El Gobierno no funcionaba con la acometividad que el
pueblo reclamaba. Había transcurrido más de un mes sin haberse
tomado medida alguna de carácter social y comenzaba la
intranquilidad en el pueblo.
La crisis interna se intensificaba sin vislumbrarse
una solución. Necesitábamos una autoridad de prestigio y arraigo
popular, y llegamos al criterio de que Fidel era la figura indicada
para hacerse cargo del Gobierno, como Primer Ministro.
Una madrugada, al terminar la sesión del Consejo de
Ministros, miembros de este que pertenecían al M-26-7 (Armando Hart,
Faustino Pérez, Enrique Oltuski y Julio Camacho) localizaron al Jefe
de la Revolución, en el hotel Habana hilton (hoy Habana Libre), para
informarle sobre la situación. Le expusieron nuestras
preocupaciones, pero como el lugar donde estaban no era el más
apropiado para hablar del tema, Fidel planteó: "Bueno, vamos a
reunirnos para discutir todo esto. ¿Dónde nos reunimos?" Oltuski
propuso su casa, en las márgenes del río Almendares. Localizaron a
varios compañeros, entre ellos a mí, y allí se reunió la dirección
del M-26-7. Esa fue la primera y más importante reunión después del
triunfo revolucionario, en la que se hizo un análisis político y
social de la nación.
Uno de los asuntos discutidos giró en torno a la
designación de Rufo López Fresquet como ministro de Hacienda. Yo
había hecho la propuesta. En aquel encuentro varios compañeros me
reprocharon haber actuado inconsultamente. Pedí la palabra para
reconocer mi error y renunciar al cargo de Secretario del Consejo de
Ministros, pero Fidel intervino y, para asombro de todos, estimó que
la designación había sido correcta, pues sosegaría a la clase
económica dominante del país.
Ya iba a respirar con alivio, cuando Fidel cambió el
tono de voz y, dirigiéndose a mí, dijo con energía:
Pero esta no es la forma de resolver
[unipersonalmente] los asuntos que llevan consigo responsabilidades
políticas. Debemos resolverlos en colectivo, que cada cual exprese
libremente su criterio antes de tomar el acuerdo más conveniente
para la Revolución. El caso de Buch debe servirnos de ejemplo para
que no se repitan errores como este.
Han pasado los años y no he olvidado aún las
enérgicas —aunque respetuosas— palabras de Fidel. Ellas me han
servido de guía y ayuda en el desarrollo de mi trabajo.
En cuanto a Fidel, sabíamos que no le sería fácil
tomar la decisión de asumir el Premierato. En más de una ocasión
había manifestado el propósito de mantenerse como fiscalizador del
Gobierno, ya que así podía moverse con entera libertad, sin ataduras
a reuniones, actos oficiales y demás funciones. Sin embargo, ante la
gravedad del momento, era necesario tomar medidas drásticas para
evitar un posible desastre.
El Jefe de la Revolución, con su intuición innata,
se percató de que no había otra solución y optó por el mayor de sus
sacrificios: integrarse al Gobierno como Primer Ministro.
Para ocupar ese cargo, planteó que debía tener el
control directo de la política general, sin menoscabo de las
facultades que, conforme a la Ley Fundamental, le correspondían al
Presidente de la República.
Urrutia estuvo de acuerdo con las gestiones que
veníamos realizando.
Miró Cardona, consciente de que no podía continuar
en el cargo también coincidió en que para mantener la autoridad del
Gobierno era indispensable que Fidel asumiera el Premierato.
El 13 de febrero, Urrutia continuaba enfermo. Miró
Cardona citó en el Palacio Presidencial a los miembros del Consejo y
a los periodistas.
Antes de comenzar la sesión de ese día, se analizó
el requisito planteado por Fidel para desempeñar el cargo de Primer
Ministro. Esto dio lugar a un amplio debate. Buscamos la fórmula
para modificar el artículo 146 de la Ley Fundamental, cuya redacción
era igual al artículo 154 de la Constitución de 1940. Su texto
expresaba: "El Primer Ministro representará la política general del
Gobierno".
El artículo 146 quedó redactado de la forma
siguiente: "Corresponderá al Primer Ministro dirigir la política
general del Gobierno, despachar con el Presidente de la República
los asuntos administrativos, y acompañado de los ministros, los
propios de los respectivos departamentos".
La Ley Fundamental, certificada por el Secretario
del Consejo de Ministros, ya había sido enviada a la Gaceta
Oficial de la República de Cuba para su publicación. Con la
conformidad del Presidente, ordenamos se suspendiera la tirada, en
espera de la nueva redacción del artículo 146. Me trasladé a la
imprenta y allí dispuse que fueran destruidos todos los ejemplares y
se iniciara una nueva edición.
Como se puede apreciar, no es lo mismo "representar"
que "dirigir". En virtud de este cambio, el Primer Ministro se
convirtió en Jefe político del Gobierno.
Después de dar inicio a la sesión, Miró planteó que
había decidido presentar al señor Presidente de la República la
renuncia a su cargo. Por este motivo, consideraba procedente
presentar también la de todos los ministros y la del Secretario de
la Presidencia y del Consejo para facilitar al Presidente, y a quien
habría de sucederle en el cargo de Primer Ministro, la oportunidad
de seleccionar libremente a sus colaboradores.
Explicó que su decisión obedecía al hecho de que la
Ley Fundamental aprobada por el Consejo perfilaba con mayor nitidez
la característica del régimen semiparlamentario de la Constitución
de 1940, que otorgaba al cargo de Primer Ministro las facultades de
un verdadero Jefe de Gobierno, y que estas debía asumirlas quien por
su jerarquía histórica era Jefe de la Revolución, el doctor Fidel
Castro Ruz.
Al finalizar, Miró Cardona invitó a los periodistas
para que pasaran al salón donde había estado deliberando el Consejo
y personalmente leyó su carta de renuncia.
A Fidel se le remitió de inmediato una copia de la
carta de renuncia de José Miró Cardona. Le comuniqué que Urrutia
había firmado el Decreto No. 562 por medio del cual Miró aceptaba
dimitir; así como que por el Decreto No. 563 el Presidente le
nombraba Primer Ministro y por el Decreto No. 564 le concedía
licencia en el cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas de Tierra,
Mar y Aire de la República, respectivamente. Esa jefatura sería
asumida por el comandante Raúl Castro Ruz, que hasta entonces había
sido Segundo Jefe de tales fuerzas. Los tres decretos fechados el 13
de febrero de 1959, se publicaron al día siguiente en una edición
extraordinaria de la Gaceta Oficial de la República de Cuba.
Pedí a Fidel que me informara cuándo tomaría
posesión y contestó que, en el momento oportuno, recibiría sus
instrucciones. (continuará)