Como artista de la plástica su creación original le fue
reconocida desde los años de aprendizaje en San Alejandro con
galardones de alumna de mérito, fundamentalmente, por sus primeros
lugares ganados en modelaje, y luego durante su perfeccionamiento en
París como becada de la especialidad de Cerámica de l`Ecole de
Metiers d¢ Art y l¢
Ecole d¢ Arts Apliques.
Ya en Cuba, a partir de 1949, incrementó su espiral creativa como
integrante de un grupo de jóvenes artistas que se nuclearon en el
legendario Taller de Santiago de Las Vegas, bajo la dirección del
maestro Juan Miguel Rodríguez de la Cruz y colaboradores tan
brillantes como Amelia Peláez, René Portocarrero, María Elena
Cubrías y otros maestros. Fue definitivamente el barro la materia
prima que distinguió su creación, y sus obras de cerámica pronto
trascendieron en el ámbito de las artes plásticas.
Unos años después el intelectual José Antonio Portuondo escribió
que en Marta Arjona se unen de forma eficaz y apasionada la creación
de sus propias obras y el impulso a las de otros. Se refería, en
primer lugar, al empeño permanente como el de la Galería Nuestro
Tiempo que fundó y dirigió la joven artista. Del mismo modo
ocurriría en centros culturales como el Lyceum del Vedado, en el
cual obtuvo la beca que permitió sus estudios en París.
Arjona hizo importantes murales y colaboró en otros diseñados por
notables artistas, entre ellos se distingue el mural de la entrada
del actual Ministerio del Interior, realizado por Amelia Peláez con
su colaboración. También en el periodo 1960-1976 colaboró con René
Portocarrero en el gran mural de cerámica para el Palacio de la
Revolución y con Mariano Rodríguez en el mural de la Escuela
Vocacional Lenin.
Su labor como crítica tiene ejemplos insoslayables: su
especialización en las obras litográficas de Honoré Daumier, en los
tesoros del Ermitage, así como en la gigantescas obras de Orozco,
Rivera y Siqueiros en México. Esos trabajos suyos constituyen
elementos de obligada referencia, no solo en Cuba.
Algunos han pasado por alto a la fotógrafa Marta Arjona, cuya
temprana afición por la cámara hizo de ella una profesional. El arte
de la fotografía le atrajo siempre y podría afirmarse que no hubo
obra de restauración o conservación propuesta en su labor
patrimonial que no estuviera fotografiada por ella, antes y después
de lograrse su aprobación. Una de las muestras, en este punto, son
las muchas y variadas fotos que tomó en París, en diferentes
momentos, a Alejo Carpentier y a otros intelectuales y artistas,
aunque nunca las expusiera en galería alguna, que sepamos. Sin
embargo, no pocas han sido publicadas, sin la identificación de la
autora. El respeto a la fotografía, como arte, siempre fue defendido
por ella en todos los foros.
En 1982, en una entrevista concedida por la doctora Arjona a El
Caimán Barbudo, titulada La Rebelión en los Museos, la
directora del Consejo Nacional del Patrimonio dijo: "Mi renuncia a
la actividad artística no me afectó en lo personal ni tampoco en mi
sensibilidad porque la Revolución significa más que todo eso. Yo me
vi realizada como artista, porque con este trabajo también estaba
creando beneficios para todos. Se trata de una distinta manera de
crear".
Esta actitud la asumió Marta Arjona desde 1962. Se resume en una
disposición revolucionaria singular que escribió de su puño y letra,
en una simple hojita de papel, el Comandante Fidel Castro, Primer
Ministro del Gobierno Revolucionario, dirigida al compañero Pepín
Sánchez, entonces encargado de los bienes de personas que
abandonaron definitivamente el país a partir de enero de 1959.
Un día le pregunté a la doctora Arjona (todos la llamábamos
doctora) si había estudiado Filosofía y Letras. Me
respondió sonriente, mientras sacaba de una gaveta de su escritorio
un pequeño papel manuscrito y me dijo: "Mira mi diploma".
Leyó: Pepín: Colección china de Jade. Muebles de estilo museable.
Cuadros de pintura. Entregar esto a la compañera Marta Arjona, Fidel
Castro Ruz. Habana, Junio 13,62.
Desde ese día ella se entregó de lleno al servicio de la
conservación del patrimonio cultural. El nombramiento en la Gaceta
Oficial vendría después, y otros más hasta su puesto especializado
en la UNESCO.
Más de una vez la visité en su casa y pude admirar algunas de sus
obras, pero nunca, por decisión propia, volvería a colocar ninguna
de ellas en las galerías, hasta que un día el compañero Eusebio
Leal, como Historiador de la Ciudad, tuvo la encomiable deferencia
de homenajearla con una muestra a la cual ella asistió como
invitada.
Ya Marta Arjona, hacía años que había recibido el reconocimiento
a la labor de rescate del patrimonio arquitectónico de Cuba,
otorgado por la Fundación de Monumentos del Mundo, en Nueva York
(1965). Serían numerosos los cargos que desempeñó en el ámbito de la
salvaguarda del patrimonio nacional y mundial en la UNESCO, en
organizaciones no gubernamentales y museos del mundo. En cuanto al
patrimonio nacional su primer proyecto, aprobado por la UNESCO, fue
la declaración de Patrimonio Mundial del Centro Histórico de La
Habana Vieja y su Sistema de Fortificaciones como bien cultural.
Ocurrió en la VI Reunión del Comité de Patrimonio, en París, en
diciembre de 1982.
A esta declaración de bien cultural le siguieron las siguientes:
el Centro Histórico Urbano Trinidad y su Valle de los Ingenios, el
Castillo San Pedro de la Roca, de Santiago de Cuba; el Parque
Nacional Alejandro de Humboldt y otros centros históricos de
carácter cultural, paisajes naturales, Patrimonio Oral e Inmaterial,
como la Tumba Francesa de Santiago de Cuba; Paisaje Cultural del
Valle de Viñales y otros valores excepcionales de Cuba, hasta el año
de su muerte, ocurrida el 23 de mayo del 2006.
Un persistente y profundo trabajo dedicó también a los museos.
Basta leer su libro Recuento, donde compila numerosos
trabajos que publicó. El volumen lo dedicó a estudiantes e
instructores de Arte y en relación a los museos, dice: "Deberán
lograrse cifras mayores (de asistencia), lo que se conseguirá en la
medida en que se desarrolle el interés por la función educacional y
cultural de los museos como centros de educación permanentes".
Del propio libro retomo su concepción del arte: "Se ha dicho que
nada acerca más a los pueblos que la mutua comprensión del espíritu,
y que no hay exponente más claro del espíritu que el arte en sus
diversas manifestaciones". Así lo asumió Marta Arjona a lo largo de
su vida, de ahí que vio a la Revolución "como una manera diferente
de crear", según sus palabras.