En la madrugada del 16 de febrero, Fidel llamó por
teléfono y me citó para el hotel Habana Hilton (hoy Habana Libre).
Allí planteó que debía hablar con Miró para informarle que él se
haría cargo del Premierato a las 6:00 p.m. Preguntó "¿Tengo que
quitarme el uniforme?" Le contesté: "Bueno, Fidel, no sé; pero
fíjate en las opiniones que priman en América sobre los militares
como jefes de gobierno". A lo que replicó: "¡Ah, no, no; este
uniforme y estas barbas significan la rebeldía de la Sierra Maestra
y de nuestra Revolución, y no me las quito de ningún modo, búsquense
otro Primer Ministro!" Entonces le dije que en relación con el
uniforme no había ninguna dificultad, pues por decreto presidencial
se podría autorizar a los miembros del Ejército Rebelde que
vistieran el uniforme verde olivo con las insignias de sus grados.
Pregunté cómo se efectuaría la ceremonia y rápidamente respondió:
"Eso de ceremonia es asunto tuyo, yo no me meto en eso, solo sé que
a las 6:00 p.m. estaré en Palacio para tomar posesión".
Al despuntar el alba fui a la casa de Miró y lo puse
al corriente de mi conversación con Fidel.
El acto fue transmitido por la radio y la
televisión. De la intervención de Fidel extraigo estos fragmentos:
Paradójicamente, en los instantes en que recibo este
honor de ponerme al frente del Consejo de Ministros no experimento
sino una honda preocupación por la responsabilidad que se ha puesto
sobre mis hombros, por la seriedad y la devoción que siempre he
puesto en el cumplimiento de mi deber.
De cuantas tareas he tenido que realizar en mi vida,
ninguna considero tan preñada de obstáculos, ninguna considero tan
dura de llevar adelante, porque estoy consciente de todas las
dificultades, estoy consciente de todos los obstáculos.
Fidel aclaró que esa tarea no fue escogida por él,
sino que se la habían asignado y significaba "un profundo concepto
de la necesidad de sacrificarse por el país". Más adelante afirmó:
Estaré aquí mientras cuente con la confianza del
Presidente de la República y mientras cuente con las facultades
necesarias para asumir la responsabilidad de la tarea que se me ha
impuesto. Estaré aquí mientras la máxima autoridad de la República
—que es el Presidente— lo estime pertinente o mi conciencia me diga
que no soy útil.
Está de más reafirmar mi respeto por la jerarquía,
mi ausencia de ambiciones personales, mi lealtad a los principios,
mi firme y profunda convicción democrática.
Aprovechó la oportunidad para manifestar a los
trabajadores y campesinos que el Gobierno no los olvidaría. La Ley
de Reforma Agraria que se estaba confeccionando sería realidad
dentro de poco tiempo y sus postulados eran más radicales que los
contemplados en la Ley promulgada en la Sierra Maestra.
También señaló los obstáculos que en lo adelante se
presentarían y destacó que a pesar de los errores que la Revolución
pudiera cometer, el propósito permanente era de superación y
rectificación. Según él, lo que no se debería admitir nunca era la
negación de los principios por los cuales se había luchado. A
continuación rememoró:
Bien recuerdo el día en que tuve la noticia de la
fuga del tirano, la convicción completa de que la guerra había
concluido. En medio de la natural alegría de todos los cubanos, me
preocupaba pensar que aquella escuela que había producido tantos
hombres formidables, aquella lucha llena de sacrificio que había
producido hombres tan ejemplares, había clausurado su curso. En lo
adelante sería muy difícil distinguir el bueno y el malo, porque
solo allá en aquella escuela, en el fragor de la lucha, es posible
distinguir quién sirve de quién no sirve; quién es un hombre valioso
y quién un farsante; quién un interesado y quién un idealista; quién
un sincero o quién un hipócrita consumado.
Porque luchar en las altas montañas, con el frío,
con el hambre y con el enemigo en acecho, no es lo mismo que
sentarse cómodamente en un despacho y empezar una función de
carácter administrativo, sin haber conocido jamás el sacrificio. Y
me preocupaba lo que podrían perder nuestros hombres en ese proceso.
Y me preocupaba grandemente que el espíritu revolucionario y el
espíritu de sacrificio no decaigan.
Destacó que el futuro no sería fácil, y expresó:
El pueblo tiene que estar muy consciente de que el
camino es difícil, que el camino es largo, que el camino es
fatigoso, que tenemos que sudar mucho la camisa luchando. Y que no
solamente hay que tener esa idea presente, sino que hay que estar
siempre alerta y no dejar que el entusiasmo muera.
Terminando el acto, el Consejo de Ministros se
reunió en sesión extraordinaria. En el Acta de ese día se plasmó que
el presidente Urrutia había aceptado la renuncia de José Miró
Cardona, como primer ministro, y que, para sustituirlo, quedaba
designado el doctor Fidel Castro Ruz, quien después de haber jurado
y tomado posesión del cargo asistía a esa sesión. Urrutia subrayó la
importancia de este hecho para la historia política de Cuba, pues
conforme a la Ley Fundamental —modificada y aprobada por el Consejo
de Ministros—, quien desempeñara esa función asumía la política
general del Gobierno.
Tras expresar a Urrutia su gratitud por el honor que
le había conferido, Fidel destacó que esa prueba de confianza
implicaba la tarea más ardua que se le hubiera asignado en la vida,
pero había aceptado porque creía sinceramente que era necesario
sacrificarse por el país. Como hombre cabal, siempre había afrontado
con resolución las dificultades.
Dirigiéndose a Urrutia, le planteó que a partir de
esa reunión haría uso de las facultades que le confería el artículo
146 de la Ley Fundamental, y en tal virtud, comenzaría a presidir el
Consejo de Ministros. Los proyectos de leyes le serían enviados a
través del Secretario del Consejo para que, dentro del término de 10
días, los promulgara. En el caso de que existieran objeciones, por
ese mismo conducto los devolvería para que fueran nuevamente
considerados, y si las dos terceras partes del número total de los
integrantes del Consejo votaban a favor del proyecto original, este
se convertiría en ley.
Urrutia abandonó el Salón del Consejo de Ministros
encolerizado. Al levantarse del asiento, todos nos pusimos de pie.
Enrique Oltuski y Manuel Ray lo acompañaron por el pasillo que
comunicaba el salón con el despacho del Presidente, donde estaba la
escalera secreta que conducía al tercer piso. Yo me había quedado en
el salón, y Fidel me dijo: "¿Y tú qué haces aquí? Acompaña al
Presidente".
Para la cerradura de la puerta secreta solo había
dos llaves, una estaba en poder de Urrutia y la otra la conservaba
yo. Él, excitado, buscaba la suya en los bolsillos y no la hallaba.
Abrí la puerta con la mía y le pregunté si quería que lo acompañara.
Me contestó: "A mí nadie tiene que acompañarme", y subió rápidamente
la escalera.
Oltuski, Ray y yo nos reintegramos al Consejo de
Ministros, que continuó sesionando presidido por Fidel, quien
manifestó que él no había adelantado los puntos del programa a
ejecutar. Según su opinión, las medidas se debían aplicar después de
realizar los estudios previos necesarios, sin violentar el orden de
prelación.
Fidel declaró, de modo terminante, que los niños
tendrían ciudades escolares; cientos de miles de campesinos
disfrutarían de viviendas higiénicas y se convertirían en pequeños
propietarios rurales a través de la Reforma Agraria y la abolición
del latifundio; se erradicaría la usura en la venta de muebles a
plazos, el financiamiento para la adquisición de automóviles y los
préstamos personales; se rebajarían sustancialmente los alquileres
de las casas; el pueblo tendría libre acceso a las playas; Cuba
dispondría, en realidad, de una marina mercante; en cinco años se
invertirían 1 000 millones de pesos en la construcción de viviendas;
2 000 millones en nuevas industrias; y los trabajadores que habían
aplazado sus demandas para salvar la zafra, para consolidar la
Revolución, recibirían el fruto de su sacrificio.
También subrayó que era menester sanear la
administración pública, hacerla más eficiente rescatando el
prestigio del Estado. Deberían integrarla, mientras actuasen bien,
hombres de capacidad, de méritos revolucionarios. Para comenzar,
suprimiría los "Gastos de Representación" asignados a los ministros,
pues ellos recibían salarios altos con los que podían cubrir todas
sus necesidades. Decía: "Nosotros vamos a ganar menos y no vamos
a robar. Vamos a demostrar que la honradez no es cuestión de
necesidad más o menos, sino que es cuestión de convicción".
Más adelante, destacó que con las medidas antes
expuestas y la implementación de las reformas arancelaria y fiscal,
la campaña para que se consumieran artículos del país, y cuantas más
fueran necesarias aplicar —todas dentro del respeto más estricto a
las libertades humanas— aumentaría notablemente la producción
agrícola, se duplicaría la capacidad de consumo de la población
campesina y Cuba borraría su pavorosa cifra de desempleo crónico,
logrando para el pueblo un nivel de vida superior al de cualquier
otra nación.
El Primer Ministro terminó diciendo que sabía que el
fracaso de la Revolución sería la guerra civil, pero contaba con el
respaldo del pueblo —al que nunca defraudaría—, con el consejo del
señor Presidente y la entusiasta y capaz colaboración de sus
compañeros de Gabinete. Ellos, a su vez, podían tener la convicción
de que a él jamás le faltarían la buena fe, la honradez, la
decisión, la ecuanimidad y la plena conciencia de sus deberes, que
cumpliría con una conducta intachable, como correspondía a un
revolucionario por vocación.
Al hacer un análisis sobre los proyectos de leyes,
Fidel expuso que se le habían pedido al país sacrificios para
consolidar la Revolución. Si bien era cierto que el pago de sueldos
remunerativos a los funcionarios públicos era una política correcta
del Estado, la honradez de los gobernantes dependería
fundamentalmente de la convicción y el espíritu de sacrificio que
ellos poseyeran. En tal sentido, presentó un proyecto de ley
aprobado en el Consejo, por el que se suspenderían —a partir de
marzo de 1959— las asignaciones y el cobro de estas consignadas en
los "Gastos de Representación" de todos los miembros del Gabinete,
en los presupuestos generales del Estado para cada ejercicio fiscal
en vigor, ordinario y extraordinario.
Se aprobó un proyecto de ley por el que se
suprimiría total y definitivamente la Renta de la Lotería Nacional,
de tan triste historia de peculado y corrupción, y se crearía en su
lugar un organismo autónomo, denominado Instituto Nacional de Ahorro
y Vivienda (INAV), con los objetivos de ahorrarle al pueblo lo que
perdía en el juego e invertir los fondos que se pudieran allegar
para la solución del problema de la vivienda en nuestro país. Con
esta medida se hizo posible que las capas medias y humildes
alcanzaran también los beneficios de las actividades crediticias.
En esa misma sesión del 16 de febrero se aprobaron
otros proyectos de leyes y disposiciones. Ejemplos de ellos fueron:
la creación de la Oficina de Fomento Marítimo y la modificación de
la Ley Decreto No. 1891 —de 21 de enero de 1955—, por la cual se
había creado el Instituto Nacional de la Pesca como institución
autónoma, con el traspaso al Ministerio de la Defensa Nacional de
todas las facultades y atribuciones que tenía sobre ese Instituto el
Ministerio de Agricultura; se aprobó la disposición de que no podría
ser cesanteado ningún miembro de la administración civil y de las
instituciones paraestatales u organismos autónomos, salvo
excepciones; se suspendió por el término de 180 días la aplicación
del inciso 1 contemplado en el artículo 61 del Decreto No. 789, de
1938, que autorizaba el despido de los patrones a los trabajadores
por motivo de reducción de gastos de las empresas. También se ordenó
la restitución al trabajo de los obreros despedidos.
Además, se aprobó un proyecto de decreto por el que
se autorizaba el otorgamiento de licencias a los miembros del
Ejército Rebelde que se encontraban desempeñando cargos públicos,
para que pudieran vestir el uniforme verde olivo y usar las
insignias y distintivos correspondientes a sus grados militares. Se
aprobó un proyecto de ley para dejar de aplicar el Acuerdo Ley No.
37, de 1958, que extendía al ejercicio fiscal de 1958-1959 la
contribución de medio día de haber para la creación de un monumento
al lugarteniente general Antonio Maceo y Grajales. Monumento el cual
—no obstante haber cobrado la tiranía esa contribución en el año
fiscal de 1957-1958— no se había iniciado el proyecto. Los
politicastros, en sus robos, no respetaban la memoria de los héroes
de la Patria.
Por último, fue aprobado un proyecto de ley por el
cual se ampliaría el crédito presupuestario para la Comisión
Nacional de Deportes, afectando en igual suma el presupuesto de la
inoperante Cámara de Representantes.
De esta forma terminó la primera sesión del Consejo
de Ministros presidida por el Jefe de la Revolución.