Por qué Martí autor intelectual
del Moncada
MARTA ROJAS
Bastaría una sola frase de Fidel Castro en los días
del Moncada, pronunciada por él enfáticamente en el alegato de autodefensa de los hechos
del 26 de julio de 1953, conocido como La Historia me
absolverá, para respondernos la
pregunta de por qué el Jefe de la Revolución dijo que José Martí era el único autor
intelectual del asalto al Moncada.
La frase a la cual hago referencia es aquella que dice:
"Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas
de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos".
Fue porque Fidel y sus compañeros integrantes de la
generación del centenario habían bebido en la fuente del pensamiento de José Martí,
conocían sus textos y se afiliaron a las concepciones de su apostolado independentista,
que pudieron ver más lejos que los demás de su época, y no solo ver, sino actuar en
forma consecuente, frente a la situación provocada por el golpe militar del 10 de marzo,
antecedida de un período de corrupción política y administrativa de los gobiernos
anteriores a la asonada militar conocida como madrugonazo por ampararse en la oscuridad de
la noche para darle el tiro de gracia al régimen institucional del presidente Carlos
Prío Socarrás.
Quienquiera que lea La Historia me absolverá y antes
el interrogatorio de los jueces a Fidel, durante el juicio, observará cuántas veces
está mencionado Martí, el Maestro, el Apóstol, no como un recurso oratorio sino
conceptualmente a modo de ejemplo sobre el papel que desempeñó su doctrina en la
formación del pensamiento revolucionario de los que en su nombre limpiaron el honor de la
patria.
Dice Fidel en su alegato: "Para dar a entender que
estaba resuelto a luchar solo contra tanta bajeza, añadí a mi escrito aquel pensamiento
del Maestro: Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército".
Hoy podríamos decir que la resistencia de la Revolución por su justeza, frente a un
mundo unipolar, podrá más que ese poder absoluto que nos yugula.
No hay otra razón para pensar el porqué se le
prohibieron a Fidel en la cárcel de Boniato los libros de José Martí. De ello él dice:
"Parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos".
La entrega en bien de la nación, el sacrificio de
intereses personales propios de la juventud e incluso el sacrificio de sus vidas en los
heroicos combatientes del Moncada y Bayamo; y la postura enhiesta de los sobrevivientes
que supieron, además de defender las ideas por las cuales lucharon, denunciar los
crímenes cometidos con otros compañeros en su presencia o de los cuales tuvieron
conocimiento en Santiago de Cuba en los días del Moncada, tiene respuesta en el
pensamiento martiano de: "...el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor,
sino de qué lado está el deber, y ese es el mismo hombre práctico cuyo sueño de hoy
será la ley de mañana".
Otros ejemplos de Martí pondría Fidel en su
pronunciamiento y en un punto de su exposición dirá: "Que hable por mí el
Apóstol". Es que el Apóstol había dejado sentado que "los cuerpos de los
mártires son el altar más hermoso de la honra" y no se les puede defraudar.
En aquellos días se celebraba el centenario del
nacimiento de José Martí y la República acababa de cumplir solo 50 años. Las fechas
habían sido humilladas por el golpe militar que llevaba al poder a hombres desacreditados
e incluso a connotados asesinos; de más está decir que sus autores respondían
totalmente a los intereses antinacionales, eran hechura o materia dúctil de la embajada
norteamericana porque ni Washington tenía que mover un dedo para hacer cumplir su
voluntad. La generación del centenario reivindicaría la memoria del Apóstol en primer
lugar, desde el mismo 28 de enero de 1953.
Fue muy fácil para la Dirección del Movimiento
nuclear sus huestes, porque al igual que cada uno de los que la integraron hasta el más
modesto y menos letrado de aquellos jóvenes vivía orgulloso de la historia de la Patria.
Fidel lo expuso claramente en el juicio: "Vivimos orgullosos de la historia de
nuestra Patria; la aprendimos en la escuela y hemos crecido oyendo hablar de libertad, de
justicia, y de derechos. Se nos enseñó a venerar desde temprano el ejemplo glorioso de
nuestros héroes y de nuestros mártires, Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y Martí,
fueron los primeros nombres que se grabaron en nuestro cerebro; se nos enseñó que el
Titán había dicho que la libertad no se mendiga sino se conquista con el filo del
machete", expresó el joven Fidel Castro en nombre propio y de sus compañeros.
Algunas veces me han preguntado qué me parecieron esos
jóvenes que vi por primera vez en la Sala del Pleno de la Audiencia de Santiago de Cuba
cuando se inició el juicio del Moncada y mi respuesta no se ha hecho esperar: "Creí
que estaba viendo a los mambises". Y es que la enseñanza de la historia caló
muy hondo en generaciones de cubanos y siempre que cala tiene frutos.
Fidel les dijo a quienes lo juzgaban en respuesta al
hecho de haber tomado las armas para hacer una Cuba mejor: "Se nos enseñó a querer
y defender la hermosa bandera de la estrella solitaria y a cantar todas las tardes un
himno cuyos versos dicen que vivir en cadenas es vivir en oprobios y afrentas sumidos y
que morir por la patria es vivir". Por eso vivirán siempre en el corazón y en las
obras que una Cuba diferente ha hecho en su nombre, aquellos jóvenes de la generación
del centenario que abonan la tierra que quisieron para siempre libre y soberana, ellos
cayeron por ese pueblo que Martí quería cuando dijo: "El pueblo más feliz es el
que tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la dirección
de sus sentimientos".
(Publicado en Granma 22/7/92) |