Sin lugar a dudas, Gisela ocupa un puesto jerárquicamente
encumbrado en la historia de la pedagogía musical cubana. La avalan
sus largos años dedicados a la docencia en el conservatorio Hubert
de Blanck, y luego del triunfo revolucionario en la formación de los
primeros instructores de arte y educadoras de círculos infantiles y
la asesoría de los planes del Ministerio de Educación y el Consejo
Nacional de Cultura hasta su deceso el 23 de agosto de 1971.
Pero también debemos ponderar como parte sustancial de nuestro
patrimonio sonoro su obra autoral, tal como aconteció el domingo
pasado en la Casa del ALBA Cultural en una velada en la que, según
conocimos, estuvieron implicados, entre otros, la maestra Alicia
Perea, la soprano Bárbara Llanes, el dúo Pro Música y el compositor
Juanito Piñera.
Debe reconocerse a Alicia Perea como responsable en buena medida
de que una de las piezas más sólidas y definitorias de Gisela
Hernández, Zapateo cubano (1954), pueda ser disfrutada una y
otra vez al integrarla a su repertorio de hitos de la escritura
pianística insular.
Aunque la obra lírica de Gisela es abundante y grávida de
valores, no desmerecen sus obras para piano y formatos de cámara.
Ciertamente en la primera parcela aludida pesan, y de qué modo, sus
canciones con textos de José Martí, Nicolás Guillén, Mirta Aguirre,
Mariano Brull, Ángel Gaztelu, Cintio Vitier, Cleva Solís, Juan Ramón
Jiménez, Federico García Lorca, Dulce María Loynaz y Rabindranath
Tagore. Fuera de Cuba, la
mezzosoprano española Ana Hasler las ha grabado en un disco
de excelente factura. Inobjetablemente, Gisela Hernández marcó
pautas en el desarrollo del lied cubano, sin olvidar que en
otras zonas de la música vocal cosechó éxitos, como lo demostró en
1942 al ganar un certamen internacional en Montevideo con la
Suite coral, para cuatro voces, sobre poemas de García Lorca.
Mas será oportuno y gratificante repasar algunas de sus piezas
para piano —pienso en la Sonata, de 1941, celebrada por su
maestro José Ardévol, o en Estudio en son (1953)— y Cubana
no. 3, para conjunto de cuerdas y maderas.
Hacer sonar con mayor frecuencia la música de Gisela Hernández y
contarla como aliada en la educación integral de las nuevas
generaciones será el mejor homenaje a su memoria.