Coproducción entre Gran Bretaña e Irlanda, Albert Nobbs se
desarrolla en una comunidad irlandesa, en el siglo XIX. Un medio
machista donde el personaje femenino decide ponerse traje y bombín
para trabajar como hombre, ganar más, obtener una cierta
respetabilidad y un día fomentar su propio negocio. Conflicto de
identidad, enredos mediante, que Glenn Close representó en el teatro
hace 30 años y que ahora encauzó al cine.
El encargado de la realización fue Rodrigo García, conocido el
colombiano por su buena mano en la dirección de actrices (la Close
entre ellas) y recordado por filmes como Con tan solo mirarla
y Madre e hija.
Pudiera citarse una larga lista de cintas en que las actrices se
disfrazan de hombre, una buena parte de ellas pertenecientes al
género de la comedia, porque a decir verdad no es fácil ––como en el
caso que nos ocupa–– pasar el gato femenino por la liebre masculina
en un drama de casi dos horas en que la protagonista está casi todo
el tiempo frente al ojo acucioso del espectador.
El mayor inconveniente de Albert Nobbs es la ingenuidad,
tanto la que "a pulso" se le adjudica al personaje central a largo
de la trama, como la que de una manera cómplice parece esperarse por
parte del espectador para que la historia fluya sin reparos. Se
olvida que lo que funciona en el teatro gracias a las licencias
creativas del medio (una actriz puede representar a un hombre,
aunque no sea enteramente creíble en lo visual) no corre la misma
suerte en la pantalla.
De Albert Nobbs queda entonces una historia atractiva y
rara al mismo tiempo, y el rostro patético de la gran actriz que es
Glenn Close componiendo un personaje que solo nos quedará a medias.
Y el final, que por liviano (no sorpresivo) debió ser otro.