Génesis de la pelota cubana

Don Miguel sigue siendo Don Miguel

MIGUEL FEBLES HERNÁNDEZ

Próximo a cumplir 77 años de edad (Santa Cruz del Sur, 24 de febrero de 1935), Sol Miguel Cuevas Piedra conserva intactos el buen porte, la caballerosidad y el talante bondadoso que lo llevó a ser una de las figuras más queridas del béisbol cubano, que destacó por su impresionante poder al bate.

Foto: Otilio Rivero DelgadoCuevas jugó con varios equipos camagüeyanos.

El hecho de conmemorarse por estos días el aniversario 50 del inicio de las Series Nacionales de Béisbol, constituyó motivo suficiente para dialogar una vez más con este legendario pelotero, a quien justamente el desaparecido comentarista deportivo Bobby Salamanca bautizara como Don Miguel Cuevas.

¿Qué recuerda de aquel 14 de enero de 1962?

Fue el comienzo de una pelota realmente popular, genuino derecho de todo un pueblo. Yo llegué a estos torneos con 26 años y cierta experiencia. Recuerdo que en mi primera vez al bate con Azucareros conecté doblete y luego robé la tercera, para anotar la primera carrera en series nacionales frente al equipo de Orientales.

Comenzó así una trayectoria marcada por sucesivos liderazgos en el orden ofensivo.

Tomé parte en 13 contiendas, en las que representé en momentos diferentes a Azucareros, Orientales, Camagüey y Granjeros. En esos años integré también el equipo Cuba a dos Centroamericanos, dos Panamericanos y varios topes amistosos.

¿Qué momento recuerda con mayor satisfacción?

Podría mencionarte dos: uno en 1963, cuando conecté tres jonrones en un juego durante los Panamericanos en Sao Paulo, Brasil, y luego, en 1966, al decidir un partido clave frente a México en los Centroamericanos de Puerto Rico, victoria que abrió el camino hacia la medalla de oro en el certamen beisbolero.

¿Su poder ofensivo tenía algo que ver con la forma peculiar de batear?

No creo que haya un estilo para batear jonrones. El jonronero sale de la fuerza, de la habilidad que alcanza. El quid no está tanto en hacer un swing rápido o tirarle duro a la pelota, sino en saberle dar en el tiempo preciso.

¿Es cierto que usted llevaba una libreta de incidencias sobre cada turno suyo al bate?

Sí. Yo anotaba todo lo que me pasaba en el cajón de bateo y después lo estudiaba para tener referencias de mi enemigo, que era el pitcheo. Eso me permitió conocer la manera de lanzar de cada uno. A algunos llegué a batearles prácticamente avisado.

A pesar de ello, ¿cuál o cuáles fueron los pitchers que más daño le hicieron?

Roberto Valdés y Aquino Abreu. Ambos eran especialistas en los lanzamientos laterales.

¿Alguna vez fue expulsado del terreno de juego?

Jamás. Uno viene a jugar pelota, no a protestar por cualquier cosa. ¿Qué yo hago con protestar una jugada, si la decisión es irrevocable? Si es una jugada de regla, que la discuta el manager del equipo. Lo importante para el atleta es hacer bien las cosas, ser disciplinado y dar un buen espectáculo.

Luego de retirarse oficialmente en 1974, ¿ha mantenido algún vínculo con el deporte?

Por supuesto. En todos estos años presté colaboración como entrenador en Venezuela, Perú y Nicaragua. Ahora mismo soy vicepresidente de la Comisión Provincial de Atención a Atletas y entre otras funciones, ayudo a promover la práctica del béisbol entre los jóvenes y chicos.

¿Trataron alguna vez de comprarlo en el exterior?

Claro. Cada vez que salíamos sucedía lo mismo. Lo que pasa es que hay cosas en la vida que son sagradas y no se cambian por nada.

 

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