El
15 de junio de 1958 ocurrió en La Habana un hecho criminal que
estremeció a la nación: las hermanas Lourdes y Cristina Giralt
Andreu, de 22 y 28 años, respectivamente, fueron masacradas por
fuerzas de la policía batistiana al mando del tenebroso coronel
Esteban Ventura Novo.
Era esa una época en la que los cadáveres se encontraban en
cualquier oscuro rincón de nuestras ciudades, incluida la capital, a
la vera de un camino vecinal, o en el fondo de un precipicio, cuando
los represores se tomaban el trabajo de enmascarar la verdadera
causa de la muerte.
Otros que jamás fueron hallados se inscribían en las estadísticas
de los "desaparecidos", eufemismo que encubría causas y procederes.
El 15 de junio de 1958 era domingo, Día de los Padres, y ambas
jóvenes, pertenecientes al Movimiento de Resistencia Cívica,
regresaban de celebrar la jornada junto a la familia en su
Cienfuegos natal.
Cristina, la mayor, era una muchacha reservada y hogareña. María
de Lourdes, a quien sus amistades nombraban Maruca, era alegre,
amante del baile y los paseos. Ambas se afanaban en tareas de apoyo
a la lucha clandestina contra la tiranía, vendían bonos para
recaudar dinero con el cual adquirir armas y medicinas para los
combatientes revolucionarios. Participaban también en acciones de
propaganda y el trasiego de armas.
La muerte las acechaba ese domingo, en el edificio donde
habitaban, sito en 19 y 24 en el barrio habanero del Vedado.
Los agentes de la tiranía habían preparado una redada en un
apartamento contiguo al de ellas, con la intención de capturar a
militantes del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, desconocían de
sus actividades revolucionarias, pero la frustración y el odio
homicida se descargó en aquellas muchachas que regresaban alegres
tras haber compartido con su familia en la Perla del Sur.
Al penetrar en el inmueble, Cristina y Lourdes son ametralladas
en el pasillo. Una recibe 10 impactos de bala y la otra, 13.
A las bestias batistianas no les bastó, y según las referencias
periodísticas de la época, los cuerpos inertes de aquellas dos
jóvenes fueron tratados a puntapiés.