Si
algo nos deja cada puesta de la versión de La Cenicienta del
BNC, firmada por Pedro Consuegra —e inspirada en el famoso cuento de
Charles Perrault— es una gran carga de optimismo, de alegría de
vivir. No solo por la historia del triunfo del bien sobre el mal,
sino por la conjunción de la vibrante música de Johann Strauss
(hijo), los diseños de Armin Heinemann y, por supuesto, la
coreografía (comedia-ballet) de Consuegra, que se ha enriquecido con
el tiempo.
Las
cortinas de La Cenicienta se descorrieron con Viengsay Valdés
(Greta) y Alejandro Virreyes (Gustav, el príncipe heredero), en los
protagónicos. Noche especial que vibró, en primer lugar, por el
desempeño maduro, cuajado de sutilezas y el buen baile de la
bailarina que no desaprovechó oportunidad para demostrar que es un
papel que tiene muy cerrado en las manos. Largos balances, giros,
grand-jettés... , y ese "empuje-coraje" para enfrentarlo y
sobrepasarlo todo en la escena, a pesar de cualquier dificultad que
la vida nos ponga enfrente. A su lado, motivando su quehacer, estuvo
un Alejandro Virelles que se acomoda, cada día, con más fuerza en la
compañía.
El binomio Anette Delgado - Dani Hernández en los protagónicos en
la segunda entrega motivó, por la elegancia en la ejecución de sus
pasos, la limpieza de los movimientos y un fraseo armónico que dejó
en claro la buena química que los une en escena, un perfecto diálogo
que alcanzó su éxtasis en un pas de deux (segundo acto)
especialmente virtuoso.
La última función del clásico propuso en los roles principales,
más que promesas, jóvenes realidades de la compañía: Yanela Piñera y
Osiel Gounod. Ella sorteó los "obstáculos" de sus variaciones,
hermosas poses, giros, extensiones y una caracterización singular a
pesar de su juventud, y él, impresionante, sacó a flote su conocido
arsenal danzario, y sus dotes como acompañante. La coda cerró a un
alto nivel. Sadaise Arencibia, volvió a poner de relieve sus
excelentes cualidades técnicas, combinando mesura, inteligencia y
elegancia, en el Hada Rava, a la que ha entregado lo mejor de sí, y
eso, que en esta ocasión se observó algo contenida, especialmente en
los finales de los fraseos coreográficos; Marizé Fumero, en el debut
en este rol, tiene condiciones físicas ideales que mostró en las
tablas, pero debe trabajar más la interpretación para acercarse al
bondadoso personaje, algo que sí entendió la también debutante
Estheysis Menéndez, quien con su hermosa línea y quehacer escénico
convenció.
Un hermoso regalo fue ver de nuevo a Víctor Gilí entregando su
piel a Leontyne (la madrastra), donde su interpretación es ya
antológica. Armado de sus dones histriónicos y mucha cultura
escénica bordó con buen gusto y humor este personaje femenino. En el
pasearon con buen tino y soltura también Ernesto Díaz y Leandro
Pérez.
El cuerpo de baile, al margen de algunos desajustes, se confirma
como elemento básico a la hora de estructurar el espectáculo.