,
la película más cara del cine español, está en los cines dirigida
por Alejandro Amenábar, que sorprende con esta historia ubicada en
Alejandría entre los siglos IV y V de nuestra era, suerte de drama
histórico, peplum, esos filmes de "romanos" con los que el
cine comenzó a hacerle frente a la televisión en los años cincuenta.
La sorpresa está dada por el hecho de que la exitosa obra
anterior de Amenábar está lejos, en género y temática, del empeño
actual, una superproducción llena de acción, rodada en inglés,
basada en lo fundamental en hechos reales, pero principalmente una
película que desde la historia pretende ser reflexiva y polémica,
incluso hacia el presente.
Y no es difícil ser polémica cuando en la trama están envueltos
cristianos, paganos y judíos, el oscurantismo y la ciencia, hombres
libres y hombres esclavos, en fin, la concordia y la guerra en
tiempos de definiciones sociales, políticas y religiosas, y
atravesando todo ello, como una columna sostenedora, Hypatia,
astrónoma y filósofa seguidora de la doctrina de Platón (la verdad
mediante preguntas, respuestas, más preguntas y respuestas y así
hasta el infinito).
De la obra científica y filosófica de Hypatia nada quedó y solo
se conoce de ella a través de lo que escribieron sus discípulos. El
personaje se perdió hasta ser recuperado en el siglo XVIII y a
partir de ahí su imagen ha sido revestida con diversos tintes, según
las tendencias de la época: en la Ilustración ––y Voltaire se
refirió bastante a ella–– se le presentó como heroína de la razón
frente a la religión; en el romanticismo, como idealización del
paganismo contrapuesto a la civilización cristiana y últimamente,
víctima de la misoginia.
Múltiples y contradictorios argumentos, algunos de los cuales no
faltan en el filme, aunque hay que convenir que su guión se sustenta
en arduas investigaciones históricas, extensibles también a otros
personajes.
En concreto, la historia se sitúa en los momentos en que paganos
y cristianos están envueltos en una lucha por el poder ante la
decadencia del imperio Romano y los filósofos y observadores del
mundo, aunados en aquellas escuelas clásicas de la antigua Grecia,
comienzan a perder su lugar en la sociedad.
Dos cosmovisiones, dos culturas de las que se sirven los
realizadores para plasmar su tesis, según la cual las religiones
oscurecen la razón, desprecian la filosofía y frenan la ciencia y el
progreso. No han faltado lugares donde los hechos y personajes,
recreados a partir de la lógica imaginación, fueron sopesados como
un agravio al cristianismo y a la iglesia. Sería una interpretación
simplista para un filme que pretende ser abarcador en sus
pretensiones de referirse a los miedos y desconocimientos de la
humanidad y, al mismo tiempo, critica los fundamentalismos
religiosos y los fanatismos e intolerancias de todos los signos.
Frente a la barbarie que genera tanta guerra de religión, Hypatia
expresa: "Yo creo en la Filosofía", que es como decir, creo en el
discernimiento.
En su conjunto, Ágora puede ser vista como un "espectáculo
reflexivo" de calidad balanceada, didáctica y algo fría a ratos, con
algunas actuaciones masculinas dignas de ser olvidadas, elementos
para aplaudir y otros para criticar (el romance imposible que se le
teje al criado, un personaje que se vuelve al cristianismo y cuya
evolución dramática no está madurada) o también plasmaciones
desconcertantes (no se explica cómo una mujer que muere a los 61
años sigue siendo una joven con figura de Afrodita).
Rachel Weisz interpreta a Hypatia justo en el tono que se
requería, porque aunque en general pueda parecer algo frío su
desempeño, habría que recordar que la filósofa y astrónoma
practicaba la moderación en el modo de vida y una actitud contenida,
lo mismo ante sus alumnos que frente a los poderosos. Era discreta
en el vestir y la abstinencia sexual la acompañó de por vida.
Con tanto de espectáculo como de polémica, Ágora es de
esos filmes que no se deben dejar pasar.