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(31 de marzo de
2005)

Cazador de fósiles
ORFILIO PELÁEZ
El doctor Manuel
Iturralde Vinent mucho le debe a su mamá el interés que desde
niño tuvo por experimentar. Ella, apunta, siempre se las agenció
para regalarme juguetes de construir, armar o crear, y eso despertó
en mí lo que hoy algunos llaman inquietudes científicas.
Para conocer el pasado de la Tierra es imprescindible estudiar los restos fósiles contenidos en rocas como esta.
La lectura de los quince
tomos de la serie de libros El Tesoro de la Juventud afianzó esa
temprana vocación, que comenzó a materializarse cuando al ingresar
en el instituto de Segunda Enseñanza del Vedado, en 1959, crea
junto con unos amigos el grupo espeleológico Murciélago.
El doctor Manuel Iturralde señala en la gráfica dientes fósiles de tiburones pertenecientes a diferentes periodos geológicos encontrados en el archipiélago cubano.
Más allá de la
aventura de explorar cuevas, Iturralde descubrió entonces lo que
sería en adelante su verdadera pasión: la búsqueda y recolección
de restos fósiles, esa suerte de archivo histórico impregnado en
rocas, capaz de revelarnos cómo era la vida en la Tierra en un
pasado remoto.
Obsesionado con esas
temáticas (según sus propias palabras fueron muchos días los que
faltó a clases por estar explorando cuevas), dejó las aulas y
comenzó a trabajar en el Instituto Nacional de Recursos
Hidráulicos con el doctor Alfredo de la Torre, en el laboratorio de
Paleontología. Fueron tiempos de mucho aprendizaje autodidacta.
Luego, precisa, retomé
los estudios, concluí la Facultad Obrera y en 1975 me gradué como
ingeniero geólogo en la Universidad de Oriente. Trabajé en el
Instituto de Geología y Paleontología de la entonces Academia de
Ciencias de Cuba, y después en la Empresa Geológica de Camagüey,
hasta que en 1987 entré como investigador en el Museo Nacional de
Historia Natural.
VIAJE A LOS ORÍGENES
Poseedor de la Orden
Carlos J. Finlay, máxima condecoración que entrega el Consejo de
Estado a personas con méritos relevantes en la ciencia y la
tecnología, el doctor Manuel Iturralde es hoy uno de los
especialistas cubanos más reconocidos mundialmente en temas como la
Tectónica de Placas, y Paleogeografía y Biogeografía del Caribe y
Cuba, además de dirigir o participar en numerosos proyectos de
investigación nacionales e internacionales.
Su currículum
profesional incluye la publicación de más de 200 artículos,
varios libros y dos CD-ROM sobre temas relacionados con el origen
del Caribe y sus animales y plantas.
Ha perdido la cuenta de
los miles de kilómetros recorridos durante 45 años por cada
rincón de nuestro archipiélago y otras islas vecinas en la
búsqueda de fósiles de todo tipo (reptiles, mamíferos terrestres,
tiburones y hasta dinosaurios) que permitieran explicar el origen y
la evolución de la fauna marina y terrestre de toda el área del
Mar Caribe, en particular las Antillas Mayores.
Dice que para localizar
fósiles hay que combinar conocimientos científicos y mucha suerte.
Es coautor del hallazgo de más de una veintena de especies nuevas
de animales ya extinguidos, además de realizar otros
descubrimientos importantes para la Paleontología.
"Cerca
de la presa Zaza, en Sancti Spíritus, encontramos a mediados de la
década del noventa del pasado siglo los restos fósiles de
mamíferos terrestres más antiguos de Cuba, con una edad estimada
de 18 a 16 millones de años".
En ese lugar, precisa
Iturralde, hallamos un hueso de mono, dos piezas dentarias de un
roedor y diversos huesos pertenecientes a un perezoso, durante
varias expediciones que hicimos de manera conjunta con colegas del
Museo Americano de Historia Natural de Nueva York.
Sobresale también entre
sus aportes el haber podido identificar de manera correcta la
presencia de un metacarpo de dinosaurio en la zona de Viñales, en
Pinar del Río, distintos tipos de reptiles marinos gigantes y un
pterosaurio o reptil volador de gran tamaño, perteneciente también
al llamado periodo Jurásico.
Amén de participar en
el periplo que condujo al descubrimiento en Puerto Rico de los
vertebrados terrestres más viejos reportados en las Antillas (en
este caso un perezoso con 33 millones de años de antigüedad), el
doctor Manuel hizo un estudio completo del ámbar dominicano,
mineral precioso formado a partir de la resina segregada por un
árbol, y demostró que la edad real de este atractivo elemento era
de 16 millones de años y no de 45 como se pensaba, lo cual fue
publicado en la prestigiosa revista Science.
El ámbar crea una
especie de cápsula donde a menudo quedan atrapadas hormigas y otros
insectos, tan bien preservados que aún contienen el ADN y el cuerpo
de esos organismos en perfecto estado, de ahí su enorme importancia
para el estudio de la vida en el pasado.
Para este especialista
que comparte su labor de Investigador Titular del Museo Nacional de
Historia Natural con la de profesor del Instituto Superior
Politécnico José Antonio Echeverría, la ciencia es un bien
público y poner ese conocimiento en manos de la sociedad forma
parte de la cultura nacional.
Tiene sus propias ideas
sobre el origen de la fauna del Caribe y de Cuba, pues "si nos
remontamos a cómo era la geografía de la zona en aquellos tiempos,
vemos que hace 33 ó 35 millones de años estábamos unidos por
tierra con Sudamérica".
Por eso, enfatiza
Iturralde, defiendo la teoría de que una parte importante de los
primeros animales en poblar las Antillas vinieron por esa vía desde
América del Sur.
"Al
ocurrir la desaparición de ese puente terrestre hace 29 ó 30
millones de años, dichas especies quedaron aisladas aquí y
evolucionaron de manera separada. Entonces, hay argumentos para
plantear que los ancestros de nuestros mamíferos, reptiles y
anfibios de hoy, están en Colombia, Venezuela y otros puntos de
Sudamérica."
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