Así se expresó Orlando Vistel Columbié, presidente del Instituto
Cubano de la Música (ICM), al abordar, en entrevista exclusiva con
Granma, ciertos fenómenos que laceran la sensibilidad
popular, atentan contra la ética ciudadana y desvirtúan la verdadera
imagen de la creación artística.
"Tenemos plena conciencia, y en consecuencia actuamos, de la
altísima sensibilidad de la mayoría de nuestro pueblo cuando
advierte que se le quieren homogeneizar en patrones ajenos, que
vulneran los más elementales principios de la ética", afirmó. "No
podemos olvidar —precisó— que en nuestra población se registran
elevados niveles de instrucción y una cultura acumulada a lo largo
de más de medio siglo de empeños educacionales y culturales".
¿Pudiera caracterizar esos fenómenos contraproducentes y
transgresores?
"Nos referimos a entregas seudoartísticas, que para nada tienen
que ver con nuestra política cultural ni con la ética de nuestra
sociedad, ni con la tradición picaresca, ni con nuestro sentido del
humor, ni con la amplísima diversidad estética que asumimos.
"Por un lado textos agresivos, sexualmente explícitos, obscenos,
que tergiversan la sensualidad consustancial a la mujer cubana,
proyectándola como grotescos objetos sexuales en un entorno gestual
aún más grotesco. Todo ello en soportes musicales cuestionables o de
ínfima calidad, donde impera el facilismo y la falta de rigor
formal, que algunos justifican bajo el pretexto de una pretendida
búsqueda de contemporaneidad mediante la ruptura de códigos
dogmáticos y elitistas, que impiden la comunicación con el gran
público.
"Puedo asegurarte que la tradición musical cubana nada tiene que
ver con códigos obsoletos ni elitistas, todo lo contrario, nuestra
música ha gozado de la oportuna contemporaneidad que le aporta
nuestra siempre renovadora identidad cultural, identidad que nada
tiene que ver con lo banal, lo chapucero, ni lo grotesco, y sí es
reflejo del constante crecimiento de los niveles de instrucción y la
cultura de nuestra población.
"Esos fenómenos contraproducentes y transgresores como tú le has
llamado, constituyen, además, una muestra de subestimación a la
capacidad de apreciación de nuestro pueblo y una grave ofensa a su
sensibilidad.
"Existe lamentablemente un sector del público que estimula esas
expresiones, que van más allá de la música y tienen que ver con
actitudes marginales visibles en ciertas zonas de nuestra realidad
y, peor aún, con intermediarios, falsos promotores y funcionarios
administrativos que no solo conviven, sino lucran con tales
manifestaciones".
Para ser precisos, ¿estamos hablando del reguetón y de algunos
reguetoneros?
"No se trata exclusivamente del reguetón. Expresiones vulgares,
banales y mediocres se registran en otras prácticas musicales. De
modo que no debemos particularizar en un género. Pero no es menos
cierto que en el reguetón esto es mucho más notorio".
¿De qué manera se ha venido propiciando esa distorsión? ¿Cómo
encara la institución este problema?
"Debemos aclarar que el problema se da en dos instancias. Una, la
de individuos que de un modo u otro, se han instalado en el sector
profesional; ingresan formando parte de un colectivo artístico con
determinado repertorio y perfil, que luego abandonan para
presentarse como si fueran ellos mismos un nuevo colectivo
artístico. Otra, la de quienes al margen de las instituciones
responsabilizadas con la ejecución de la política musical, copan
espacios en varios segmentos de la programación y la difusión,
contando, al igual que los primeros, con la anuencia de personas que
debían velar desde sus responsabilidades para que esto no suceda.
"El ICM y su sistema de instituciones ha adoptado medidas, que
van desde la descalificación profesional de aquellos que violen la
ética en sus presentaciones hasta la aplicación de severas sanciones
a quienes desde las instituciones, propician o permiten estas
prácticas. Estamos enfrascados en un proceso de depuración de los
catálogos artísticos de nuestras entidades, que va encaminado a
erradicar cualquier práctica que por su contenido se aparte de la
legitimidad de la cultura popular cubana. Pero ello no basta: nos
empeñamos en consolidar formas prácticas para lograr que en los
espacios recreativos y turísticos, y por supuesto, en la radio y la
televisión, haya una presencia representativa de lo mejor de los
catálogos de nuestras instituciones.
"Será de gran ayuda la instrumentación de una norma jurídica, en
la que ya estamos trabajando, que deberá regir los usos públicos de
la música, en un espectro que cubra los medios de difusión, las
programaciones recreativas, las fiestas populares, y la ambientación
sonora de lugares públicos. Obviamente, cada quien es libre de
escuchar en su privacidad la música que desee, pero esa libertad no
incluye el derecho de reproducirla y difundirla en restoranes y
cafeterías estatales o particulares, ómnibus para el transporte de
pasajeros y espacios públicos en general.
"Las instituciones culturales y los Consejos de la Administración
en las provincias y los municipios cuentan con la autoridad y el
deber de velar por la correcta aplicación de la política cultural.
Pero insisto: las medidas administrativas y jurídicas no son
efectivas por sí mismas si no van acompañadas por una labor de
orientación, esclarecimiento y convencimiento acerca de los valores
que debemos promover".
¿Alguien pudiera pensar que existe una crisis de calidad en la
música cubana?
"¡Para nada! Ni de calidad ni de cantidad. Contamos con un
privilegiado sistema de enseñanza artística a lo largo del país de
donde surgen anualmente decenas de talentos formados con mucho
rigor, con un movimiento profesional que abarca los más variados
estilos y modos de realización sonora, con un movimiento coral
formidable, con orquestas y solistas de primer nivel, con portadores
de tradiciones que preservan y transmiten valores ancestrales. Del
son y la salsa al jazz y de la canción y la rumba a las formas
sinfónicas y de cámara se multiplican nuestros exponentes y no pocos
de ellos cuentan con gran reconocimiento internacional. Esa es la
verdad de la música y de los músicos cubanos".
"La necesidad de poner coto a expresiones vulgares y hacer
cumplir por nuestra parte lo que aprobamos en la Primera Conferencia
Nacional del Partido —el Objetivo número 61 es explícito al definir
el trabajo orientado a la erradicación de manifestaciones de
chabacanería y mal gusto que atenten contra la dignidad de las
personas y la sensibilidad de la población— obedece a nuestra
responsabilidad de revelar y promover jerarquizadamente en todos los
espacios posibles los auténticos valores de nuestra producción
musical, en viva interacción con lo más connotado del arte a escala
internacional, como expresión de la vocación de universalidad que
siempre nos ha caracterizado".