¿Puede
un trabajo aprobado en foros científicos, que cuenta con el aval de
consejos técnicos asesores y significa el ahorro de millones de
pesos a la economía del país, dormir el sueño eterno engavetado en
alguna oficina, "gracias" a la insensibilidad de unos y al silencio
cómplice de no pocos?
Tal ha sido la suerte corrida por la investigación "Enfoque
diferente en el análisis energético y económico para el
funcionamiento y selección de variantes eficientes de conductoras",
del ingeniero José Luis Amador Vilariño, especialista de la Empresa
de Investigaciones y Proyectos Hidráulicos de Camagüey.
Lo que resulta paradójico es que, si bien en todos los escenarios
donde ha presentado sus propuestas, desde el 2007, estas jamás han
sido refutadas ni técnica ni económicamente, tampoco ha habido una
respuesta local ni nacional concreta a nada de lo planteado, a pesar
de la importancia del asunto.
¿Por qué?
Simplemente porque la investigación saca a la luz viejos errores,
cometidos desde hace más de 30 años, en la selección y proyección de
variantes económicas de conductoras de impulsión, y entraña, a la
vez, un cambio en la forma de actuar para detener el derroche
energético que tal proceder conlleva.
Pudiera ser más explícito al respecto...
El problema está en que el agua se trabaja de forma ineficiente
en el país, a partir de prácticas consideradas "normales", pero muy
consumidoras de energía, como son: las inyecciones de agua en
tuberías con presión; los estrangulamientos para llevar las bombas a
parámetros; la adaptación de tuberías a bombas, donde debe ser al
revés; y la excesiva fricción agua-tubería.
¿Qué lo llevó a asumir tamaña empresa?
Desafortunadamente no fue hasta el año 2005, con la puesta en
marcha de la estación de bombeo de la Presa Máximo, que nos
percatamos de que el consumo de energía por cada litro de agua por
segundo enviado a la ciudad de Camagüey era casi el doble de la que
gastaba la Presa Amistad Cubano-Búlgara.
En la Máximo comprobamos que estaban presentes tres de los
problemas acotados anteriormente: inyección, estrangulación y
excesiva fricción agua-tubería, lo que producía una pérdida anual de
energía calculada en 880 000 dólares. En esas condiciones trabajó
durante tres años.
Como confirmación evidente de la utilidad de esta ponencia, la
dirección del Acueducto decidió en el 2009 que la estación de bombeo
de la Presa Máximo solo se emplearía en caso de emergencia, pues de
usarse de forma continua casi se "tragaría" el plan de energía
asignado para el bombeo de la provincia.
¿La investigación se basó solo en el análisis de la negativa
experiencia de la Presa Máximo?
Por supuesto que no. Con estos antecedentes, nos dimos a la tarea
de estudiar cuatro casos reales y tres hipotéticos, luego de añadir
el software VARECI que elaboré para facilitar los cálculos
hidráulicos, energéticos y económicos.
Bien pronto me di cuenta de que esto podría estar sucediendo en
otras partes del país, al existir una desactualización en materia de
precios y no tenerse en cuenta gastos energéticos importantes, lo
que impide que se seleccione bien la variante más económica.
¿Cómo llegar a ese modelo óptimo de conductoras y estaciones de
bombeo?
Yo no he inventado nada nuevo al respecto. Esto viene bien
especificado en casi todos los libros de textos de la especialidad.
Lo que sucede es que se obvia o se hace un uso incorrecto del viejo
concepto económico de costo-beneficio, el cual es aplicable a todo
tipo de inversión.
¿Cómo se ajustaría, entonces, dicho concepto a la selección de
las conductoras de impulsión?
Aquella variante que más energía ahorre será siempre la más
económica en el periodo de vida útil y no la que más barata tenga la
inversión inicial. Según la propuesta, si bien crece el monto de la
inversión total, en idéntica medida disminuyen las potencias
instaladas y los costos de operación, por lo que dichos gastos se
amortizarían en menos de cinco años como promedio.
Usted plantea, además, la necesidad de que se empleen velocidades
más lentas en la conducción del agua...
Los proyectos que se ejecutan con velocidades "normales" (según
la norma vigente) gastan grandes cantidades de energía por fricción
entre la tubería y el agua. Sin embargo, se puede demostrar que se
amortiza en poco tiempo el empleo de tuberías de mayor diámetro,
gracias al ahorro energético que se logra.
Al respecto, los cálculos obligan a usar en los proyectos
velocidades normadas entre 0,5 y 0,85 metros por segundo, para agua
limpia, y entre 0,6 y 0,85, para agua de embalses. Las velocidades
más bajas influyen también en la no utilización de dispositivos
protectores contra el golpe de ariete.
¿Qué consecuencias ocasiona el no empleo de los tanques
compensadores?
En todo el país se crean estrangulamientos con válvulas manuales
o motorizadas en las operaciones de los acueductos, a causa de que
no se emplean o no se construyen tanques elevados compensadores, y
los que están ya construidos en ocasiones permanecen vacíos, como
ocurre en la ciudad de Camagüey.
Es decir, se bombea directo a la red, por lo que para mantener a
las bombas en los parámetros de diseño (garantía de su eficiencia y
durabilidad) se estrangula la descarga de agua, fenómeno que desde
el punto de vista energético es muy costoso, tal y como se demuestra
en el trabajo.
A todo ello se suma el derroche generalizado del agua...
Basta un ejemplo: transportar el agua desde las cinco presas de
abasto a la ciudad de Camagüey, que es de alrededor de 1 250 litros
por segundo, cuesta anualmente 2,5 millones de dólares. Si, como se
plantea, se pierde la mitad que se bombea, entonces tendremos un
derroche cada año de más de 1 200 000 dólares.
Vemos con mucho agrado la voluntad de medir el consumo del
preciado líquido a través de tarifas adecuadas en los sectores
industrial y residencial, lo cual erradicaría el mayor por ciento
del actual despilfarro de agua, mejoraría los índices energéticos de
las conductoras y evitaría importantes erogaciones monetarias al
país.
¿Ha calculado el beneficio que para Cuba tendría la
materialización de su propuesta?
Según cálculos conservadores (a razón de 0,22 dólares que cuesta
producir aquí el kWh), de subsanarse solamente los cuatro problemas
que plantea la investigación, en un periodo de aplicación no mayor
de cinco años se podrían ahorrar anualmente más de 28 millones de
dólares y se sacarían de línea no menos de 15 megawatt de potencia,
con un ahorro equivalente a 39 400 toneladas de combustible.
Ese es nuestro propósito final: evitar lo más rápido posible que
se sigan repitiendo los mismos problemas cada vez que se proyecta
una conductora, se ejecuta una nueva o se opera un acueducto, lo
cual daña fuertemente a la economía del país. Por encima de
cualquier celo profesional u otro criterio sectorial, deben
prevalecer los intereses supremos de la nación.