30
Aniversario Misión Militar Cubana en Angola
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Carlota, la rebelde
MARTA ROJAS
La
quinta década del siglo XIX se caracterizó por las sucesivas
rebeliones de esclavos africanos y criollos, sobre todo en la gran
llanura La Habana-Matanzas, emporio de la oligarquía negrera, dada
la riqueza de sus tierras y profusión de la industria azucarera.
Infame, por su crueldad,
resultó la represión, y se recuerda especialmente la llamada
Conspiración de La Escalera y su impresionante secuela de torturas,
crímenes y fusilamientos ordenados por el general O`Donnell, entre
ellos el del gran poeta mulato Gabriel de la Concepción Valdés
(Plácido) y un grupo de hombres pertenecientes a la incipiente
burguesía de color, y millares de negros y mulatos libres o
esclavos. Fue tan largo y escalofriante ese proceso, que 1844 ha
llegado a nuestros días con el apelativo de "El año del cuero".
La
historiografía tradicional cubana nunca abordó el impetuoso
comienzo de rebeldía esclava de esa etapa histórica. Pero ese
silencio —u olvido ex profeso en no pocos casos— ha dejado de
ser en estos tiempos de Revolución. Entre los hitos reivindicados
se halla la rebelión del ingenio Triunvirato, en Matanzas, y más
específicamente la dimensión heroica de Carlota, la esclava
libertaria.
La rebelión que
encabezaran Carlota y un grupo de esclavos rebeldes tuvo
repercusión internacional. A pocos días de iniciada la rebelión,
apareció en el puerto de La Habana una corbeta de la marina de
guerra de los Estados Unidos, la Vandalia, al mando del
contraalmirante Chauncey, portador de "un oficio" del Encargado de
Negocios de España en Washington en el cual "participaba" —voces
de la época— al Capitán General O'Donnell que podía contar con
la ayuda del Gobierno de los Estados Unidos para aplastar la
rebelión de los "afrocubanos", documento que el comandante
Chauncey, acompañado de un tal Mister Campbell, cónsul
norteamericano en La Habana, entregó en ceremonia oficial, con todo
el rigor diplomático, al propio gobernador colonial.
Este apoyo estimuló
aún más la represión de las autoridades españolas en Matanzas,
desde el Gobernador, y los capitanes pedáneos, hasta los
esclavistas, dueños de fincas e ingenios, y mayorales simples,
contra los esclavos participantes en la gesta de Triunvirato.
Finalmente Carlota fue descuartizada. Pero su acción fue una
epopeya.
Este fue el comienzo:
los tambores "hablaron" en el ingenio Triunvirato en los meses de
julio a agosto de 1843. Había dos africanos en contacto. Eran
lucumíes: Evaristo y Fermina, del ingenio Acana. Ellos se dedicaron
a hacer campaña entre los esclavos para poner fin a la brutalidad
de aquel sistema. Lograban comunicarse por los tambores que
interpretaban con elocuencia. El 5 de noviembre de 1843 se rebelaron
los esclavos de Triunvirato. Hubo una causa militar, de la cual se
extrae que la Comisión Militar de Matanzas había descubierto una
vasta conspiración en los mencionados ingenios.
Además de Fermina,
otras mujeres participaban con energía en el movimiento
antiesclavista, al igual que sus compañeros. En primera línea
estaba una mujer de dotes militares y audacia extraordinaria: se
llamaba Carlota, de origen lucumí, perteneciente al ingenio
Triunvirato. También, con ella se involucraron en la rebelión
Eduardo, fula; Carmita y Juliana, criollas; Filomena, gangá, del
ingenio Acana, y Lucía, lucumí, del ingenio Concepción. Todos en
Matanzas.
Para los blancos
esclavistas lo escuchado podía pasar solo como un toque de tambor
desde un barracón de los negros llamando a los ancestros. Pero lo
cierto fue que a las ocho de la noche del domingo 5 de noviembre,
Eduardo, intérprete de la voz del atabal avisaba a todos, y
Carlota, Narciso y Felipe, más el gangá Manuel, ya tenían, como
el "vocero", bien templados sus machetes de trabajo. A esa hora el
objetivo no era el cañaveral sino el brutal administrador del
ingenio, sus mayorales y lacayos. Fueron ellos quienes primero
sintieron el filo de los aceros y abatidos, les arrebataron las
pistolas y escopetas, así como las armas semejantes de otros
individuos blancos que las abandonaban a toda carrera.
Los partes oficiales de
la Comisión Militar un tanto parcos en estos casos, dan cuenta para
la historia de que los negros "incendiaron la casa de vivienda,
parte del ingenio y los bohíos del batey".
Aquella Fermina, del
ingenio Acana, quien participara en una rebelión el 2 de agosto,
había sido encerrada con grillos de los cuales la liberaron sus
hermanos el 3 de noviembre. Carlota y sus capitanes, de acuerdo con
su plan, ya acordado en secreto, se habían dirigido de Triunvirato
al Acana para liberar a los esclavos.
Nadie debe imaginar,
porque sería iluso, que Carlota anduviera con cartuchera terciada
al pecho, y calzada con botas. Iba descalza, con su vestido de
esquifación raído. Los éxitos de Triunvirato y Acana debieron
estimular a los esclavos rebeldes que luchaban por la libertad y
prosiguieron con sus ataques sorpresivos en la zona. Libertaron a
los esclavos de los partidos de Santa Ana, Guanábana, Sabanilla del
Encomendador, pertenecientes a los ingenios Concepción, San
Lorenzo, San Miguel, San Rafael, y de cafetales y fincas ganaderas
del entorno. Pero ya las poderosas tropas del Gobernador seguían a
la lucumí Carlota, al fula Eduardo y sus demás compañeros, y en
un combate tan desigual como encarnizado —es de suponer por la
diferencia de fuerza, calidad y cantidad del armamento enemigo—
fue apresada Carlota, a quien viva la ataron a caballos que tiraron
en sentido contrario hasta descuartizar su cuerpo.
Según se consigna en
los anales, Blas Cuesta, administrador y codueño de la finca San
Rafael, apeló con ruegos tenaces al Gobernador de Matanzas, que
acababa de llegar a su propiedad, para que no siguieran masacrando
más negros inermes. Algunos esclavos que se tomaron la libertad
llegaron hasta la Ciénaga de Zapata y continuaron luchando en el
Gran Palenque de las Cuevas del Cabildo.
Fermina fue fusilada con
cuatro lucumíes y tres gangas, en marzo de 1844.
Esta no fue ni la única
ni la primera conspiración o rebelión de esclavos. Habría que
recordar a José Antonio Aponte en 1812. Y mucho antes a la protesta
empecinada y victoriosa de los esclavos mineros del Rey, en el Cobre
(1677), hasta tener que reconocer de jure su libertad en 1801.
La lucha libertaria de
Carlota, por su vigor y valentía, forma parte del patrimonio cubano
de rebeldía contra la opresión. De ahí que su nombre haya sido
enarbolado como símbolo de la operación que dio inicio a la
Misión Militar cubana en Angola hace treinta años. Fue como si los
huesos y la sangre de Carlota y sus compañeros de sublevación se
juntasen nuevamente para servir a la liberación de los
descendientes de aquellos africanos que contribuyeron a la fragua de
la nación cubana.