nombre de la Revolución una cosa, y es
que no nos pongamos a esperar sin razón a que sea dentro de tres,
cuatro, cinco, seis o siete años que cientos de miles de niños reciban
el pan de la enseñanza. Que podamos decir al pueblo y al mundo que como
un esfuerzo más de nuestra Revolución, que como un esfuerzo más de
nuestro pueblo, no quedará un solo niño sin escuela. Y esto significa el
desarrollo de la inteligencia de todos nuestros niños; eso significa que
no quedará un solo talento que no se abra a la luz; eso significa que no
quedará una sola inteligencia sin su oportunidad, ni quedará un solo
maestro sin su vocación. Significa la conjugación de los intereses de la
nación, del maestro y del niño con un poco de sacrificio hoy, con una
compensación futura en lo económico, pero sobre todo algo que no se
logra con todo el oro del mundo: la satisfacción de haber servido a su
patria en esta hora. La satisfacción de que cientos de miles de niños le
agradecerán la cultura que posean, de que el país le agradecerá las
inteligencias de que pueda disponer y de que con un poco de esfuerzo
hoy, no solo brindaremos la alegría, no a una parte, sino a todos los
maestros. No solo aseguraremos su vocación y su porvenir a una parte,
sino a todos los maestros. Que no solo resolveremos el problema terrible
de la educación a una parte de los niños campesinos sino a todos los
campesinos y los maestros estarán dando un ejemplo digno de imitarse:
que este ejemplo de sacrificio por los maestros, que esta lección de que
tenemos que sacrificarnos hoy si queremos tener felicidad mañana,
empiece por los maestros y que los maestros se pongan a la cabeza del
civismo del país con un poco de esfuerzo.