Ágora

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

Ágora, la película más cara del cine español, está en los cines dirigida por Alejandro Amenábar, que sorprende con esta historia ubicada en Alejandría entre los siglos IV y V de nuestra era, suerte de drama histórico, peplum, esos filmes de "romanos" con los que el cine comenzó a hacerle frente a la televisión en los años cincuenta.

La sorpresa está dada por el hecho de que la exitosa obra anterior de Amenábar está lejos, en género y temática, del empeño actual, una superproducción llena de acción, rodada en inglés, basada en lo fundamental en hechos reales, pero principalmente una película que desde la historia pretende ser reflexiva y polémica, incluso hacia el presente.

Y no es difícil ser polémica cuando en la trama están envueltos cristianos, paganos y judíos, el oscurantismo y la ciencia, hombres libres y hombres esclavos, en fin, la concordia y la guerra en tiempos de definiciones sociales, políticas y religiosas, y atravesando todo ello, como una columna sostenedora, Hypatia, astrónoma y filósofa seguidora de la doctrina de Platón (la verdad mediante preguntas, respuestas, más preguntas y respuestas y así hasta el infinito).

De la obra científica y filosófica de Hypatia nada quedó y solo se conoce de ella a través de lo que escribieron sus discípulos. El personaje se perdió hasta ser recuperado en el siglo XVIII y a partir de ahí su imagen ha sido revestida con diversos tintes, según las tendencias de la época: en la Ilustración ––y Voltaire se refirió bastante a ella–– se le presentó como heroína de la razón frente a la religión; en el romanticismo, como idealización del paganismo contrapuesto a la civilización cristiana y últimamente, víctima de la misoginia.

Múltiples y contradictorios argumentos, algunos de los cuales no faltan en el filme, aunque hay que convenir que su guión se sustenta en arduas investigaciones históricas, extensibles también a otros personajes.

En concreto, la historia se sitúa en los momentos en que paganos y cristianos están envueltos en una lucha por el poder ante la decadencia del imperio Romano y los filósofos y observadores del mundo, aunados en aquellas escuelas clásicas de la antigua Grecia, comienzan a perder su lugar en la sociedad.

Dos cosmovisiones, dos culturas de las que se sirven los realizadores para plasmar su tesis, según la cual las religiones oscurecen la razón, desprecian la filosofía y frenan la ciencia y el progreso. No han faltado lugares donde los hechos y personajes, recreados a partir de la lógica imaginación, fueron sopesados como un agravio al cristianismo y a la iglesia. Sería una interpretación simplista para un filme que pretende ser abarcador en sus pretensiones de referirse a los miedos y desconocimientos de la humanidad y, al mismo tiempo, critica los fundamentalismos religiosos y los fanatismos e intolerancias de todos los signos.

Frente a la barbarie que genera tanta guerra de religión, Hypatia expresa: "Yo creo en la Filosofía", que es como decir, creo en el discernimiento.

En su conjunto, Ágora puede ser vista como un "espectáculo reflexivo" de calidad balanceada, didáctica y algo fría a ratos, con algunas actuaciones masculinas dignas de ser olvidadas, elementos para aplaudir y otros para criticar (el romance imposible que se le teje al criado, un personaje que se vuelve al cristianismo y cuya evolución dramática no está madurada) o también plasmaciones desconcertantes (no se explica cómo una mujer que muere a los 61 años sigue siendo una joven con figura de Afrodita).

Rachel Weisz interpreta a Hypatia justo en el tono que se requería, porque aunque en general pueda parecer algo frío su desempeño, habría que recordar que la filósofa y astrónoma practicaba la moderación en el modo de vida y una actitud contenida, lo mismo ante sus alumnos que frente a los poderosos. Era discreta en el vestir y la abstinencia sexual la acompañó de por vida.

Con tanto de espectáculo como de polémica, Ágora es de esos filmes que no se deben dejar pasar.

 

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