Detrás del crimen de Christian Poveda hubo oscuros intereses políticos

Tal es la convicción del realizador mexicano Emilio Maillé, uno de los productores del documental La vida loca, que se exhibe en el XIV Festival del Cine Francés en Cuba

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

A Emilio Maille le hubiera gustado compartir con su amigo Christian Poveda el interés con que el público en La Habana, Holguín y Santiago asistió a las proyecciones del filme La vida loca.

foto: Yander ZamoraEmilio Maillé, director y productor mexicano.

Piensa que es un acto de justicia poética que Cinemanía, la Alianza Francesa y la Cinemateca de Cuba hayan seleccionado el documental para figurar en el programa del XIV Festival del Cine Francés en la Isla, aun cuando ya había sido exhibido en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano donde mereció el premio del Centro Cultural Pablo de la Torriente.

Pero al realizador lo asesinaron en El Salvador el 2 de septiembre del 2009. Apareció con el rostro desfigurado por dos impactos de bala a pocos metros de la camioneta que manejaba por el terraplén de Soyapango, en las afueras de la capital de la nación centroamericana.

Pocos meses antes había terminado de montar La vida loca y daba los primeros pasos para su exhibición internacional. Los mitos y las realidades de las maras, bandas criminales surgidas en California y extendidas a los países de origen de sus integrantes —El Salvador, Honduras, México— quedaban al desnudo, como nunca antes, en la narración fílmica.

"A medida que pasa el tiempo —confiesa Maillé— estoy cada vez más convencido de que detrás del asesinato de Christan hay oscuros intereses políticos. Hubo una investigación y cayeron algunos pandilleros. Pero no es suficiente. No debe olvidarse que la extrema derecha desgobernó a El Salvador por mucho tiempo y está latente en la estructura de esa sociedad. El fenómeno de las maras no es ajeno a ese sustrato. No son simples bandas de inadaptados juveniles. Después del documental, Christian siguió indagando, tal vez encontró alguna conexión y por eso lo mataron. O sencillamente lo eliminaron como escarmiento para los que se atrevan a tocar puertas prohibidas".

Esta hipótesis de Maille se refuerza con la observación del periodista Roberto Valencia, amigo de Poveda. "La vida loca —escribió— está en sintonía con ese planteamiento que dibuja a los miembros de pandillas más como víctimas que victimarios. En el documental los represores son la policía y el ejército. (¼ ) Un aporte fundamental sobre el fenómeno de las maras que hace el documental no está en un primer plano de lectura. La pandilla que retrata va más allá del estereotipo del grupo de jóvenes tatuados con predisposición al delito y la violencia. Christian logra mostrar la complejidad del fenómeno".

Emilio Maille es mexicano. Vivió más de 20 años en Francia y ahora está de vuelta a su país. Hizo carrera como documentalista —registró desde las corridas taurinas hasta la memoria de Luis Buñuel en su etapa mexicana— y entre nosotros se apreció un largometraje de ficción suyo rodado en Colombia, Rosario Tijeras. Por excepción produjo, junto a Carole Solive, La vida loca.

"Conocí a Christian en París y nos hicimos grandes amigos —cuenta Maille—. Había nacido en Argelia y descendía de una familia de republicanos españoles. Durante los ochenta trabajó como reportero gráfico en la cobertura de los conflictos armados en Centroamérica, con base en San Salvador. Le llamó la atención cómo después de la firma de los acuerdos de paz la violencia siguió su curso. Las maras no respondían a la lucha por alcanzar la justicia social. Christian estaba obsesionado por el tema. Solicitó mi apoyo en la búsqueda de recursos para documentar esa realidad y asesorarlo en mi condición de cineasta. Entre las pandillas hay dos bandos definidos: la llamada Mara Salvatrucha o número 13 y el Barrio 18. Esta última accedió a ser filmada; la primera, no, pero admitió que penetrara a su territorio. Christian se atuvo a las reglas, pero penetró hondo en las realidades".

Emilio Maillé continúa su compromiso con el cine: "El documental está dejando de ser la cenicienta de la programación fílmica. No confundir con los reportajes ni con los materiales estandarizados que pasan por la televisión. El documental tiene sus propios códigos capaces de movilizar a los espectadores, emocionar y conmoverlos. Ahora mismo, sin prisa pero sin descanso, estoy realizando una película sobre los directores de fotografía, esos seres detrás de la cámara de los que no se habla. Parto de desmontar y recontextualizar secuencias filmadas por el gran fotógrafo mexicano Gabriel Figueroa y de muchas entrevistas. Quisiera que fuera visto como un ensayo sobre el uso de la luz en el cine".

 

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