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          | El asesinato de Quintín Bandera Marta Rojasmarta.rr@granma.cip.cu
 Ya llegamos, a son de corneta, a los ranchos, y la tropa formada 
			bajo la lluvia, de Quintín Bandera. Nos abraza, muy negro, de bigote 
			y barbilla, en botas, capa y jipijapa (¼ 
			) Quintín sesentón, con la cabeza metida en los hombros, troncado el 
			cuerpo, la mirada baja y la palabra poca, nos recibe a la puerta del 
			ranchón; arde de la calentura: se envuelve en su hamaca: el ojo, 
			pequeño y amarillo, parece como que le viene de hondo y hay que 
			asomarse él (¼ ). 
			
			 General 
			de División Quintín Bandera Betancourt, nació de una familia libre 
			en Santiago de Cuba, en el barrio Los Hoyos el 30 de octubre de 
			1834. Bautizado en la Iglesia La Santísima Trinidad con el nombre de 
			Quintino. Así describe José Martí a Quintín Bandera, cuyas hazañas ya 
			conoce, en el Diario de Campaña, de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Ha comenzado la guerra de independencia que organizara Martí 
			aquel 24 de febrero de 1895. Solo han transcurrido tres meses cuando 
			la tropa de Quintín, formada bajo la lluvia, recibió al Apóstol a 
			son de corneta, según describe Martí. Días después Quintín saldrá 
			con sus hombres a buscar el cadáver de Martí; lo hará 
			desesperadamente, pero no alcanza al enemigo para rescatarlo. El general "sesentón" del que habla Martí, se había sumado a la 
			guerra del 1868 —iniciada por Céspedes—, el 1 de diciembre de aquel 
			año, integrando la tropa del Mayor General Donato Mármol, en Palma 
			Soriano, Santiago de Cuba. A los 13 días ya lo habían ascendido a 
			cabo, subordinado al capitán Limbano Sánchez. Ese mismo mes, Quintín 
			toma el poblado de El Cobre donde vivió de niño. Es sargento en poco 
			tiempo cuando apoya una expedición cubana que arriba a Cuba. En 
			1870, a dos años de iniciarse la guerra grande, por sus méritos en 
			más de un combate Quintín es el comisionado del ejército mambí en 
			las costas de Santiago con el grado de Alférez. Lo ascienden a 
			Teniente en el 72, a Capitán en el 73, ganado por la suma de al 
			menos siete combates, según la historia militar, y no transcurrirá 
			mucho tiempo para que llegue a Las Villas como jefe de infantería de 
			un contingente de orientales para reforzar las tropas de Máximo 
			Gómez. Tras una campaña de nueve meses por Ciego de Ávila, y 
			Turiguanó, un combate tras otro el ya Comandante Quintín Bandera se 
			ha convertido en una leyenda. Gana méritos y también se le reprende 
			y reprenderá indisciplinas, pero no deja de combatir, al contrario 
			se vuelve más bravo. Lo mueven de un lado a otro y regresa a Oriente 
			para asegurar las comunicaciones entre Santiago de Cuba y el Cuartel 
			General del Ejército Libertador. Ostenta el Grado de Teniente Coronel otorgado por Antonio Maceo y 
			participa junto al Titán de Bronce en la Protesta de Baraguá, el 15 
			de marzo de 1878. Y aún después, junto a José Maceo y Guillermón 
			Moncada protagoniza una sonada revuelta en las calles de Santiago de 
			Cuba. Ocurre el 26 de agosto de 1879. No se trata de una acción "loca", algunas acciones menores y 
			otros actos, en zonas del oriente, estarían encaminados a proteger 
			la salida de Cuba de Antonio Maceo sin contratiempos mayores. Sus actos no son tolerados y los españoles interceptan, el vapor 
			que tanto a él como a José Maceo y Guillermón los conduciría al 
			exilio en Puerto Rico. Y la armada española los encierra en un 
			castillo-prisión en Islas Baleares. Tres caracteres tan fuertes 
			—Quintín, José y Guillermón— no dejan que nada lesione el ideal y el 
			tesón por la independencia y soberanía de Cuba. Bajo ninguna 
			circunstancia. Un 
			pizarrón y a aprender Quintín padece aún de dolores muy fuertes en los tobillos porque 
			durante la larga travesía en barco, los españoles no encontraron un 
			modo mejor para humillar a aquel "negro levantisco" que hacerle 
			recordar su origen y le embuten varias veces los pies en la barra 
			con los grilletes de hierro puestos, como a los esclavos africanos o 
			criollos. En esas condiciones bochornosas tiene que hacer sus 
			necesidades delante de la marinería. Sin embargo cuando desembarcan y se "acomoda" en la pestilente 
			celda del castillo, hace comprar, con lo poco que tiene, un 
			pizarrón; luego papel, tinta, puntos y pluma porque se propuso 
			aprovechar el tiempo en la cárcel aprendiendo a leer y escribir. 
			Encuentra quien lo enseñe y aprende. Es por eso que, aunque con 
			imperfecta ortografía, pero una letra uniforme y redacción coherente 
			y hasta poética a veces, escribe sus Memorias. Por primera vez da fe 
			de ello públicamente, el historiador cubano Abelardo H. Padrón 
			Valdés en su obra Quintín Bandera, General de tres guerras, 
			publicada por la editorial Ciencias Sociales del Instituto del 
			Libro, en el 2006. El biógrafo obtuvo los originales de la nieta del 
			libertador. Una amnistía haría menos largo el cautiverio de un Quintín 
			ilustrado hasta donde le fue posible, y cuya inteligencia natural y 
			arraigo en el afán libertador se hicieron más fuertes. Así regresa a 
			Santiago, luego de una estancia, ya libre, en España, donde contrae 
			matrimonio con una joven española, desafiando todos los prejuicios 
			de la sociedad. Regresa a Cuba casado. A lo largo de su vida serán 
			tres sus matrimonios efectuados por la iglesia, aunque era masón. 
			Virginia Zuaznábar, su más joven y última esposa, se opondrá por 
			primera vez a un acto que él consideraba justo, contra la reelección 
			de Estrada Palma: "No vayas de ninguna manera, Quintín", cuenta ella 
			que lo sobrevivió muchos años en el anonimato. Él insistió que iría 
			a la guerra por la soberanía de Cuba.  Había terminado la contienda contra España con los grados de 
			General de División. Había cruzado las dos trochas: de Júcaro a 
			Morón y de Mariel a Majana. Había combatido en la Guerra Chiquita, 
			en 1890, antes de iniciarse la del 95, organizada por Martí. Nunca 
			los españoles pudieron vencerlo. Pero cubanos traidores, sin un 
			ápice de su expediente patriótico en su haber, sí lo hicieron. Su patriotismo lo hizo evaluar mal las circunstancias, y los 
			antecedentes respecto al presidente. Para don Tomas "su" Tomasico o 
			Tomasito, como él acostumbraba llamar al anexionista Tomás Estrada 
			Palma, Quintín, era un obstáculo insalvable: se trataba del único 
			General cubano de tres guerras y negro que había llegado con vida a 
			la república. Además había sido capaz de sacar más de 200 votos en 
			la columna en blanco, en las primeras elecciones, en provincias, tan 
			solo haciéndose presentar a favor de la libertad y la soberanía de 
			Cuba. Confiado en su gestión y humildemente, fue un día a ver a "Tomasito" 
			para reclamar un sueldo mísero que le pagaban en una dependencia del 
			Estado y don Tomás le dio de limosna cinco pesos que Quintín rompió 
			ante él. Así lo había tratado. Las jaboneras Crusellas y Sabatés le 
			ofrecieron un trabajo para aliviar su situación: anunciar jabones, 
			vestido con el uniforme mambí y los grados de General. "Porque como 
			las lavanderas casi todas eran negras, pedirían el jabón 
			solidarizándose con uno de sus iguales, además General". Pese a su 
			orgullo zaherido, no tenía otra opción para poder atender 
			decentemente a su esposa y cuatro hijos con Virginia Zuaznábar, que 
			lo quiso y admiró como ninguna otra mujer, aunque, al momento del 
			matrimonio él tenía más de 60 años y ella 18. Creyó un deber irse al campo a combatir contra la oprobiosa 
			reelección que plasmaría la instalación de las carboneras (Base 
			Naval) yankis en el territorio de Cuba. Eso Quintín no lo soportaba. Estrada Palma mandó a emboscarlo y a matarlo. Para hacer cumplir 
			la orden terminante de acabar con el héroe, realizó gustosamente la 
			encomienda de preparar la "acción" un General con pocos méritos 
			patrios llamado Alejandro Rodríguez, jefe del Ejército de don Tomás: 
			cuatro balazos y siete machetazos propinados en una encerrona, 
			rindieron físicamente a Quintín Bandera, lo que no pudo hacer todo 
			un ejército de la Metrópoli. Tenía 73 años de edad cuando lo 
			asesinaron. El certificado forense que complació a Estrada Palma 
			dice: Quintín Bandera Betancourt. Muerto de traumatismos 
			accidentales. Ocurrió el 23 de agosto de 1916.  |  |  |