La respuesta de Caliban

Estrena Leonardo Gell en La Habana concierto para piano del costarricense Marvin Camacho

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Cuando Marvin Camacho decidió escribir hace un par de años su primer concierto para piano y orquesta, debió preguntarse en un inicio qué sentido tendría apelar a una estructura convencional si no es para cuestionarla.

foto: Yander ZamoraLeonardo Gell en su comparecencia con la OSN.

El compositor costarricense es, sin lugar a dudas, uno de los principales protagonistas de la vida musical en su país; percepción compartida por el público cubano que en tiempos recientes ha podido apreciar parte de su obra en diversos eventos y conocer su manejo de los recursos estéticos que marcan el desarrollo de la música contemporánea.

En el caso del Concierto no. 1 Iniciático, estrenado en La Habana el último domingo, tales recursos van más allá de un ejercicio de solvencia constructiva.

No se trata solamente de un despliegue de soluciones armónicas caracterizadas por el cromatismo, ni de una exhibición del dominio de las posibilidades polirrítmicas del diálogo entre el solista y la masa instrumental, sino de una opción conceptual y una convicción identitaria.

La exuberancia del discurso, más afín al espíritu de Heitor Villa-Lobos que a los patrones euroccidentales que determinaron la evolución de esta forma concertante en el siglo XX, se aviene con la necesidad de revelar realidades sonoras que nos son cercanas: esa vocación por nombrar las cosas que deben ser nombradas, de reafirmar la sustancia mítica de los descubrimientos cotidianos, de parecernos a nosotros.

Por si hubiera alguna duda acerca de la esencia calibanesca de la obra, Camacho introduce dos recitantes en el tercer movimiento (en la audición habanera el maestro Roberto Valera con su extraordinaria proyección vocal, y él mismo) para que digan las deslumbrantes imágenes escritas por el formidable poeta caribeño Derek Walcott en su fresco épico Omeros.

La intensidad y la complejidad de la propuesta encarnaron en la interpretación de Leonardo Gell y la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Enrique Pérez Mesa.

Gell se ha destacado por la pasión con que descifra y comunica los códigos de los autores de nuestra época y, de modo muy particular, la obra de Camacho.

El programa de la entrega dominical se completó con la ejecución de la Sinfonía simple op. 4, del inglés Benjamin Britten, a la cual Pérez Mesa le sacó partido al lograr fluidez y ajustado empaste en las cuerdas.

Esta obra de juventud, escrita en 1934 sin otra pretensión que recrear instrumentalmente algunas de las piezas para piano que compuso en sus días de iniciación, mantiene su frescura. El segundo movimiento, en pizzicato, ha devenido una de sus más populares creaciones.

Al escuchar ahora la sinfonía, vino a nuestra memoria un elemento histórico. Si la agenda internacional de este 2013 privilegia las conmemoraciones en torno a Verdi y Wagner, también debe abrir espacio a Britten, al celebrarse el centenario de su nacimiento en Aldeburgh.

No estaría mal que nuestras orquestas sinfónicas lo recordaran con la interpretación, ante escolares, de su Guía orquestal para la juventud, hermosa obra didáctica dedicada a los niños y jóvenes.

 

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