Orlando González, herido grave en la batalla de Sumbe, calificó
aquella gesta como una escuela inolvidable y prueba de la necesidad
de que los revolucionarios estén siempre dispuestos a combatir.
Tras ver el largometraje González dijo a la AIN que una guerra no
es bonita ni en película. Opinó que su labor por Angola resultó
curiosa, pues en 1976 fue como militar, no combatió y pasó a una
misión civil (asesor para las construcciones), pero volvió en 1983 y
a los pocos meses participó en un rudo enfrentamiento armado.
En marzo de 1984, precisó, era jefe técnico y secretario del
núcleo del Partido entre los constructores de la Isla en Sumbe,
ciudad a 350 kilómetros de Luanda.
Gracias a una persistente gestión, dijo, días antes del ataque
contrarrevolucionario, él llevó desde Luanda las armas empleadas por
sus compañeros, al frente de los cuales estuvo hasta que lo
derribaron tres impactos de bala e igual cantidad de fragmentos de
mortero.
Elsy Fajardo, entonces maestra internacionalista con 23 años de
edad, afirmó que el filme "me hizo llorar, al recordar a los muertos
y heridos en la acción".
Lo más significativo, agregó, es que constructores, maestros,
médicos y otros civiles resistieron hasta que llegó la aviación
cubana y puso en fuga a los atacantes: "Todas las cubanas sabíamos
tirar y pedíamos armas, pero eran pocas", destacó.
La primera proyección de la película aquí fue presentada en el
cine Céspedes, ante numeroso público, incluida Sonia Pérez, primera
secretaria del Comité Provincial del Partido en Granma.
Los aficionados al cine recordaron cómo la cinematografía cubana
sigue sumando hitos en el reflejo de las misiones internacionalistas
en Angola. Evocaron la huella dejada por Caravana, de Rogelio
París, y de Kangamba, del propio realizador, en tanto
ponderaron las virtudes del serial Algo más que soñar, de
Moya, y Cabinda, de Jorge Fuentes.