El
insuperable valor del método clínico, el respeto y la prioridad que
merece, son ideas esenciales que trae a debate en el marco de la
Vigésimo Tercera Feria Internacional del Libro una oportuna
publicación de la Editorial Ciencias Médicas: La clínica y su
método. Reflexiones sobre dos épocas.
No pudo haberse reeditado en mejor ocasión, justo
cuando el sistema nacional de salud pública cubana ha reiterado el
llamado a la defensa del método clínico como base de la atención
integral a los pacientes.
Publicado en Cuba 12 años después de su primera
edición, en España, este libro, del eminente médico y profesor Luis
Rodríguez Rivera, ya fallecido, constituye un legado para los
clínicos de hoy, al poner en sus manos valiosas reflexiones sobre
los aspectos históricos más trascendentales de la clínica y su
método científico.
El doctor Francisco Rojas Ochoa, a cargo de la
presentación realizada en la sede de la Asociación de las Naciones
Unidas en Cuba, resaltó la vigencia y actualidad de este material
para el clínico contemporáneo, ese profesional atrapado en dos
épocas, marcadas por el antes y después de la revolución
científico-técnica.
"No porque sea muy antiguo el método clínico ha
perdido importancia. Ahora tiene incluso más valor, porque si los
médicos no lo dominan, son arrastrados a la mala costumbre de
entregarse a los aparatos y la llamada tecnología de punta. Los
aparatos no piensan, dan un resultado que el médico tiene que
interpretar", comentó a Granma el doctor Rojas Ochoa.
"Muchas veces llegan dos resultados de análisis de
laboratorio contradictorios. ¿Cómo lo interpreta, qué decisión toma?
Dependerá del buen método clínico o del raciocinio del especialista.
Es la clínica la que gobierna el pensamiento. El método clínico,
bien aplicado, es lo que logra la empatía entre doctor y paciente.
Escuchar al enfermo, interrogarlo, examinarlo, aconsejarlo,
prescribirlo, tiene ya un efecto terapéutico, tranquilizador y
genera confianza", subrayó a este diario el especialista.
Con la colaboración de la Organización Panamericana
de la Salud, quién financió la impresión, vuelve a editarse
felizmente este material, de formato pequeño pero rico en
enseñanzas, y sustentado en aleccionadoras máximas como aquella que
reza: no hay enfermedades sino enfermos.
En el prólogo a la primera edición, del doctor Luis
Carlos Silva queda claro: "… El clínico tiene que ser capaz de
reconocer el carácter único, singular, irrepetible incluso de cada
ser humano que atiende".