Solo he querido contar una historia de amor

Confesiones de Enrique Álvarez, realizador del más reciente estreno del ICAIC, el largometraje Marina

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Todo comenzó por una foto donde aparece el mar y se respira de algún modo la atmósfera de Gibara. ¿Por qué no hacer una película en este ámbito, con esta y para esta gente? Eran los días del VII Festival del Cine Pobre y en la memoria de Enrique Álvarez (Kiki) se acumularon recuerdos: las visitas a esa localidad del norte oriental de la Isla en la época en que cumplía con las obligaciones del servicio social, las conversaciones con Humberto Solás cuando este maduraba la idea de rodar Miel para Ochún.

El caso fue que Kiki decidió hace dos años filmar con un bajísimo presupuesto financiero y logístico un largometraje con Gibara por escenario, encontró la complicidad de la actriz Claudia Muñiz para la escritura del guión y la interpretación del papel protagónico, recibió el apoyo resuelto de la Productora ICAIC —con la colaboración del festival de Cine Pobre y la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio—; y no se arredró ante ningún obstáculo.

El resultado, desde anoche, está a la vista: Marina. La premiere tuvo lugar en la sala Chaplin, donde permanecerá en cartel hasta que se produzca el estreno en el circuito nacional del ICAIC a partir del jueves 29 de septiembre. Pero antes ya tuvo dos exhibiciones muy agradecidas, ante los propios gibareños y la comunidad de pescadores.

El peso de la cinta lo llevan cinco actores: Claudia Muñiz, Marianela Pupo, Mario Limonta (atestigua que Kiki "es un verdadero líder, capaz de llevar a puerto un proyecto tan hermoso y difícil"), Carlos Enrique Almirante y Rosa Vasconcelos. Para la fotografía, el director escogió a Santiago Yanes. E hizo tándem con el productor Javier González.

Kiki (La Habana, 1961) entró al universo audiovisual como uno de los protagonistas (Máximo) de la recordada serie Algo más que soñar (1984), de Eduardo Moya. Al graduarse de Historia del Arte se interesó por rodar cortometrajes sobre pintores cubanos y grabar videos experimentales. Al exhibir Sed (1989), mediometraje de ficción, comenzó a sonar en las cábalas de los realizadores emergentes, hecho que se confirmó con La ola (1995) y Miradas (2001). Para la televisión dirigió memorables puestas en escena de Madre Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht, y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre.

Has escrito en un texto previo al estreno que Marina no es una película de tesis. Pero uno, imagino yo, siempre trata de probar algo, o probarse a sí mismo. ¿Cabría afirmar esto a partir de tu experiencia con la película?

"Exactamente dije que es una ventana, una sucesión de pequeños acontecimientos. Una película lo más natural y sencilla posible. Marina regresa a Gibara al cabo de los años y no conoce a nadie, salvo a una amiga. La que fue su casa la encuentra habitada por damnificados por el paso de huracanes. En todo caso lo que ocurre con Marina es una historia que tiene que ver con la recuperación de la identidad"

De La ola, tu primer largometraje, hasta acá han pasado 15 años. ¿Qué has ganado como realizador?

"Sin lugar a dudas, la comprensión del trabajo con actores. En La ola manipulaba a los actores como si fueran maniquíes. Todo eso quedó atrás. Cada vez más me intereso por el mundo interior de los actores, por la forma en que construyen los personajes, al punto que influyen e incluso determinan el curso de una filmación".

¿Cómo quisieras fuera recibida Marina por los espectadores?

"Que sepan que solo he querido contar una historia de amor".

 

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