Una vez graduada, Leda Menéndez comenzó a trabajar
en el entonces Instituto de Botánica y allí recibió la encomienda de
hacer un proyecto de ecología de bosques tropicales en la Sierra del
Rosario.
Los resultados de tal labor condujeron a la salida
del libro Ecología de los bosques siempre verdes de la Sierra del
Rosario, obra que mereció el Premio Nacional de la Academia de
Ciencias de Cuba, y cuya autoría compartió con los investigadores
Ricardo Herrera, María Elena Rodríguez y Elisa García.
De ese texto, que recoge 15 años de estudios
ininterrumpidos, surge la propuesta de establecer allí una de las
Reservas de la Biosfera aprobadas en Cuba.
Pero el centro de su larga y reconocida trayectoria
científica de casi 40 años ha estado dedicado a los manglares, tema
donde su voz figura entre las más autorizadas a nivel nacional y de
la región del Caribe.
"Sin duda, estos ecosistemas tienen una enorme
importancia ecológica, económica y estratégica. Baste señalar que
son la primera línea de defensa de la costa, pues la protegen de la
erosión provocada por el efecto combinado del viento y del oleaje,
además de ser una efectiva barrera natural frente al progresivo
incremento del nivel medio del mar y el avance de la intrusión
salina".
"Asimismo, representan un entorno ideal para la
conservación de la biodiversidad, al servir como hábitat permanente
o temporal de numerosas especies de peces, crustáceos y moluscos;
filtran los contaminantes, capturan y almacenan carbono atmosférico,
y representan una valiosa reserva forestal, al ocupar alrededor del
20 % de la cobertura boscosa de nuestro archipiélago".
Según precisa a Granma la hoy Investigadora
Titular del Centro Nacional de Biodiversidad, adscrito al Instituto
de Ecología y Sistemática, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y
Medio Ambiente, los manglares ocupan el 5 % de la superficie total
del país y las cuatro especies más abundantes son el mangle rojo, el
prieto, el patabán o mangle blanco, y la Yana.
De ellas la primera mencionada es la que ejerce
mayor protección, pues sus grandes raíces se anclan en forma de
tenedor y penetran bien profundo sobre el fondo areno fangoso, para
convertirse en un potente valladar contra cualquier acción dañina de
origen natural o atribuible al hombre. Incluso, hay lugares en Cuba
donde la disminución de las poblaciones de mangle rojo aparece entre
las causas más importantes del retroceso de la línea costera.
Durante las últimas dos décadas, Leda Menéndez
exhibe una valiosa hoja de servicios en el conocimiento y protección
de estos ecosistemas, capaces de sobrevivir en ambientes hostiles.
Baste mencionar su libro El Ecosistema de manglar
en el archipiélago cubano, estudios y experiencias enfocados a
su gestión, o su responsabilidad al frente del trabajo Bases para
la gestión del ecosistema de manglar en el archipiélago cubano y su
relación con el cambio climático, que acaba de merecer el Premio
Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba, a los resultados más
destacados de la investigación científica del 2012.
Los principales aportes del estudio consisten en
haber determinado los grados de afectación que presentan en
diferentes regiones del territorio nacional y las causas implicadas
en su deterioro, además de identificar los probables impactos que
sufrirían como consecuencia del cambio climático global.
También permitió elaborar guías metodológicas
dirigidas a preservarlos de futuros daños y propiciar su
recuperación, las cuales representan una herramienta de consulta
imprescindible para los tomadores de decisiones.
Más allá de nuestras fronteras, la tenaz científica
dirigió el Proyecto Planificación y Ordenamiento de los
Ecosistemas de manglares para el manejo sostenible con la
participación de las comunidades indígenas del delta del río Orinoco,
en Venezuela, durante el bienio 2005-2006, así como participó en
trabajos similares en Panamá, República Dominicana y Nicaragua.
Leda tuvo el privilegio de ser una de las tres
especialistas cubanas que en 1987 participaron en la primera etapa
de la expedición En canoas del Amazonas al Caribe, encabezada por el
desaparecido doctor Antonio Núñez Jiménez.
"Ese viaje me marcó, fue una experiencia única
porque al margen de mis investigaciones, conocí la exuberante selva
del Amazonas y el modo de vida de las comunidades indígenas
asentadas a lo largo de la ruta seguida, pude apreciar, además, el
peso fundamental de las mujeres en la economía familiar".
Para esta galardonada científica, su familia, aquel
inolvidable periplo y el ser una suerte de "hada madrina" de los
manglares, son las mayores satisfacciones que ha podido recibir en
la vida.